"El toque de queda era como vivir en nave espacial"
Tiene 29 a?os y, seg¨²n se sienta y pide un caf¨¦ reconoce que su vida no es normal; no, en Espa?a; s¨ª, en Guatemala. Naci¨® all¨ª en los a?os de plena violencia y hoy se refugia en Madrid en medio de una huida permanente de la muerte, rumbo a la verdad. "Cuando huimos de nuestro pueblo pasamos a vivir a la capital en una caravana. Era la ¨¦poca del toque de queda pero los ni?os nunca nos dimos cuenta. Tampoco de que ¨¦ramos pobres. Mi padre nos dec¨ªa que est¨¢bamos en una nave espacial y que por eso no pod¨ªamos jugar en la calle".
Esta activista de Guatemala aprendi¨® a huir desde ni?a
Entre sorbo y sorbo de caf¨¦ -americano; los de aqu¨ª no le gustan: "No tienen el cuerpo, ni el gusto ni el aroma de los de mi tierra"-, Mercedes Hern¨¢ndez, de ojos, piel y chal color caf¨¦, explica su entrega: "Mi madre es partera y yo la acompa?aba siempre. Las comadronas en mi pa¨ªs tienen mucha incidencia: tocan aspectos muy ¨ªntimos de la mujer, inaccesibles para muchos". As¨ª fue como, de casa en casa, fue conociendo la realidad de un pa¨ªs en un camino que la condujo a la Comisi¨®n de Derechos Humanos Hispano Guatemalteca, y al exilio.
Pero su primer recuerdo la lleva a los cuatro a?os y a la noche en que la guerrilla atac¨® su pueblo, Sacapulas, quem¨® sus casas y a su gente. "Al d¨ªa siguiente entr¨® el Ej¨¦rcito con m¨¢s violencia y muerte, si cabe", explica dulcemente Mercedes Hern¨¢ndez.
"Aquella noche en que huimos, mi padre me salv¨® la vida. Me dijo que ¨¦ramos caballos y que ten¨ªamos que salir muy despacito, gateando, callados y sin hacer ruido. ?l me proteg¨ªa con su cuerpo. A?os m¨¢s tarde me di cuenta de que las gotas que me ca¨ªan en el cuello eran sus l¨¢grimas". Sus padres, campesinos, se salvaron y siguen viviendo en Guatemala. Hoy y entonces se han dedicado siempre a trabajos comunitarios. Y ella vive desde 2006 en Madrid: est¨¢ amenazada de muerte. ?Su delito? Defender los derechos humanos.
Hern¨¢ndez, como por contagio de la labor de sus progenitores, se dedica a defender los derechos de los m¨¢s marginados. A los 27 tuvo que abandonar su pa¨ªs: su denuncia del feminicidio que vive Guatemala (3.500 mujeres muertas en los ¨²ltimos cinco a?os en la m¨¢s absoluta impunidad) le ha valido varias amenazas de muerte. Aqu¨ª tambi¨¦n le llegan. Siempre an¨®nimas, al m¨®vil.
En el segundo caf¨¦, la mirada de esta mujer de semblante sonriente se endurece: vuelve a los datos y a la lucha que mantiene por las mujeres. "Nuestra batalla ahora es que el Gobierno apruebe la ley contra el feminicidio. El fracaso del sistema judicial guatemalteco es total. De las 3.500 mujeres muertas s¨®lo ha habido 13 condenas", afirma al tiempo que juega con el sobre de sacarina, un dulce que toma por solidaridad con su padre y un ex novio, diab¨¦ticos ambos, dos referentes en su vida que le demuestran que no todos los hombres de su pa¨ªs son machistas. Son peque?os detalles que le mantienen unida a ellos, explica, como el chal que teji¨® su madre antes de que partiera y que se pone siempre que habla en p¨²blico.
"Son s¨ªmbolos y a m¨ª me sirven tanto como contar mi historia; porque cada vez que se denuncia el peligro que corremos los que defendemos los derechos humanos en Guatemala, cada vez que contamos nuestra situaci¨®n, se enciende una luz en un callej¨®n a oscuras".
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