Vuelo con simulador
En su Historia natural de la destrucci¨®n, W. G. Sebald reconstruye el desastre causado por los aliados durante la II Guerra Mundial. Destrucci¨®n que los escritores alemanes, salvo pocas excepciones, no se atrevieron a describir por exceso de horror al que opusieron: el falso horror. Ni la pol¨ªtica del cuerpo con el establecimiento de la identidad homosexual ni la pol¨ªtica de la escritura ni la alegor¨ªa de la Isla son creadoras de una distancia simb¨®lica con la realidad nacional, como afirma Rafael Rojas en un ensayo sobre narrativa cubana actual. No creo que un texto ni una cinematograf¨ªa cr¨ªtica (como los cortometrajes Busc¨¢ndote Habana, De buzos y leones, etc¨¦tera), ?aunque ya sean algo!, logren bajarnos del simulador (de voces, de vuelos) y entrar sin utop¨ªa en el horror, en su carne.
El terror da letras grandes, abismos y cielos. El terror de Virgilio Pi?era cuando dijo, en 1961: "Tengo miedo". Estoy segura de que, la "esquizofrenia galopante" parir¨¢ m¨¢s escisiones de las que confrontamos en el pasado o en el aqu¨ª-ahora. La alegor¨ªa es secuela del falso horror que apenas deja fisuras que remodelen conductas y lenguajes. Faltar¨ªan redes, entre ese centro hipot¨¦tico (un espacio moderno p¨²blico para autores cubanos) y la realidad vivida. ?ramos demasiado cr¨¦dulos para poner at hod los hechos enmascarados tras la simulaci¨®n. El molde "del ni?o bueno" y "la ni?a perversa" es hip¨®crita tambi¨¦n, aunque no sea f¨¢cil romper estereotipos y restos de utop¨ªas con las que crecimos. Hay una voz maldita que los escritores de un lugar maldito rara vez encuentran para adoptarla como "deber ser".
El autor que ha sobrevolado ese blanco aterrador de la p¨¢gina y la vida se ha vaciado ante lo Atroz, y no tiene el tuteo necesario para nombrar, advertir o contar historias sin dejar su adolescencia a perpetuidad. ?Sabremos cu¨¢ntos derrumbes habr¨¢ en Centro Habana hoy?
Estamos m¨¢s all¨¢ de que la pol¨ªtica sea una forma civilizada de la guerra, en la que los autores instrumentalizan sus emociones. Esta concepci¨®n afectiva de la pol¨ªtica ha quedado atr¨¢s tambi¨¦n. No ha dejado amor ni odio ni reconocimiento ni olvido. Obras movidas por la ret¨®rica (incluyo mi novela, Tres maneras de tocar un elefante) son gritos sin ecos en un simulador metaf¨®rico que no nos permiten tocar el cielo o el abismo, esas profundidades reales.
No intento presagiar una impotencia generalizada, pero tampoco cazo talentos ni con el cazamariposas ni con el cazamoscas. Desinter¨¦s y apat¨ªa son las subrutinas de estos a?os. ?Con qu¨¦ ¨¢nimo vencer las fugas, las imposiciones, las carencias: ver la pel¨ªcula programada o "la que cay¨®"; consumir lo que hay queriendo lo prohibido? ?Vender los objetos de la infancia, palabras inconvenientes, dolor? ?Qu¨¦ importa que vendamos el alma! y llegar a ser, "ni jota ni petenera", como dec¨ªa mi madre. Nos movemos sin cielo arriba, sin mar abajo, sin profec¨ªas ni estabilidad. "S¨¢lvese quien pueda" es el lema sostenido en un simulador de hojalata.
Tratar de construir sintaxis contra calamidades y p¨¦rdidas (no s¨®lo materiales, sino de seres) es hacer catedrales sobre basureros. La cultura no es la barra de seguridad que nos sostiene sobre ellos. Un ser vivo: ave, pez, intentando el equilibrio dentro de una fr¨¢gil y precaria rama o pecera tropical. ?De d¨®nde sacar fuerzas, entre un imaginario vencido y una simulaci¨®n perfecta, si no nos redime de la no-vida, mucho menos, del falso horror que s¨®lo acumula mediocridad?
Durante a?os presto: a R. Barthes, a K. Blixen (sobrevivientes a los que el poeta J. C. Flores vendi¨® para comer pizzas hechas con preservativos durante los noventa). Alguien me presta a C. Magris, a R. Calasso, a G. Davenport, a J. M. Coetzee, intentando hallar capas de lenguajes contra ideolog¨ªas y refritos de ideas que se convirtieron en textos literarios. As¨ª, las teor¨ªas consumidas hace d¨¦cadas se injertaron aqu¨ª y permanecen intactas.
Alternar posibilidades entre la realidad y la ficci¨®n; construir un centro no hallado en la escritura; intentar un "yo" literario (casi sin tener un "yo" vivido), ha sido una caracter¨ªstica de esta ¨¦poca. ?Qu¨¦ queda m¨¢s all¨¢ de la presentaci¨®n de un libro para rememorar con los amigos que tampoco est¨¢n? El silencio es la ruina mayor. No podemos construir v¨ªas de acceso "al meollo" con soluciones programadas por los que no son artistas. Aunque s¨¦ que ese esfuerzo es la cultura misma, su resistencia. Nos faltan nutrientes, civilidad, para sobrevivir en el centro de una p¨¢gina o de una casa.
V¨ªctor Fowler, poeta y ensayista, escribe una novela para un concurso en Espa?a y tiene un mes para hacerlo. Ilusi¨®n que se jugar¨¢ para soportar otro verano (sin di¨¢logo y sin dinero). Juan Carlos Flores, "el ¨²ltimo poeta del Este", refunde un paisaje inh¨®spito de hormig¨®n y pobreza, mientras patea su pelota sobre un charco para sostener un ritmo: El contragolpe.
Si de cifras se trata, lo que acabo de decir es echado por tierra en los inventarios, pero las estad¨ªsticas malogran las pretensiones est¨¦ticas. Hablo de la posibilidad del deshielo. Obras amparadas en la pobre alegor¨ªa tendr¨ªan pase a otros discursos, argumentos, temas. Hay un derrumbe interior no cuantificado que da a los creadores la falta sistem¨¢tica de opini¨®n, de cr¨ªtica; la no llegada de un relevo, de un corredor de fondo. Pasan los a?os sin una brecha por donde escapar al falso horror acompa?ado de un falso esp¨ªritu, que podr¨ªamos ejemplificar desde innumerables aspectos, pero ante todo, desde lo que sentimos. -
Reina Mar¨ªa Rodr¨ªguez (La Habana, 1952). Poeta y narradora. Ha publicado m¨¢s de 12 libros de poemas y antolog¨ªas personales en varias lenguas. Ha sido premiada dos veces por la Casa de las Am¨¦ricas y La Orden de las Artes y Letras de Francia con grado de Caballero. Realiza el proyecto Torre de Letras, una colecci¨®n de poes¨ªa y libros biling¨¹es.
De los incas a los amores contrariados
PER? Pinturas de hace cuatro mil a?os y restos arqueol¨®gicos en los Andes peruanos. Las pinturas fueron halladas en el templo de Pomalca y ser¨ªan las m¨¢s antiguas de Am¨¦rica. En los dibujos murales destaca un venado, que indicar¨ªa rituales ancestrales de cacer¨ªa, y los colores blanco, rojo, naranja y gris. El otro hallazgo tiene que ver con el descubrimiento de restos arqueol¨®gicos en el cerro Huanacaure, una monta?a sagrada para los incas, y tendr¨ªa relaci¨®n con las leyendas sobre el origen de la civilizaci¨®n prehisp¨¢nica m¨¢s grande de Am¨¦rica.
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