El fastidioso prestigio de las tragedias
El galard¨®n de cine nunca cae por caprichosas razones de rifa ni obedece a la casualidad. Jam¨¢s aparece la comedia
No sent¨ªa un especial est¨ªmulo ni demasiada ansiedad cuando se proyect¨® en el Festival de Cannes la pel¨ªcula rumana Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas, aunque los rumores de algunos informados y de los profetas habituales aseguraran que iba a ser el gran descubrimiento del a?o. Se abusa tanto de los continuos y maravillosos hallazgos en cinematograf¨ªas ex¨®ticas y de la beatificaci¨®n intelectual de genios de temporada, que lo m¨¢s higi¨¦nico para tu receptividad y para tu paciencia es el escepticismo.
Afortunadamente, de vez en cuando esos pron¨®sticos se confirman y te deslumbra o te conmueve una pel¨ªcula sin referencias, firmada por alguien al que desconoces. Me ocurri¨® hace muchos a?os con ese poema escalofriante, inolvidable y doloroso titulado L¨¦olo, exhibida el ¨²ltimo d¨ªa del Festival de Cannes de 1992 en una sala semivac¨ªa, dirigida con tanto desgarro como identificaci¨®n emocional con ese acorralado y l¨²cido ni?o que repite obsesivamente "porque sue?o, no estoy loco" por un juglar hipersensible e ins¨®lito llamado Jean-Claude Lauzon, una pel¨ªcula que sabes que va a ocupar un lugar privilegiado en tu memoria y en tu coraz¨®n durante el resto de tu vida. Volv¨ª a sentir ese p¨¢lpito, aunque con menor intensidad, cuando descubr¨ª en parecidas circunstancias los lacerantes Amores perros de Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu.
El ¨²nico de los grandes c¨®micos que tiene bula en los congresos de la 'intelligentsia' es Woody Allen. Ya se sabe, por su irresistible agudeza intelectual
En el caso de Cuatro meses, tres semanas, dos d¨ªas, dirigida por Cristian Mungiu, es dif¨ªcil que no te contagies del clima angustioso y depresivo que chorrea la s¨®rdida historia de esa cr¨ªa que necesita abortar clandestinamente en la indeseable Rumania de Ceausescu, de ese universo gris¨¢ceo y acojonado en el que las miserias alimentan la problem¨¢tica supervivencia cotidiana, regido por la delaci¨®n, el estraperlo, el chantaje y el miedo. Y te aterra recordar la audacia o la inconsciencia de tanto progresista internacional e instalado al intentar exaltar, justificar o mitificar aquella abominable dictadura con conveniente disfraz socialista.
Consecuentemente, no sorprendi¨® a casi nadie que el jurado de Cannes le concediera el a?o pasado la Palma de Oro a la sensaci¨®n de verdad que desprende este retrato de la desolaci¨®n y del mezquino s¨¢lvese quien pueda en un mundo totalitario, represor y estrat¨¦gicamente cruel. Un festival que presume de poder elegir lo m¨¢s selecto del mercado siempre podr¨¢ alardear de su vocaci¨®n ancestral de Crist¨®bal Col¨®n del cine con este tipo de joyitas tr¨¢gicas. Tambi¨¦n de la plataforma internacional que supone figurar entre sus invitados. A partir de ese ambiciado trofeo, lo m¨¢s probable es que al sombr¨ªo alegato rumano le caigan todo tipo de premios y distinciones, que se convierta en la pel¨ªcula europea del a?o, de obligatoria visita para esa clientela minoritaria y selecta que s¨®lo se acerca al cine para degustar tem¨¢ticas trascendentes, concienciadas y sociales, autores venerados por la cr¨ªtica seria, obras en las que est¨¢ descartado eso tan estigmatizado y fr¨ªvolo de pasar un buen rato. El vulgarizado concepto de matar el tiempo, cuyo significado est¨¢ m¨¢s relacionado con la filosof¨ªa nihilista que con la superficialidad l¨²dica, est¨¢ excluido entre los placeres de los espectadores que s¨®lo se plantean el cine como una reliquia cultural, como est¨ªmulo del intelecto, con certificado de profundidad y turbaci¨®n.
El galard¨®n de cine prestigioso nunca cae por caprichosas razones de rifa ni obedece a la casualidad. Repasen la lista de esos objetos de culto que bendicen los festivales y las academias y descubrir¨¢n que jam¨¢s aparece la comedia, ese g¨¦nero al que ¨ªntimamente los enf¨¢ticos popes de la cultura con may¨²sculas siguen considerando menor. El arte m¨¢s dif¨ªcil del mundo, consistente en provocar la sonrisa y la risa, sigue provocando alergia o forzada condescendencia en los templos del esp¨ªritu, en los pretenciosos bar¨®metros del gran cine.
Nadie medianamente sensato y con respeto hacia la evidencia puede negar el clasicismo de gente que dedic¨® mayoritariamente su existencia y su talento a hacer re¨ªr al espectador, directores incontestablemente geniales como Buster Keaton, Ernst Lubitsch, Preston Sturges, Charles Chaplin y Billy Wilder, pero resulta dif¨ªcil imagin¨¢rtelos compitiendo en los festivales de cine importante. Como mucho, lo har¨ªa el Chaplin con elaborado mensaje social de Tiempos modernos y El gran dictador, pero jam¨¢s el hilarante Chaplin de los cortos. Tambi¨¦n el Wilder duro y tr¨¢gico, pero el de Un, dos, tres y Con faldas y a lo loco estar¨ªa anatemizado. De los hermanos Marx, ni hablemos. El ¨²nico de los grandes c¨®micos que tiene bula en los congresos de la intelligentsia es Woody Allen. Ya se sabe, por su irresistible agudeza intelectual.
Si nos olvidamos de la comedia y de la comicidad, encontramos paradojas tan despreciables como que a John Ford, el hombre que expres¨® lo mejor de s¨ª mismo y lo que m¨¢s amaba a trav¨¦s del western, nunca le concedieran un oscar por ellos. El Ford al que pretendieron legitimar con premios fue el que abordaba temas con impacto social, el de El delator, Las uvas de la ira, Qu¨¦ verde era mi valle y El hombre tranquilo. En el caso de esta ¨²ltima, al igual que cuando le dieron el oscar a El apartamento, los acad¨¦micos se despistaron, ya que se trata de comedias, las dos m¨¢s hermosas de la historia del cine.
Tampoco me imagino a los que seleccionan las vanguardistas, densas y revolucionarias pel¨ªculas que ven la luz en los festivales, sintiendo orgasmos por incluir en sus ansiadas listas algo firmado por el magistral todoterreno Howard Hawks o por el m¨¢s inventivo creador de formas visuales que ha parido el cine, un tal Alfred Hitchcock, aunque queda muy bien dedicarle retrospectivas cuando ya no est¨¢n en activo o la han palmado. Qu¨¦ grima lo de la seriedad forzada, lo del cine empe?ado en restregarte en cada plano que te est¨¢ ofreciendo arte.
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