Con la m¨²sica a otra parte
La cultura puede ser definida de varias maneras. En un nivel mayor, la cultura remite a la competencia espec¨ªficamente humana de inventar universos; a otro, m¨¢s concreto, la virtud no menos humana de especular con las formas -palabras, sonidos, colores, ideas, vol¨²menes...- y de producir con ellas realidades nuevas capaces de hacernos sentir y pensar. En cambio, hoy la cultura no es eso. La cultura es en estos momentos un mero instrumento de legitimidad pol¨ªtica o simplemente puro mercado, o las dos cosas al mismo tiempo. Barcelona es un ejemplo de ello. Aqu¨ª, como es sabido, la Administraci¨®n y todo tipo de fundaciones presuntamente filantr¨®picas han invertido grandes capitales en convertir la ciudad en una especie de parque tem¨¢tico cultural, compuesto de grandilocuentes instalaciones encargadas a arquitectos famosos y animado por todo tipo de fastos conmemorativos y acontecimientos protagonizados por artistas de renombre, capaces de proporcionar a los promotores "culturales", p¨²blicos o privados, beneficios econ¨®micos o pol¨ªticos.
"En Barcelona es dif¨ªcil hallar un sitio para vivir. Ahora tambi¨¦n lo es dar con otro donde crear"
Es bien escaso el papel que se concede en ese escenario a la creaci¨®n a ras de suelo, a la labor de quienes est¨¢n investigando para generar formas in¨¦ditas y todav¨ªa no han llegado o se niegan a convertirse en dinero. Se repite con ello la maldici¨®n que afecta hoy a la producci¨®n cultural con poca cotiza-ci¨®n en el mercado o no industrializada, la que no tiene cabida en los museos y centros culturales insignia y no se vende en los grandes establecimientos de "ocio y cultura". Por una parte, lo de siempre: el escaparate, la campa?a publicitaria, el prospecto para turistas o el suplemento de cultura de un gran diario. Por otra, lo de siempre tambi¨¦n: la lucha desde abajo de quienes que s¨®lo pueden aportar talento e imaginaci¨®n; lucha contra el silencio, contra las dificultades, contra el abandono institucional, contra normativas que parecen odiar cualquier cosa que se salga de los estrechos mapas mentales de quienes las dictan.
Un ejemplo de todo ello lo estamos teniendo ahora con los 35 conjuntos, 250 m¨²sicos y una discogr¨¢fica independiente que, desde el pasado 13 de di-ciembre, est¨¢n en la calle, despu¨¦s de que la Guardia Urbana los desalojara de los locales en que trabajaban, en el n¨²mero 3 de la calle de M¨¨xic de Barcelona, uno de los pocos locales con los que se contaba en la ciudad para preparar discos y actuaciones. Los grupos afectados son de lo mejorcito de lo que se hace actualmente en el pa¨ªs: Disc¨ªpulos de Otilia, Ezouk¨¦e, Nour, Costo Rico, Fuf¨²-Ai, Planeta Imaginari... Jazz, rumba, reggae, hip-hop, rock, flamenco, o todo a la vez, puesto que entre ellos est¨¢n algunos de los mejores representantes del llamado sonido Barcelona, la "m¨²sica bastarda" que, capitalizando el ¨¦xito de Manu Chao, se est¨¢ promocionando a nivel planetario como parte de la marca Barcelona, ese logotipo tras el cual se esconden, como todo el mundo sabe -aqu¨ª, pero no en el mundo-, realidades bien miserables.
La imagen de los m¨²sicos con instrumentos y equipos a la puerta de lo que hab¨ªa sido su hogar en materia de creaci¨®n recordaba la de hace unos meses con los artistas de circo de La Makabra, s¨®lo que en este caso no se les pod¨ªa hacer pasar por peligrosos okupas, puesto que se trataba de honrados inquilinos al corriente de sus pagos. La historia es f¨¢cil de contar, pero dif¨ªcil de entender. Una empresa inmobiliaria que alquila un edificio que no dispone de las licencias municipales adecuadas y que va recibiendo notificaciones al respecto, hasta que el Ayuntamiento decide mandar a la polic¨ªa a vaciar los locales y a precintarlos. Todo ello sin que los usuarios hayan sido advertidos del peligro inminente que corr¨ªa su permanencia en aquel espacio y sin que la preocupaci¨®n oficial por el arte y la cultura haya dado para que nadie hubiera previsto d¨®nde meter a decenas de m¨²sicos que se hab¨ªan quedado literalmente a la intemperie.
Sab¨ªamos que en Barcelona era dif¨ªcil encontrar un sitio para vivir. Ahora sabemos que tambi¨¦n lo es dar con otro en que crear. Sin vivir y sin crear est¨¢ claro que s¨®lo quedar¨¢n sitios para trabajar y, por supuesto, para consumir, porque aqu¨ª los ¨²nicos que lo tienen f¨¢cil para instalarse son las multinacionales del comercio, que han convertido la ciudad, como se tiene el descaro de reconocer, en "la mejor tienda del mundo", en la que ya todo y todos tenemos precio y en la que, en efecto, como dice Aute, "tanto vendes, tanto vales".
Estos d¨ªas, los m¨²sicos de Barcelona -los de la calle de M¨¨xic y, por ellos, lo mejor y m¨¢s nutrido del gremio- van a movilizarse por un espacio digno y asequible en el que poder trabajar. Su lema no podr¨ªa ser m¨¢s indicado: Con la m¨²sica, ?a qu¨¦ otra parte? Esa gente encarna lo que no es negocio, ni mercadotecnia pol¨ªtica, sino simplemente amor por lo ¨²nico que algunos saben hacer: m¨²sica. Su imagen es toda una met¨¢fora: la de la creatividad desahuciada, en una ciudad cuyas autoridades desprecian cualquier cosa que no sea rentable. En esos m¨²sicos est¨¢ representada la capacidad inagotable que toda ciudad tiene de generar belleza. Porque es a la belleza a la que quienes mandan han puesto de patitas en la calle, all¨ª de donde nunca, nunca, aunque quisieran, la podr¨¢n expulsar.
Manuel Delgado es profesor de Antropolog¨ªa Urbana en la Universidad de Barcelona
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