"Quiero poder ducharme a diario"

Charo Gisbert, de 52 a?os, sufre desde ni?a una grave enfermedad pero hasta 1993 no se enter¨® de que sus dolores musculares se deb¨ªan a una fibromialgia. La "hiperlordosis lumbar con inestabilidad de la charnela" que padece dificulta mucho sus movimientos. Pese a ello, no recibe m¨¢s ayuda que un par de horas a la semana para hacer la compra y otra hora para el aseo personal. "No quiero dinero, solo quiero tener derecho a ducharme todos los d¨ªas", reclama tras ver c¨®mo pasan los meses y la ley de Dependencia del Gobierno sigue estancada en la burocracia valenciana.

En la ciudad de Valencia hay unos 4.500 grandes dependientes y ni uno solo ha empezado a disfrutar las ayudas de la ley. Es m¨¢s, seg¨²n el Grupo Socialista, la falta de personal de los servicios sociales del Ayuntamiento hace que solo hayan visitado para valorar a 600 de los afectados que han solicitado ayudas. Estos todav¨ªa tendr¨¢n que esperar a que la Comisi¨®n de Valoraci¨®n de la Consejer¨ªa de Bienestar Social emita un dictamen y que los t¨¦cnicos municipales vuelvan a visitarles para realizar el Plan Individual de Atenci¨®n (PIA). Solo despu¨¦s comenzar¨¢n a recibir las prestaciones: bien en atenci¨®n de personal especializado bien en ayudas econ¨®micas.

"No sabemos en qu¨¦ consiste el cargo de Defensora del Discapacitado"

La portavoz socialista Carmen Alborch denunci¨® ayer que el Ayuntamiento solo ha contratado a 14 personas para valorar a los afectados. Mientras, el Consistorio culpa indirectamente del retraso al Consell. "Se han contestado y remitido todas las solicitudes de informes sociales recibidas desde la Generalitat".

Junto a Charo Gisbert, Alborch pudo poner cara ayer a una docena de tragedias personales en el Ayuntamiento. Una docena de familias que esperan desde hace meses las ayudas para personas con una gran invalidez reconocida desde hace a?os pero que todav¨ªa no perciben nada por un bloqueo burocr¨¢tico. Entre ellas, Petra Gal¨¢n, de 61 a?os, con tuberculosis dorsal desde los 19 a?os. Una enfermedad que le provoca una opresi¨®n tanto en los pulmones como el coraz¨®n: "Llevo ventilaci¨®n mec¨¢nica desde hace 12 a?os por la noche y despu¨¦s de comer; si no, no soy persona", explica. Se mueve por casa con un andador con asiento y para la calle emplea una silla el¨¦ctrica. Ahora recibe una hora de ayuda al d¨ªa: "No es suficiente; por la ma?ana hay d¨ªas que no me puedo quitar el respirador porque se me han dormido los brazos".

En la misma situaci¨®n est¨¢ Amparo Giner, de 63 a?os, que sufre un Parkinson como efecto de la medicaci¨®n que le dieron tras un trasplante de h¨ªgado. Se mueve en silla de ruedas y necesita asistencia a domicilio: "No pido mucho, solo lo que puedan ayudarme". Eso s¨ª, se muestra muy cr¨ªtica con una figura que deber¨ªa velar por sus intereses: "A la Defensora del Discapacitado, Juana Andr¨¦s, no vayas a pedirle ninguna ayuda, que no existe; ni te coge el tel¨¦fono; no sabemos en qu¨¦ consiste ese cargo".

En un Consistorio poco adaptado a las sillas de ruedas tambi¨¦n sufri¨® las estrecheces del ascensor Palmira Castellano, que llev¨® a su hija Sara Carrasco, con una lesi¨®n cerebral provocada por un s¨ªndrome Lennox-Gastaut. "Nosotras en el fondo tenemos suerte, solo nos falta el plan individual de atenci¨®n", se consuela Palmira.