Ya te vale, Gallard¨®n
La v¨ªspera de Nochebuena iba yo paseando por mi calle Hortaleza, disfrutando de esos momentos de paz inesperada que a veces se producen en la bulla navide?a y parando en las tiendecillas de delicatessen que en los ¨²ltimos a?os han abierto en el poblach¨®n cosmopolita, y que se han convertido en una tentaci¨®n para los que nos gusta que nos atienda un tendero de verdad, no un colocador de estantes. Estaba viviendo una de mis ma?anas Mrs. Dalloway, que no s¨®lo consisten en paseos en los que voy carg¨¢ndome de pasta fresca, quesos, flores, ambientadores con olor a higuera, pan de nueces y t¨¦ de mil aromas, sino en una actitud de celebraci¨®n de detalles exquisitos con los que poder embellecer las horas que se pasan en casa. ?Ah, si hubiera sabido antes que lo que m¨¢s hay que mimar son las cosas que entran por los sentidos y que mandan se?ales a las zonas del cerebro que nos provocan placer! Si hubiera sabido algo m¨¢s de conexiones neuronales, habr¨ªa sido mucho m¨¢s feliz. Pero yo era burra, aunque una burra con encanto. Desde hace tiempo se utiliza en medios conservadores el t¨¦rmino "pijo/a-progre" para descalificar a cierta progres¨ªa. Yo lo veo bien, aunque sea de forma burda y faltona; la palabreja pija-progre resume una actitud vital nada desde?able, porque eso de que es incompatible el disfrute est¨¦tico con el compromiso ¨¦tico, a estas alturas, ya no cuela. Total, que iba esta pija-progre por Hortaleza haciendo su homenaje callejero a Virginia Woolf, cargada de bolsas rebosantes de felicidad, cuando vio al alcalde con su se?ora del brazo. En otro momento, esta ciudadana hubiera hecho lo imposible por no interferir en esa intimidad; pero la calle estaba tan solitaria, que salir corriendo hubiera sido una reacci¨®n esperancesca. Charlamos unos minutos y luego pens¨¦ que tal vez hubiera debido desearle, de cara al nuevo a?o, que se cumpliera su mayor deseo a voces: que el se?or Mariano le incluyera en las listas para las generales; tambi¨¦n pens¨¦ que me gustaba esa apariencia de normalidad que mostraba el alcalde d¨¢ndose un garbeo a media ma?ana. ?Dios m¨ªo, si no fuera por Rouco estar¨ªamos a un paso de la democracia escandinava!, me dije. Hablamos de la familia (no del deterioro de la instituci¨®n, sino de su familia y de la m¨ªa), hablamos del desastroso parque Manolito Gafotas (yo, que me siento culpable hasta del hundimiento del Titanic, ahora me veo con la responsabilidad del parquecillo ante los vecinos que me regalaron el nombre) y hablamos de las inevitables fiestas. Feliz Navidad, feliz a?o, adi¨®s, adi¨®s, y nos plantamos unos besos. No hab¨ªa vuelto a pensar en el alcalde hasta esta semana, cuando el notici¨®n ensombreci¨® el fichaje Pizarro de Rajoy y la Alianza de Civilizaciones de Zapatero. Gallard¨®n, ese ser transversal, dice que se va, aunque las encuestas de aqu¨ª y all¨¢ muestran que los votantes desean lo contrario. La transversalidad no se perdona en un pa¨ªs en el que los pol¨ªticos han alimentado las exigencias m¨¢s radicales de los partidos y en el que los partidos est¨¢n tan abrumadoramente presentes. La reacci¨®n, por cierto, de esos partidos ha sido chistosa: mientras el PP cerraba filas y declaraba que la victoria est¨¢ cerca, el PSOE mostraba su pesar por la deriva derechista del adversario. Hay que ser tonto para creerlos. Ni en el PP puede reinar la felicidad, porque le faltan Gallardones que le centren, ni en el PSOE hay tristeza, sino l¨®gicamente lo contrario. F¨¢cil ser¨¢ que Pepe Blanco ande por Ferraz dando patadas a los charcos.
Los alcaldes de las dos ciudades de mi vida son transversales: Gallard¨®n y Bloomberg en Nueva York
?Dios m¨ªo, si no fuera por Rouco estar¨ªamos a un paso de la democracia escandinava!
Los alcaldes de las dos ciudades de mi vida son, curiosamente, transversales: Gallard¨®n en Madrid y Bloomberg en Nueva York. Los dos son del partido conservador, pero los dos se mueven con estilo propio y sin comulgar con los fan¨¢ticos. Bloomberg es republicano en la ciudad m¨¢s dem¨®crata de Estados Unidos, pero los neoyorquinos llevan con naturalidad eso de darle el voto a otro partido si creen que el alcalde lo merece. Es extraordinario que en los partidos espa?oles no se considere una virtud caerle bien al enemigo. En Espa?a, ser de fiar es sin¨®nimo de ser sectario, por eso nos chocaba tanto que ese Gallard¨®n pepero derrochara amabilidad con el mundo de la cultura, se codeara con el artister¨ªo en los estrenos de teatro y ¨®pera, y hubiera colocado al frente de las instituciones culturales a personas que no eran para nada de su cuerda, pero s¨ª de eficacia probada. Eso enfurec¨ªa a los zorrocotrocos de su partido, que tienen un desencuentro antiguo con los artistas, y tambi¨¦n hac¨ªa torcer el gesto a los socialistas, que pensaban que tanta transversalidad, malo, malo. Y mientras unos dec¨ªan que era el ni?o bonito de PRISA y otros que tras el disfraz de conservador moderado hab¨ªa un carca recalcitrante, el hombre con aspecto de eterno empoll¨®n ha ganado una elecci¨®n tras otra. El pueblo soberano le vot¨®, y me temo, por la cantidad, que no s¨®lo con votos incondicionales, sino de una peque?a masa de individuos transversales. En cuanto a su marcha, a cualquiera le da pena que un buen personaje abandone la funci¨®n. Para colmo, puede que la sustituta sea la Botella, con Aznar de primera dama. El drama convertido en sainete. Ya te vale, Gallard¨®n.
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