Polic¨ªa y mafioso
El dimitido presidente de Interpol manten¨ªa una abierta amistad con Glenn Agliotti, acusado del asesinato de un rival y considerado la versi¨®n surafricana de Al Capone
Glenn Agliotti -m¨¢s ancho que alto, trajes caros, bigotudo, cincuent¨®n- es el Al Capone surafricano. Durante a?os, todo el mundo le tuvo por un mafioso, pero como era listo, rico y dispon¨ªa de buenos abogados, logr¨® burlarse de la justicia. Hasta finales del a?o pasado, en que un tribunal lo conden¨® por tr¨¢fico de drogas y, acto seguido, la Fiscal¨ªa Nacional de Sur¨¢frica le acus¨® de asesinato.
Todo esto tendr¨ªa un inter¨¦s meramente anecd¨®tico si no fuera por el hecho de que, durante a?os, uno de los mejores amigos de Agliotti fue Jackie Selebi, jefe de la polic¨ªa surafricana y presidente de la Interpol hasta su dimisi¨®n de ambos cargos, el fin de semana pasado. Cuando se le pregunt¨® a Jackie Selebi en 2005 si era verdad que Agliotti era su amigo, respondi¨® sin titubear que s¨ª, "claro que s¨ª"; cuando se le pregunt¨® si estaba enterado de las alegaciones de actividad criminal contra su amigo, dijo que no, que no ten¨ªa ni idea.
El polic¨ªa est¨¢ acusado de haber recibido sobornos por 120.000 euros. Su m¨®vil registra 223 llamadas al mafioso
Otro 'favor' que Selebi hizo a Agliotti: pasarle informaci¨®n oficial secreta desde su puesto en Interpol
El presidente Mbeki hizo la vista gorda a los constantes rumores sobre Selebi durante los dos ¨²ltimos a?os
Nelson Mandela se ha distanciado claramente de su sucesor, aunque a¨²n no ha opinado sobre el caso del polic¨ªa
Con lo cual, la autoridad m¨¢xima de la polic¨ªa de Sur¨¢frica, el pa¨ªs con el ¨ªndice de asesinatos m¨¢s elevado del mundo -excluidos los que se encuentran en guerra-, era la ¨²nica persona de su entorno que no se hab¨ªa enterado de las fuertes sospechas que pesaban sobre Agliotti. Tomaban copas, cenaban juntos. Teniendo en cuenta que, junto al sida (donde Sur¨¢frica tambi¨¦n es campeona mundial), la criminalidad se ha convertido en una grave situaci¨®n de emergencia nacional, la abierta amistad del presidente de la Interpol con uno de los conocidos capos del crimen organizado de su pa¨ªs fue interpretada por amplios sectores de la poblaci¨®n como una escandalosa tomadura de pelo.
Hasta la semana pasada, el presidente de Sur¨¢frica, Thabo Mbeki, no sucumbi¨® a la persistente presi¨®n de los pol¨ªticos de oposici¨®n y de los medios de comunicaci¨®n. Finalmente oblig¨® a Selebi a dimitir. El jefe del Estado actu¨®, porque los argumentos a favor de no actuar se hab¨ªan vuelto insostenibles. Primero, Agliotti hab¨ªa sido condenado por tr¨¢fico de drogas y estaba a la espera de ser enjuiciado por el asesinato a sangre fr¨ªa en 2005 de Brett Kebble, un corrupto magnate minero y rival en el mundo del crimen organizado. Segundo, Agliotti, con el prop¨®sito de rebajar su sentencia, hab¨ªa delatado a su amigo, el jefe de polic¨ªa.
Como consecuencia, la Fiscal¨ªa General anunci¨® la semana pasada que Jackie Selebi iba a ser procesado por corrupci¨®n, fraude, lavado de dinero y chantaje. Espec¨ªficamente, la fiscal¨ªa le acusa de haber recibido sobornos de manos de Agliotti y sus asociados por sumas superiores a los 120.000 euros. Uno de los pagos se hizo dos d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Kebble, el rival de su amigo.
Si el caso contra Selebi llega a juicio, como parece muy probable, el testigo estrella en su contra ser¨¢ Agliotti. De acuerdo con un documento que la fiscal¨ªa hizo p¨²blico el pasado 11 de enero, el jefe de polic¨ªa hizo la vista gorda respecto a informaci¨®n recibida en enero de 2002 que vinculaba a su amigo con la detenci¨®n de cinco personas capturadas con droga valorada en 10 millones de euros. "El acusado no tom¨® ninguna medida contra Agliotti. Al contrario, el caso se cerr¨® y los detenidos fueron puestos en libertad", se lee en el documento.
Otro favor que Selebi hizo a Agliotti, seg¨²n el mismo documento de la fiscal¨ªa, fue pasarle informaci¨®n oficial secreta, parte de ella conseguida de los servicios de inteligencia brit¨¢nicos, sobre las investigaciones policiales que se estaban llevando a cabo en su contra. El polic¨ªa Selebi niega todos los cargos en su contra e insiste en que es inocente. Pero la amistad entre ambos queda en evidencia con el hecho de que Selebi llam¨® 223 veces a Agliotti desde su tel¨¦fono m¨®vil en los ¨²ltimos tres a?os. Lo que tambi¨¦n alega la fiscal¨ªa es que Agliotti y Selebi hablaron por tel¨¦fono minutos despu¨¦s del asesinato de Kebble, y que en ese momento Agliotti se encontraba a pocos metros del lugar donde el magnate minero muri¨® a tiros.
Tras ¨¦stas -y otras- acusaciones contra el jefe de polic¨ªa, el presidente Mbeki se qued¨® sin opciones. Anunci¨® su relevo el pasado 12 de enero. Veinticuatro horas m¨¢s tarde, el mismo Selebi declar¨® que hab¨ªa abandonado la presidencia de la Interpol, cargo que ocupaba desde 2004, para el que hab¨ªa sido elegido por la asamblea general del organismo. Esa misma noche, Selebi declar¨® a un diario de Johannesburgo que dejar la Interpol hab¨ªa sido "una decisi¨®n dif¨ªcil".
El principal partido de oposici¨®n, la Alianza Democr¨¢tica (DA), le replic¨® que nunca una decisi¨®n hab¨ªa sido tan clara de tomar. "Si existiesen condenas penales por traer deshonra a un pa¨ªs, el jefe de polic¨ªa Selebi se merecer¨ªa la cadena perpetua", declar¨® en un comunicado la DA.
Tanto la opositora DA como numerosos integrantes del partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (ANC), consideran que el gran culpable de la situaci¨®n bochornosa que vive Sur¨¢frica es el presidente Mbeki, derrotado de manera contundente el mes pasado en las elecciones internas para seguir liderando su partido.
El presidente Mbeki tambi¨¦n hizo la vista gorda a los constantes rumores durante los dos ¨²ltimos a?os sobre Selebi, y al clamor incesante en los editoriales de los principales peri¨®dicos para que lo relevara. Independientemente de que Selebi hubiese cometido un crimen o no, no era posible que una persona con amigos como Glenn Agliotti siguiera ocupando el m¨¢ximo puesto policial en un pa¨ªs donde se cometieron 19.000 asesinatos en 2006, 200 veces m¨¢s que en Espa?a, pa¨ªs con la misma poblaci¨®n.
No era posible, tampoco, que siguiera como presidente de Interpol, cuyo secretario general, Ronald Noble, recibi¨® la noticia de su dimisi¨®n con gratitud y recomend¨® que "lo correcto" ser¨ªa que los cargos contra Selebi se pusieran a prueba ante un tribunal.
El nombramiento de Selebi como presidente de la Interpol hace tres a?os hab¨ªa sido motivo de orgullo para Sur¨¢frica, un reflejo del prestigio internacional que hab¨ªa acumulado el pa¨ªs tras la ca¨ªda del apartheid y la presidencia ejemplar de Nelson Mandela. La obligaci¨®n de Selebi de renunciar al cargo refleja, en cambio, el descr¨¦dito en el que el pa¨ªs est¨¢ cayendo hoy.
El caso Selebi no es el ¨²nico motivo por el que existe en Sur¨¢frica una creciente sensaci¨®n de verg¨¹enza y de decepci¨®n al no haber estado a la altura de las expectativas del resto del mundo. Otro s¨ªntoma de decadencia lo ha dado la elecci¨®n como nuevo presidente del ANC de Jacob Zuma, veterano del partido y antiguo luchador por la libertad que tambi¨¦n podr¨ªa comparecer ante un tribunal en los pr¨®ximos meses, tambi¨¦n acusado por la fiscal¨ªa de recibir sobornos de personajes dudosos.
La iron¨ªa es que Mbeki perdi¨® ante Zuma en gran medida porque el ANC juzg¨® que Zuma era el menor de los dos males; que era el menos antidemocr¨¢tico de los dos, el que menos se?ales daba de poder llegar a convertirse en un tirano al estilo de Robert Mugabe, el presidente del arruinado pa¨ªs vecino, Zimbabue. Una de las varias indicaciones que hab¨ªa dado Mbeki de sus tendencias mugabescas hab¨ªa tenido que ver, precisamente, con el caso Selebi. Mbeki hab¨ªa apoyado de manera robusta las acciones judiciales contra Zuma, su rival pol¨ªtico, mientras que no hab¨ªa hecho nada, hasta que finalmente no le qued¨® alternativa, para que el peso de la ley recayera sobre Selebi, su amigo y aliado.
Los errores de Mbeki y el caos en el que se est¨¢ sumiendo el partido gobernante han entregado a la presidenta de la DA, Helen Zille, una oportunidad pol¨ªtica de oro. No ganar¨¢ las elecciones generales que se llevar¨¢n a cabo en abril del a?o que viene, pero s¨ª vislumbra la posibilidad de arrebatarle al ANC muchos votos. Zille hizo una declaraci¨®n el mi¨¦rcoles de esta semana que encontr¨® m¨¢s eco que nunca en la mayor¨ªa de sus compatriotas, negros y blancos.
"La acusaci¨®n contra Jacob Zuma y los cargos pendientes por corrupci¨®n contra Jackie Selebi han creado la percepci¨®n de que Sur¨¢frica est¨¢ viviendo la crisis moral y constitucional m¨¢s grave desde la fundaci¨®n de nuestra democracia", dijo Zille.
Una medida que podr¨ªa tomar el presidente para recuperar en cierto grado la imagen del pa¨ªs ser¨ªa la que la opositora Zille le ha estado exigiendo durante m¨¢s de cinco a?os: la destituci¨®n de otro personaje del Gobierno cuya permanencia en un alto puesto de poder ha sido tan inexplicable como la de Selebi en el suyo. En este caso se refiere a la ministra de Salud Manto Tshabalala-Msimang. Manto, que ocupa el cargo desde 1999, se ha ganado una nefasta reputaci¨®n global por haber insistido durante muchos a?os en que el sida no es una enfermedad transmitida por v¨ªa sexual, y por seguir afirmando, a¨²n hoy, que la mejor forma de combatirla no es por medio de la medicaci¨®n antirretroviral, cuya eficacia en frenar el mal ha sido cient¨ªficamente comprobada, sino consumiendo ajo y remolacha. Y esto en un pa¨ªs en el que mueren cerca de mil personas al d¨ªa a causa del sida.
Pero no todo son malas noticias. Como dec¨ªa Kgomotso Matsunyane, una columnista surafricana, esta semana, la complicidad entre Mbeki, Selebi y Tshabalala-Msimang es una verg¨¹enza, "pero lo que nos salva, en medio de toda esta basura, es que el sistema judicial sigue fuerte y permite que la gente poderosa sea investigada y procesada; y que tambi¨¦n haya mucha libertad de prensa, lo que nos permite leer sobre estas barbaridades todos los d¨ªas de la semana".
?sa es la herencia de Nelson Mandela que Thabo Mbeki no ha sido capaz de erradicar. Aunque si Mandela hubiera podido, como ha reconocido en privado, habr¨ªa evitado que Mbeki fuera su sucesor antes de abandonar la presidencia en 1999. Por respeto al principio de la democracia interna del ANC, no intervino. Pero desde que Mbeki asumi¨® el poder aquel a?o, los dos han evidenciado un creciente distanciamiento, hasta tal punto que Mandela ha lamentado p¨²blicamente la negligencia de Mbeki con el sida. Sobre el caso Selebi todav¨ªa no se ha pronunciado.
No es que Mbeki no sea un hombre inteligente. Como Mandela sabe muy bien, lo es, y se le ha reconocido mundialmente por lo que ha hecho en el terreno econ¨®mico y financiero, donde Sur¨¢frica goza de una admirable salud. La diferencia fundamental entre los dos dirigentes -es la misma diferencia entre la Sur¨¢frica que todo el mundo admir¨® y la que ahora observa con desilusi¨®n- tiene que ver con el respeto a la gente, a los poderosos y los ricos, tanto como a los desafortunados y los pobres. La imagen que ha proyectado Mbeki a trav¨¦s de su actuaci¨®n, o su par¨¢lisis, en el caso del jefe de la Interpol y en el de la ministra de Salud es que ha perdido inter¨¦s en las dos crisis m¨¢s lacerantes que afectan a su pa¨ªs, las que m¨¢s personas matan, las que m¨¢s sufrimiento causan a m¨¢s familias. -
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