Dos opciones, dos estilos
Un Obama c¨¢lido y sencillo frente a una Clinton fr¨ªa y profesional
En su ¨²ltima noche de campa?a en Las Vegas, Barack Obama cont¨® una hermosa historia ocurrida hace ya varios meses en la remota y diminuta localidad de Greenwood, en Carolina del Sur.
Obligado a ir a ese lugar como condici¨®n para conseguir el apoyo de un congresista del Estado, emprendi¨® camino una ma?ana antes de salir el sol con mucho m¨¢s sue?o que ganas. El d¨ªa hab¨ªa empezado mal, con un art¨ªculo negativo en The New York Times. Pero sigui¨® peor, al descubrir que le esperaban en Greenwood no m¨¢s de veinte personas. Una vez all¨ª, intent¨® cumplir con su trabajo. ?Qu¨¦ otra cosa pod¨ªa hacer!
Y se puso a estrechar manos e interesarse cort¨¦smente por los problemas de los presentes. De repente, una mujer de unos 60 a?os se puso a gritar: "?Vamos a conseguirlo! ?Estamos listos!". Una y otra vez. Las mismas frases. Tanto, que el resto de los que all¨ª estaban acab¨® core¨¢ndolas. Primero, t¨ªmidamente; despu¨¦s, a todo pulm¨®n. El candidato, entonces, salud¨® a la mujer, se despidi¨® de todos y se fue.
En el camino de regreso, Obama coment¨® con sus asesores que le hab¨ªa impactado lo ocurrido y que le hab¨ªan parecido fant¨¢sticos los gritos de ¨¢nimo de aquella se?ora. Poco tiempo despu¨¦s -esos gritos acabaron incorporados como esl¨®ganes de la campa?a-, The Wall Street Journal public¨® un reportaje en primera p¨¢gina sobre aquella mujer autora de tales esl¨®ganes y la hasta entonces an¨®nima ciudadana de Greenwood acab¨® hace un mes sentada al lado de Oprah Winfrey en un mitin en la capital de su Estado y aclamada por 30.000 personas.
"Es un ejemplo para m¨ª", dijo Obama el viernes por la noche ante unos 3.000 estudiantes de la Universidad de Nevada, "de que una sola voz puede cambiar a un grupo, un grupo puede cambiar una ciudad, una ciudad puede cambiar un Estado y, en ¨²ltima instancia, una sola voz puede acabar cambiando Am¨¦rica".
?ste es Obama, emocionante y c¨¢lido, sugerente y sencillo.
Apenas media hora despu¨¦s y a quince minutos en coche, Hillary Clinton hablaba en el gimnasio de un instituto de ense?anza media. La audiencia era notablemente mayor y significativamente m¨¢s femenina. Clinton no cont¨® ninguna bonita historia. Se limit¨® a decir que "no basta con denunciar la situaci¨®n en la que estamos, hay que ofrecer soluciones", desmenuz¨® su propuesta para crear un sistema de salud universal y habl¨® de la crisis de las hipotecas y de c¨®mo hacer frente a la probable recesi¨®n econ¨®mica. Todo ello, en un escenario rodeado de carteles con mensajes como "Hillary, la decisi¨®n inteligente" o "Soluciones para Am¨¦rica".
Obama estuvo solo sobre el escenario. Precedido brevemente por Rudy Rivera, un veterano de Irak. Clinton estuvo acompa?ada de su marido, el ex presidente Bill Clinton, de su hija, Chelsea, y del antiguo jefe de las fuerzas de la OTAN, Wesley Clark. La candidata se abrazaba de vez en cuando a su esposo y comentaba con ¨¦l algunas cosas al o¨ªdo. Pero no pod¨ªa evitar que todo se viera artificial y forzado.
Sin estar siquiera a su lado, Obama tuvo un recuerdo hacia su mujer, Michelle, que result¨® mil veces m¨¢s aut¨¦ntico. Cont¨® que, precisamente la noche anterior, hab¨ªa sido el cumplea?os de ella. 44, por cierto. La sac¨® a cenar a un restaurante elegante, pidi¨® un par de copas de champ¨¢n -"a Michelle le gusta el champ¨¢n", dijo- y le regal¨® una joyita. "La sorpresa lleg¨®", cont¨® Obama, "cuando ped¨ª la cuenta y vi lo que costaba el champ¨¢n. ?Dios m¨ªo! No pod¨ªa creerlo".
En el acto de Clinton hab¨ªa varios grupos de mujeres circulando entre los asientos de los participantes recogiendo firmas para comprometerse a participar en los caucuses de ayer. En el acto de Obama, hab¨ªa unos muchachos que hac¨ªan unas admirables piruetas con unos carteles de propaganda electoral.
No se puede decir que el acto de Clinton estuviera ausente de emoci¨®n. Realmente conmov¨ªa la pasi¨®n con la que una de las mujeres presentes gritaba "?Se?ora, presidenta! ?Se?ora presidenta!". Pero las cosas ocurr¨ªan de forma m¨¢s previsible, m¨¢s rutinaria, m¨¢s profesional.
Tampoco se puede decir que el acto de Obama fuera improvisado y espont¨¢neo. Los numerosos agentes del servicio secreto que le acompa?an no se lo permitir¨ªan, adem¨¢s. Pero s¨ª se notaba que no estamos ante un pol¨ªtico tradicional.
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