Moderados, abstenerse
El ¨¦xito de Aguirre frente a Gallard¨®n aleja del PP al electorado centrista
Aguirre empuj¨® a Gallard¨®n a tirarse al vac¨ªo, pero Rajoy les sigui¨®, con Pizarro de paraca¨ªdas. La sorda pugna entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallard¨®n por situarse en posici¨®n de suceder a Rajoy en caso de una segunda derrota electoral ha tenido un desenlace malo, para el l¨ªder, para los delfines y para el PP, tal como demuestra la encuesta publicada hoy en nuestras p¨¢ginas.
Gallard¨®n se ofreci¨® como n¨²mero dos de la lista encabezada por Rajoy con el argumento de que, para ganar y gobernar, el PP deber¨ªa ofrecer un programa y una imagen "de centro, moderado y pragm¨¢tico". Tanto para superar en votos al PSOE como para tener la posibilidad de alcanzar acuerdos para completar la mayor¨ªa. Gallard¨®n se ofrec¨ªa como garant¨ªa para facilitar ambos objetivos.
Pero su propuesta tropezaba con dos dificultades: la desconfianza del sector mayoritario del PP madrile?o, liderado por Aguirre, que ya le hab¨ªa ganado el pulso por el poder interno a fines de 2004; y la moral de derrota que transmit¨ªa su presencia como segundo del l¨ªder: para sustituirle tras un segundo fracaso seguido de dimisi¨®n. De ah¨ª las dudas de Rajoy y la decisi¨®n en el ¨²ltimo momento, que result¨® ser el peor: tuvo que tomarla bajo la amenaza de Aguirre de dimitir como presidenta madrile?a para poder presentarse tambi¨¦n ella si lo hac¨ªa su rival. Estableciendo una falsa equiparaci¨®n, puesto que el alcalde no tendr¨ªa que dimitir para ser candidato.
El gesto salom¨®nico fue por ello un tanto asim¨¦trico, con el resultado de que Gallard¨®n tambi¨¦n anunciase su retirada, luego matizada: lo decidir¨¢ despu¨¦s del 9-M. Es decir, cuando ya se sepa si Rajoy ha perdido o no. Todos quedan mal. Lo que quiso ser un gesto de autoridad de Rajoy se convierte en debilidad por su incapacidad para resistir el chantaje de Aguirre; y los dos delfines se desacreditan al demostrar su disposici¨®n a supeditar el cumplimiento de su contrato con los electores a su carrera pol¨ªtica.
Pero lo m¨¢s grave es el efecto de este episodio sobre el electorado. Fraga tuvo el m¨¦rito de agrupar en un partido conservador democr¨¢tico a todas las corrientes de la derecha, desde la centrista que hab¨ªa votado a UCD hasta los ex franquistas. Esa unificaci¨®n fue rentable electoralmente. En 1996, la izquierda (PSOE+IU) obtuvo dos millones largos de votos m¨¢s que la derecha, pero gobern¨® Aznar.
Un l¨ªder incapaz de gobernar su partido inspira desconfianza. Sobre todo si al final siempre o casi siempre cede en favor de los que m¨¢s presionan. Desde el partido o desde los medios. Comunicadores que llevan a?os tachando a Rajoy de maricomplejines han saludado la exclusi¨®n de Gallard¨®n como un triunfo propio. Considerar que el PP se ha convertido en un partido de extrema derecha ser¨ªa una exageraci¨®n, pero no lo es constatar que se est¨¢ empujando fuera de sus filas (y de las urnas) a los sectores conservadores identificados con la moderaci¨®n.
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