Prevenir la siguiente crisis
En una reuni¨®n a la que asist¨ª la semana pasada para analizar la crisis financiera que estamos viviendo y su impacto en el crecimiento, un banquero amigo sugiri¨® una soluci¨®n: que las autoridades salgan al rescate de los bancos con problemas, los nacionalicen y garanticen los dep¨®sitos de todos los clientes. Apoy¨® su propuesta en lo que parece que va a hacer el Gobierno brit¨¢nico con el banco Northern Rock, afectado por las inversiones en derivados de hipotecas basura.
A eso se le llam¨®, en la crisis de los ochenta, socializar las p¨¦rdidas.
Es curioso ver como los defensores de la libre empresa, normalmente cr¨ªticos con el pap¨¢ Estado, son los primeros en recurrir a ¨¦l para que les saque las casta?as del fuego. Y lo hacen inocentemente, sin pensar que exista ninguna contradicci¨®n entre ser partidarios de socializar p¨¦rdidas y, a la vez, de privatizar las ganancias.
Preservar la salud del sistema nos interesa a todos. Eso lo saben los banqueros que abusan de esa situaci¨®n
Sin embargo, si un sindicalista o un empresario sugiriesen hacer lo mismo en otras industrias, inmediatamente ser¨ªan acusados de intervencionistas.
Recuerden las enormes retribuciones fijas pagadas a los altos ejecutivos y directivos de la banca, as¨ª como los fondos de pensiones, las opciones sobre acciones y los bonus basados en los resultados a corto plazo de la empresa. Tengan en cuenta tambi¨¦n el hecho de que cuando el banco va mal, nadie les reclama esas retribuciones y, por el contrario, cobran enormes cantidades por marcharse (contratos blindados).
Pero mucho me temo que, como ha ocurrido en crisis anteriores, nuestras autoridades acabar¨¢n saliendo al rescate de los bancos que puedan entrar en situaci¨®n de riesgo por la irresponsable gesti¨®n de sus ejecutivos.
Y sin embargo, no deber¨ªa ser as¨ª. Porque se est¨¢ alimentando la siguiente crisis.
?Por qu¨¦ somos tan proclives a ayudar a los banqueros? Por una raz¨®n sencilla. A diferencia de lo que ocurre con otras industrias, si los bancos entran en riesgo, la desconfianza se generaliza, la gente retira sus dep¨®sitos, el cr¨¦dito desaparece y la econom¨ªa en su conjunto se frena, entra en recesi¨®n.
Preservar la salud del sistema nos interesa a todos. Y eso lo saben los banqueros. Y abusan de esa situaci¨®n.
Refiri¨¦ndose a esta combinaci¨®n de fragilidad del sistema financiero y de enormes retribuciones, el conocido e influyente analista Mart¨ªn Wolf se?alaba el pasado mi¨¦rcoles en The Financial Times ('Why regulators should intervene in bankers' pay') su miedo a que esta combinaci¨®n pueda destruir algo a¨²n m¨¢s importante para la econom¨ªa mundial que el crecimiento econ¨®mico: la legitimidad social de la econom¨ªa de mercado.
Evitar ese riesgo exige comprender los or¨ªgenes de esta crisis financiera. Para Wolf, en esos or¨ªgenes est¨¢ el sistema de pagos a los altos ejecutivos y directivos de las instituciones financieras. Un sistema de retribuci¨®n que les ha llevado a maximizar sus ganancias, aun a riesgo de provocar una crisis financiera global, como estamos viendo.
El mecanismo fue el siguiente. Aprovechando la existencia de la superabundancia de ahorro en el mundo y que grandes inversores globales no encontraban ya en los pa¨ªses emergentes (M¨¦xico, Argentina, Brasil, Tailandia, Indonesia) las altas rentabilidades que buscan, muchas instituciones financieras de los pa¨ªses desarrollados -especialmente de Norteam¨¦rica- comenzaron a dar pr¨¦stamos hipotecarios a ciudadanos de sus pa¨ªses, despreocup¨¢ndose de si eran solventes. A continuaci¨®n empaquetaban esas hipotecas, las troceaban (titulizaban) y vend¨ªan esos t¨ªtulos a inversores y bancos de otros pa¨ªses, deseosos a su vez de obtener altas rentabilidades. Con los ingresos obtenidos por la venta de esos derivados de hipotecas volv¨ªan a dar m¨¢s hipotecas. Y as¨ª fue, hasta que los insolventes comenzaron a dejar de pagar.
Aun cuando creaban grandes riesgos a largo plazo para sus instituciones y para el sistema financiero global, las elevadas rentabilidades a corto de esa pr¨¢ctica permitieron a los gestores de esos bancos obtener elevad¨ªsimas ganancias personales.
Pero el pecado no est¨¢ s¨®lo en el pecador, sino en los encargados de vigilar y supervisar esas pr¨¢cticas (supervisores, reguladores, autoridades, agencias de rating que certifican la calidad de los cr¨¦ditos y auditores).
?Qu¨¦ hacer ahora? Algunos liberales preferir¨ªan dejar al sistema financiero a los rigores del libre mercado: que el que la haga, la pague. Los radicales de izquierda preferir¨ªan la nacionalizaci¨®n de todo el sistema financiero: si hay que socializar las p¨¦rdidas, socialicemos tambi¨¦n las ganancias. Pero la historia ense?a que no podemos vivir con las consecuencias que se derivan de ambas soluciones.
Wolf propone una sugerente alternativa: cambiar el sistema de retribuci¨®n de los altos ejecutivos de la banca. El mecanismo actual consiste en elevadas retribuciones fijas y enormes bonus basados en los resultados a corto plazo. Esto hace que los directivos tengan incentivos para disfrazar la toma de riesgos como "creaci¨®n de valor". Wolf proponer cambiar este sistema de incentivos anuales por un sistema basado en los resultados a 10 a?os.
El problema es que los bancos no pueden llevar a cabo este cambio sin arriesgarse a perder a sus mejores ejecutivos. Aqu¨ª es donde entran en juego los reguladores. La idea de una intervenci¨®n oficial de este tipo le parece horrible a Wolf, pero no hacerlo es peor: repetir situaciones de crisis financieras como la actual.
Yo comprendo que a mi amigo banquero no le guste. Pero hay una cosa clara: de la misma manera que la guerra es demasiado importante para dej¨¢rsela a los generales, los bancos son demasiado importantes para dej¨¢rselos s¨®lo a los banqueros, por mucho que algunos de ellos sean personas prudentes y honestas.
La cuesti¨®n importante es prevenir la siguiente crisis.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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