El pacto de la Transici¨®n
La sentencia que condena a Atutxa por su reiterada negativa a disolver el grupo parlamentario af¨ªn a Batasuna plantea un problema y una sorpresa. El problema tiene que ver con los fundamentos del Estado democr¨¢tico: ?Hasta qu¨¦ punto el poder judicial puede intervenir en decisiones internas al poder legislativo? La extra?eza viene derivada de la sensaci¨®n de que en pocas semanas el Tribunal Supremo ha emitido dos sentencias aparentemente contradictorias. No se acaba de entender por qu¨¦ lo que val¨ªa para Bot¨ªn no vale para Atutxa, por qu¨¦ la acci¨®n popular por s¨ª sola no es suficiente para abrir un juicio oral contra Bot¨ªn pero s¨ª contra Atutxa.
En este pa¨ªs, como es sabido, toda sorpresa es convertida inmediatamente en sospecha por parte del que se siente afectado. Y el nacionalismo vasco es un experto en ver la mano de la pol¨ªtica debajo de cualquier decisi¨®n judicial que no le guste. El Estado de las autonom¨ªas es un sistema de recelos mutuos que coloca autom¨¢ticamente bajo duda cualquier decisi¨®n de un tribunal o instancia reguladora presuntamente neutral.
Ibarretxe opta por romper el pacto constitucional y dice que son los dem¨¢s los que lo han roto
La respuesta del lehendakari Ibarretxe a la condena de Atutxa ha sido acusar al Estado de romper el pacto de la Transici¨®n. Es la acusaci¨®n de moda: el PP lleva toda la legislatura diciendo que el PSOE se ha cargado el pacto de la Transici¨®n, el PSOE replica que el que se lo ha cargado es el PP, y los nacionalistas perif¨¦ricos dicen que los verdugos son los dos. ?Cu¨¢l es el verdadero objeto de esta oleada de melancol¨ªa que nos invade? ?Qu¨¦ es el pacto de la Transici¨®n?
Hay un solo elemento objetivo del pacto de la Transici¨®n: la Constituci¨®n, que fue su principal fruto. Pero no debe ser esto lo que a?ora Ibarretxe, porque el nacionalismo vasco lleva tiempo consider¨¢ndola obsoleta y reclamando su superaci¨®n. ?Hay otro pacto de la Transici¨®n? No. La Transici¨®n no tuvo una hoja de ruta pactada, sino que fue la suma de una serie de pasos que se fueron dando o acordando en funci¨®n de las circunstancias. Y finalmente fue la voluntad popular la que con su voto acab¨® decantando las cosas. No olvidemos que las elecciones de 1977 no fueron convocadas para ser constituyentes y que si despu¨¦s se convirtieron en tales fue porque la relaci¨®n de fuerzas que sali¨® de las urnas -con una izquierda y unos nacionalismos perif¨¦ricos mucho m¨¢s fuertes de lo que los neofranquistas esperaban- hizo imposible la pervivencia de la Ley de Reforma Pol¨ªtica como marco legal de referencia.
Si no hubo hoja de ruta pactada, si la Constituci¨®n siempre ha parecido insuficiente a los nacionalistas vascos, ?cu¨¢l es el pacto de la Transici¨®n que provoca el llanto jeremiaco del lehendakari? Me temo que es lo que algunos llaman el consenso. Un mito para todos los usos, que en la versi¨®n del PP, que lo ha descubierto recientemente, significa: "Yo digo lo que hay que hacer y t¨² lo haces". Un concepto del pacto al que Ibarretxe parece apuntarse. En realidad, lo que quiz¨¢s el lehendakari a?ora fue un juego de cambalaches bien intencionados que dif¨ªcilmente son repetibles en una democracia consolidada. Por ejemplo, el pacto de las primeras elecciones vascas en que UCD y PSOE aceptaron jugar un perfil bajo, porque, en un pa¨ªs peque?o como Euskadi, en el que todo el mundo se conoce, creyeron de buena fe que el PNV, desde el poder, podr¨ªa resolver para siempre el problema de ETA. El pacto de la Transici¨®n con el que sue?a el lehendakari es un cuento que dice que lo que se hace en Euskadi lo determina el PNV y los dem¨¢s juegan un discreto papel de comparsas, desde los jueces hasta los pol¨ªticos, pasando por cualquier instituci¨®n con poder e influencia.
El lehendakari sabe que esta idea suya del pacto de la Transici¨®n est¨¢ agotada. Precisamente por esto le conviene ahora darlo por solemnemente enterrado -por culpa del Estado, por supuesto, porque Ibarretxe siempre se olvida de que ¨¦l tambi¨¦n dirige una instituci¨®n del Estado-, para tener una coartada m¨¢s para el paso que viene anunciando desde hace tiempo: el refer¨¦ndum de octubre. El argumento es obvio: el pacto de la Transici¨®n ha sido roto, por lo cual Euskadi se ve obligada a plantear una nueva forma de relaci¨®n con el Estado y a pedir a los ciudadanos que la ratifiquen. O sea, que Ibarretxe opta por libre por la ruptura del pacto constitucional -el ¨²nico pacto objetivo de la Transici¨®n- y dice que son los dem¨¢s los que han roto el pacto. Nada nuevo bajo el sol: es ley de la pol¨ªtica que el nacionalismo busca la legitimidad de sus actos en el comportamiento del otro, contra el que se construye la cohesi¨®n nacional.
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