Todo un personaje
He le¨ªdo Zaplana. El brazo incorrupto del PP, un libro del periodista Alfredo Grimaldos. Lo publica la editorial Foca. Es probable que ustedes lo hayan visto: la sobrecubierta del volumen es llamativa, bufonesca, hiriente. El biografiado se nos presenta con picard¨ªa. Es m¨¢s, parece sacado de la literatura picaresca: con la mano izquierda se tapa la boca, una boca que esboza una sonrisa; y a la vez, con ojillos desafiantes, examina a alguien que est¨¢ fuera de campo. ?Quiz¨¢ un periodista molesto e inquisitivo? Las patas de gallo revelan un gesto chistoso y retador a un tiempo, la exacta mezcla de guasa y desd¨¦n. Pero no es esto lo m¨¢s significativo: lo sorprendente es el suntuoso reloj que aparece en la imagen. ?Y por qu¨¦ sorprende? Dicha pieza se desborda en la foto: es un peque?o tesoro que cuesta muchos miles de euros, un objeto que podr¨ªa figurar en un certamen de lujos cotidianos. Distingue a su portador, lo distancia, lo eleva y lo separa del resto gracias a su "dise?o elegante y deportivo", seg¨²n precisan los publicitarios de la firma. Mostrar ese admin¨ªculo solo est¨¢ al alcance de unos pocos: es una pieza ciertamente valorada que triunfa entre las nuevas clases emergentes y entre algunas de sus celebridades: Quincy Jones o Maradona o... Zaplana.
Tenemos a un caudillo moderno que hace de la acumulaci¨®n y del derroche vicario su raz¨®n
"La posesi¨®n de riqueza confiere honor; es una distinci¨®n valorativa", dec¨ªa Thorstein Veblen en su Teor¨ªa de la clase ociosa (1899). En las sociedades antiguas, la actividad depredadora era la tarea cotidiana y el h¨¢bito de las gentes. En las sociedades modernas, a?ade Veblen, "la propiedad acumulada reemplaza cada vez en mayor grado los trofeos de las haza?as depredadoras como exponente convencional de prepotencia y ¨¦xito". No es que ya no se conceda valor a la depredaci¨®n: es que hay menores oportunidades de obtener esos trofeos b¨¦licos. El hombre quiere distinguirse, pero en las sociedades modernas esto no suele lograrse con el hecho heroico o notable de la guerra. De ah¨ª que la acumulaci¨®n material consista, entre otras cosas, "en alcanzar un grado superior, en comparaci¨®n con el resto de la comunidad, por lo que se refiere a fuerza pecuniaria". O, en otros t¨¦rminos, lo que es insaciable en el hombre no es la necesidad material, sino su lustre: y ¨¦ste algunos lo logran con la riqueza ostensible, con esos lujos que prueban la calidad de su poseedor.
El libro de Alfredo Grimaldos se habr¨ªa beneficiado mucho si su autor hubiera empleado a Veblen para recrear la figura de Eduardo Zaplana, alguien que en sus p¨¢ginas aparece como un nuevo rico. Si es cierto lo que leemos en Zaplana. El brazo incorrupto del PP, entonces tenemos a un caudillo moderno que hace de la acumulaci¨®n y del derroche vicario su raz¨®n. No se trata de destruir riqueza como gesto desprendido, sino de organizar la pol¨ªtica como un potlach: como una fiesta exuberante en la que quien da espera recibir duplicado. Seg¨²n esa l¨®gica, hay que invertir bienes y recursos p¨²blicos para mostrarse y repartir d¨¢divas, para compartir el bot¨ªn, para prosperar personalmente, para tejer una red de beneficiados, de amigos pol¨ªticos.
?Es as¨ª Eduardo Zaplana? ?Fue as¨ª mientras desempe?¨® la presidencia de la Generalitat? Si hemos de creer lo que bi¨®grafo dice de ¨¦l, entonces buena parte de la descripci¨®n de Veblen se ajustar¨ªa a su figura. Grimaldos nos muestra la suma de rapi?as, el repertorio de gestas depredadoras que har¨ªan del ex presidente un George Duroy de nuestros d¨ªas, un Bel Ami, ya no de Maupassant, sino de s¨ª mismo: tal es la retah¨ªla de logros materiales, de beneficios secundarios, de gestos instrumentales, de maniobras indirectas que Grimaldos relata. Leo su volumen y vuelvo a ver una versi¨®n moderna de los trepas. Insisto: ?es as¨ª?
Yo no creo que Eduardo Zaplana sea un remedo de dichos personajes, al final siempre condenados. Tengo la impresi¨®n de que estamos intoxicados por el recuerdo de la literatura, raz¨®n por la cual a¨²n vemos a algunos de nuestros contempor¨¢neos con los perfiles de esos trepas, esos desgraciados que a la postre recib¨ªan su merecido. Seguramente, la vida se nos ha vuelto m¨¢s simple y ordinaria, menos novelesca; y, por tanto, pol¨ªticos como Eduardo Zaplana se parecen m¨¢s a ciertos personajes televisivos que siempre triunfan. ?A cu¨¢l de ellos podr¨ªa encarnar el ex presidente? ?Encarnar? Ahora que lo pienso, ¨¦l es un personaje televisivo, alguien que ejerce un papel, su papel; alguien que siempre sabe mostrarse ante las c¨¢maras represent¨¢ndose a s¨ª mismo: a ver si adivinan en qu¨¦ culebr¨®n de ¨¦xito.
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