Una ciudad muy rara
Se llam¨® Santa Mar¨ªa de los Buenos Ayres pero el fervor laicista del siglo pasado la redujo a "Buenos Aires" a secas. Reci¨¦n en 1996 se dio su propia Constituci¨®n, convirti¨¦ndose en Ciudad Aut¨®noma.
Este ajuste, que debi¨® ser un reconocimiento a la ¨²nica regi¨®n electoral donde nunca pudo imponerse el mayoritario movimiento peronista, sent¨® las bases para que en la capital cultural, administrativa y financiera de un pa¨ªs gobernado por el populismo progre del matrimonio Kirchner pudiera darse alguna vez un gobierno de derechas.
Al parecer, esto acaba de ocurrir. El gobernador Macri se autodefine p¨²blicamente como pragm¨¢tico y suele decir que preferir¨ªa ser progresista, porque s¨®lo a los gobiernos progres siempre se les disculpa que tengan la ciudad sucia, sus calles sembradas de baches y a sus funcionarios permanentemente citados por la justicia por evidencias de corrupci¨®n.
Nadie sabe cu¨¢ntos funcionarios tiene el Gobierno de la ciudad. Pueden ser cien o ciento cuarenta mil. Por iniciativa de Macri, y por primera vez, el Estado y los gremios acordaron realizar un censo para determinar una cifra, y, de paso, identificar cu¨¢ntos de ellos trabajan efectivamente.
Reci¨¦n hace un par de meses se pudo determinar a cu¨¢ntos artistas subvenciona esta rara ciudad: son alrededor de seiscientos. Aunque hace mucho que dej¨® de ser un municipio, sigue otorgando premios municipales que dotan al ganador de una renta vitalicia equivalente a la pensi¨®n de retiro de un oficial de polic¨ªa.
Hay infinidad de premios. Recientemente se han emitido con r¨¦gimen anual o bienal premios municipales de poes¨ªa, novela, cuento, ensayo, obra teatral in¨¦dita, obra teatral in¨¦dita y no representada, obra teatral representada, obra destinada a p¨²blico infantil, piezas de m¨²sica sinf¨®nica, m¨²sica de c¨¢mara, m¨²sica vocal, instrumental, para solista y voces, electroac¨²stica y esc¨¦nica, la lista es textual y se ha tomado de la ¨²ltima convocatoria. Como dec¨ªa Pessoa respecto a quienes, como ¨¦l, se sent¨ªan genios para s¨ª mismos, "son tantos que no puede haber tantos...".
No hace mucho, un artista premiado, de honda fe religiosa, agradeci¨® a Dios que lo favoreciese en aquel "importante sorteo".
Pero no todos son sorteos. A fines de los a?os noventa, un prestigioso jurado del diario La Naci¨®n premi¨® el cuento El espejo que huye, de Giovanni Papini, presentado con el t¨ªtulo La ilusi¨®n que se escurre por un se?or Azetti, a quien todav¨ªa le reclaman los diez mil d¨®lares recibidos.
El mismo diario, en sociedad con la filial argentina de Random House, por decisi¨®n de un jurado publicitado como "de lujo", premi¨® en 2006 la novela Nada, de la espa?ola Carmen Laforet, publicada en 1944.
Presentada por un profesor Di Nucci, el fraude sacudi¨® a la comunidad acad¨¦mica porque algunos colegas del supuesto autor defendieron la brillante "operaci¨®n intertextual" de su colega.
El doblaje al hispanoamericano de algunas series estadounidenses ha desplazado el sentido de la expresi¨®n "pat¨¦tico" que hoy se emplea para cualquier cosa, pero no encuentro imagen m¨¢s pat¨¦tica que la de un profesor y cr¨ªtico literario ocupando sus noches en escanear, mecanografiar y reambientar novelas de hace m¨¢s de medio siglo a fin de conseguir su ilusi¨®n de ganar un premio.
El a?o pasado, la filial argentina de Planeta decidi¨® desactivar su certamen de novela. Muchos lo atribuyeron al fallo judicial que, tard¨ªamente, conden¨® por fraude a un autor y al gerente editorial de la casa, que debi¨® dejar su empleo y emprendi¨® una exitosa carrera de agente literario.
No se descarta que el detonante de la cancelaci¨®n haya sido el certamen de 2006, que premi¨® El conquistador, de Andahazi, despertando indignaci¨®n en la ceremonia de entrega: el ganador ya era un autor de la casa, y su representante era el agente Schavelzon: el mismo que perdi¨® su empleo en el caso del fraude.
El ahora olvidable Premio Planeta tuvo quince ediciones anuales que s¨®lo dejaron un libro memorable -Plata quemada- y s¨®lo por el nombre de su autor y la fama que le transfiri¨® el ¨¦xito de taquilla del filme que inspirara.
Schavelzon, ahora en Barcelona, es un operador tan exitoso que consigui¨® que dos autores respetados como Marcelo Cohen y Mart¨ªn Kohan consignaran el nombre de su agencia en el copyright de sus libros, pr¨¢ctica que por lo que sabemos es la primera vez que se aplica a escritores vivos.
Marcelo Cohen no obtuvo resultados de su fichaje de Schavelzon ni por la gran campa?a de prensa que precedi¨® a su novela experimental Donde yo no estaba.
En cambio, Mart¨ªn Kohan, celebrado por el ¨¦xito de cr¨ªtica de El museo de la revoluci¨®n, consigui¨® la ¨²ltima edici¨®n del Premio Herralde, instituci¨®n sobre la que en Buenos Aires se preguntan por qu¨¦ en Espa?a ha sido tan poco cuestionada.
Alguna vez Borges escribi¨® que lo malo de los premios "no es que se concedan inevitablemente a obras malas, sino que la expectativa de ganarlos puede impedir que se escriban obras mejores".
Ciencias morales, el ¨²ltimo premio Herralde, no es el mejor libro de Mart¨ªn Kohan, tal como El pasado, ganador de una edici¨®n anterior, no est¨¢ a la altura de las expectativas que los lectores argentinos siguen cifrando en la brillante figura de Alan Pauls. Con diferentes recursos, ambas son novelas destinadas a impactar jurados, que s¨®lo pueden atraer a p¨²blicos impresionados por el ¨¦xito del momento, las cifras del premio y del tiraje, y el prestigio que sus autores ganaron cuando compet¨ªan por mejores metas.
Fogwill (Buenos Aires, 1941) es autor de novelas como Urbana (Mondadori) y Help a ¨¦l (Perif¨¦rica)
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