El problema de la propaganda
El problema de la propaganda es que el que la emite se la acaba creyendo. Con las mentiras que nos cuentan algunos pol¨ªticos, ellos construyen cada d¨ªa su paisaje cotidiano, en el que indefectiblemente se imaginan con las virtudes de Marco Aurelio, cuando tienen m¨¢s cerca los defectos de Cal¨ªgula. Le pas¨® a ?ngel Acebes, que se va a jubilar pensando que hay dos l¨ªneas de investigaci¨®n, y le est¨¢ pasando al se?or Atutxa a prop¨®sito de su condena por el Tribunal Supremo.
El ex presidente del Parlamento vasco se justifica argumentando que no cumpli¨® la orden judicial de disoluci¨®n del grupo parlamentario de la ilegal Batasuna porque en votaci¨®n parlamentaria los grupos pol¨ªticos se negaron a que se cumpliera. Cree sinceramente que es normal que cualquier Parlamento aut¨®nomo o Ayuntamiento pueda ignorar las sentencias judiciales con excusas reglamentarias y someter a votaci¨®n si las acata o no, y que sus se?or¨ªas decidan. Tampoco es edificante cuando recurre a excusas de mal pagador intentando descalificar la sentencia por el hecho de que los recurrentes son el turbio y fantasmal sindicato Manos Limpias, olvidando que la verdad es la verdad la diga Agamen¨®n o su porquero.
La pr¨®xima vez que un tribunal condene a un Parlamento a indemnizar a un trabajador despedido por su indumentaria, por discriminaci¨®n sexista, por usar una calefacci¨®n demasiado contaminante o por hacer ruidos molestos para los vecinos cuando intervienen Pujalte o Labordeta, debemos esperar el resultado de la votaci¨®n, en la que estos dioses menores decidan sobre el bien y el mal. Qu¨¦ tiempos aquellos en que los romanos insultaban a C¨¦sar al paso de su litera.
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