El Chinatown de la capital crece en Usera
La mayor colonia china se asienta en ese distrito del sur
Los dedos de Yenay amasan pacientemente la pasta de harina de arroz. Una y otra vez, con los antebrazos metidos dentro del barre?o de pl¨¢stico verde con florecitas. Hace las empanadillas una a una (Shen Jian Bao, las t¨ªpicas elaboradas en las calles de Shanghai), pellizco a pellizco de masa relleno de carne, todas las tardes en el sal¨®n peque?o de su restaurante, la zona m¨¢s l¨²gubre de un local oscuro y destartalado, con escasa ventilaci¨®n y una especie de puerta secreta que da a la galer¨ªa comercial de la calle de Hermosilla, en el barrio de Salamanca.
Su negocio, en el que participa toda la familia (marido e hijos, primos...), no tiene m¨¢s nombre que "Restaurante chino". Y siempre est¨¢ lleno, de chinos. Familias chinas enteras, j¨®venes y viejos, vienen de todas partes de Madrid, pero sobre todo del distrito de Usera, a comer y cenar en este restaurante casi an¨®nimo, cuya especialidad son los sabores de Shanghai, el lugar del que vinieron Yenay y su familia hace 10 a?os. En esa especialidad culinaria, y en el hot pot (una especie de fondu¨¦ china en donde se cuecen toda clase de verduras, carnes y mariscos) est¨¢ el secreto de su ¨¦xito y uno de los s¨ªntomas m¨¢s claros de la implantaci¨®n de la comunidad china en Madrid: comida china para chinos.
"Ya no abrimos restaurantes para espa?oles, sino para otros chinos"
"Nos lo advirtieron: 'Tr¨¢ete a los ni?os, ellos te har¨¢n de int¨¦rprete"
"A los chinos les encanta comer y probar especialidades de otras zonas de su pa¨ªs, porque la cocina china es muy rica y variada, ahora somos m¨¢s y ya no abrimos restaurantes para espa?oles sino para otros compatriotas", explica en perfecto castellano Blanca la hija de Yulan Ye, la presidenta de la Asociaci¨®n de Chinos en Madrid, una de las primeras familias que lleg¨® a la ciudad hace 18 a?os procedente de Wenzhou (Costa Este del pa¨ªs asi¨¢tico). En la Comunidad de Madrid viven hoy 33.942 chinos (de los 107.000 que hay en toda Espa?a), seg¨²n datos del observatorio de la Comunidad -26.569, seg¨²n los datos del INE- de los que casi 19.400 lo hacen en la ciudad y, de ¨¦stos, 4.000, seg¨²n el padr¨®n municipal, se han establecido en el distrito de Usera, hasta representar el 3,4% de sus 116.800 vecinos. En Usera crece hoy el Chinatown madrile?o.
"Todo lo que quieras de China lo encuentras aqu¨ª", dice el hijo de Yenay, que va a comprar a un supermercado chino de la calle de Rafaela Ibarra, una de las principales arterias de Usera, en la que se concentran decenas de negocios chinos de todo tipo. Basta con darse una vuelta por all¨ª, o por la calle de Dolores Barranco (en el barrio de Pradolongo, uno de los m¨¢s antiguos del distrito) para comprobar que es una zona en la que China se ha hecho fuerte.
"Sus locales pueden representar ya el 40% de los comercios del distrito", dice Juan Carlos Mart¨ªn, presidente de la asociaci¨®n de vecinos de Cornisa, una de las m¨¢s activas del barrio. "En algunas zonas, como en la calle Dolores Barranco, el 85% de los comercios son propiedad de ciudadanos chinos porque ya no se limitan a la alimentaci¨®n, ahora ya venden calzado, ropa, tienen bazares, peluquer¨ªas, talleres textiles...", cuenta y asegura que el fen¨®meno de asentamiento en la zona se ha producido de forma m¨¢s patente en los ¨²ltimos cuatro a?os: "En 2004 ten¨ªamos s¨®lo tres alumnos chinos en nuestras clases de espa?ol y ahora tenemos una lista de espera de 60", dice.
Sin embargo, el aspecto de este chinatown madrile?o no tiene nada que ver con el de Londres o con el de Nueva York. No hay grandes puertas chinas labradas, no predomina el color rojo en las calles, ni los dorados ni los luminosos, ni los farolillos. A este chinatown hay que asomarse.
Lo que a primera vista puede parecer un almac¨¦n, un garaje o un comercio sin nombre, es una casa de comidas, un locutorio, una librer¨ªa o una tienda de regalos o comestibles. A cada paso un comercio distinto con una oferta diferente. Y, en este sentido, es m¨¢s china o m¨¢s Pek¨ªn que cualquier barrio caracterizado como chino de otras partes del mundo.
Esta zona de Usera es la misma en la que, por primera vez, unos ciudadanos chinos, propietarios de un locutorio, se atrevieron a denunciar a principios del a?o pasado que varios "supuestos polic¨ªas" les ped¨ªan la cartera a sus clientes y les robaban el dinero que llevaban con la excusa de querer ver su documentaci¨®n. "No hemos vuelto a tener ning¨²n problema", dice Fuxiao Lou, de 27 a?os y a cargo del establecimiento: un antiguo garaje que, a base de meterle sillones y terminales de ordenador, ha terminado por convertirse en un ciber lleno de adolescentes asi¨¢ticos d¨¢ndolo todo con los videojuegos. Aquella denuncia, y la posterior reuni¨®n que mantuvieron con la delegada del Gobierno, Soledad Mestre, fue una muestra m¨¢s de que la comunidad china cobraba fuerza en el barrio progresivamente y renunciaba a la sumisi¨®n y al silencio que les caracteriz¨® hist¨®ricamente, para pasar a usar los recursos y a reivindicar sus derechos en la sociedad madrile?a.
La presencia china crece en Usera desde que empezaran a asentarse all¨ª estos inmigrantes orientales a finales de los a?os noventa atra¨ªdos por alquileres baratos (el precio medio del metro cuadrado es de 3.222 euros en vivienda nueva frente a los 3.978 de media del resto de la ciudad; y de 3.229 euros en vivienda de segunda mano frente a los 4.277 de media en Madrid).
Nada m¨¢s salir del locutorio de Fu, en la manzana de enfrente, encontramos una antigua farmacia en plena metamorfosis: en cuesti¨®n de minutos ser¨¢ un restaurante chino de comidas r¨¢pidas. Basta con pegar con cuidado dos enormes letras rojas chinas en los ventanales del austero local (cuatro mesas de madera y un mostrador-expositor) para achinarlo, independientemente de que la cruz verde de la farmacia contin¨²e en la fachada. Ye Xia (rebautizada como Elena: 19 a?os, vestido rojo ajustado y botas) dirige la operaci¨®n para que las enormes letras queden rectas. ?Qu¨¦ pone? "Casa de vino", responde Elena.
Lleg¨® con sus padres, que apenas hablan espa?ol, hace cuatro a?os desde un pueblecito llamado Qin Tian, en la provincia de Zheijiang. Hace dos a?os trabajaban en un restaurante y ahora han conseguido la m¨¢xima ambici¨®n de todo chino que se precie: montar su negocio.
As¨ª es como funciona y ha funcionado esta comunidad. "Llegamos con el contacto de un familiar o amigo, buscamos un sitio barato donde vivir (hace 10 a?os Usera era el sitio perfecto -con la renta per c¨¢pita anual m¨¢s baja de la ciudad unos 8.000 euros frente a los 12.000 de media-), empezamos trabajando para otro compatriota, y despu¨¦s, si podemos, montamos nuestro propio negocio en la zona donde vivimos o cerca", explica Blanca. "Luego, s¨®lo intentamos que las nuevas generaciones que nos sucedan tengan m¨¢s oportunidades y vivan mejor", a?ade. Asegura tambi¨¦n que todos los inmigrantes chinos cuentan con la comprometida ayuda de los que les han precedido en la inmigraci¨®n: "Es como una m¨¢xima, nos ayudamos mucho entre nosotros, sabemos que el bien de uno es el bien de todos".
Otra de las claves de la implantaci¨®n de la comunidad china y una caracter¨ªstica de su manera de emigrar es llevar a los hijos con ellos: "Es lo primero que le dijo mi t¨ªo a mis padres, cuando ¨¦l ya estaba aqu¨ª: "Tr¨¢ete a los ni?os porque ellos ser¨¢n tus int¨¦rpretes". Los menores aprenden el idioma con mucha facilidad. "Me volv¨ª tan imprescindible para mis padres que no podr¨ªa dejarles tirados con el restaurante, me necesitaban para cualquier papeleo", recuerda Blanca de aquellos primeros a?os. Ahora regenta un pr¨®spero negocio de venta al por mayor de ropa infantil.
Pero en Usera, cada vez hacen falta menos int¨¦rpretes de espa?ol y m¨¢s de chino y ocurre cada vez m¨¢s que los nuevos negocios est¨¢n dirigidos a los miembros de su comunidad. En la librer¨ªa china, donde hay desde libros de texto hasta pel¨ªculas, hay dos mujeres al mando incapaces de decir una palabra en castellano. Algo parecido ocurre en la peluquer¨ªa de enfrente, anunciada con letreros en chino y con bastante actividad y clientela fundamentalmente asi¨¢tica. En el supermercado, pocos metros m¨¢s adelante, su due?a, procedente tambi¨¦n de Wenzhou, s¨®lo alcanza a decir dos palabras en espa?ol: "Barato" y "gracias", pese a llevar m¨¢s de 14 a?os en Espa?a. Su hija Luna, de 24 a?os, lo habla a la perfecci¨®n y comenta que por ese supermercado, donde hay desde toda clase de noodles ?hasta cangrejos vivos!, pasan todos los chinos de Madrid. Ella va alquilar el local de enfrente "para montar una tienda de regalos para las bodas chinas: invitaciones, cajitas con caramelos y todas esas cosas". Cosas de chinos para chinos. As¨ª, crece y crece el Chinatown madrile?o.
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