La pol¨ªtica internacional en las primarias
Los presidentes de Estados Unidos, despu¨¦s de las elecciones, no siempre hacen realidad sus promesas en materia de pol¨ªtica exterior. John Kennedy se comprometi¨® a restaurar la superioridad militar estadounidense, descubri¨® que la superioridad no significaba nada en la crisis de los misiles cubanos y entonces propuso negociar el final de la guerra fr¨ªa. Lyndon Johnson acus¨® a los republicanos de ser el partido de la guerra, y a continuaci¨®n empuj¨® al pa¨ªs al desastre de Vietnam. Nixon denunci¨® a los que quer¨ªan negociar con China, y despu¨¦s visit¨® Pek¨ªn. Reagan exigi¨® el fin del Imperio del Mal y luego se pase¨® amigablemente con Gorbachov por la Plaza Roja. El presidente actual dijo que iba a reducir las intervenciones exteriores de Estados Unidos, y ahora hace hincapi¨¦ en la hegemon¨ªa mundial.
Clinton y Obama saben que ¨¦sta es una ¨¦poca posimperial, pero no osan decirlo
Los nuevos presidentes de EE UU heredan los problemas sin resolver de sus predecesores. Tambi¨¦n, la inercia del aparato de pol¨ªtica exterior, decidido a perpetuar su influencia, su poder y sus puestos de trabajo. Los presidentes son abanderados -con o sin entusiasmo- del triunfalismo imperial que une a una naci¨®n dividida en otros aspectos. Nunca se ve mucha reflexi¨®n presidencial, por muy inteligente que sea la persona en cuesti¨®n. En muchos casos, saben m¨¢s de lo que creen que pueden decir. Eisenhower pensaba que sus generales no ten¨ªan sentido del l¨ªmite, Johnson sab¨ªa que era imposible ganar la guerra en Vietnam, Nixon se burlaba del anticomunismo sobre el que hab¨ªa construido su carrera. Quiz¨¢ la excepci¨®n sea Bush, que puede que piense verdaderamente lo que dice.
La pol¨ªtica exterior no est¨¢ ocupando un lugar destacado en las elecciones primarias, dominadas por preguntas sobre la capacidad y el car¨¢cter de los candidatos y por la econom¨ªa. La cuesti¨®n del car¨¢cter consiste, normalmente, en saber si el candidato tiene la fuerza suficiente para derrotar a los enemigos del pa¨ªs. Otra pregunta m¨¢s realista que no suele hacerse es si el candidato tiene la fuerza suficiente para hacer frente al aparato de pol¨ªtica exterior. El ¨²ltimo presidente al que el aparato ha cerrado el paso es Bush, cuya ret¨®rica antiiran¨ª es m¨¢s ruidosa cuantas menos posibilidades tiene de ordenar a sus oficiales que vayan a la guerra.
Los dem¨®cratas prometen retirar las tropas estadounidenses de Irak lo antes posible. Los republicanos hablan de mantener el rumbo, sin especificar cu¨¢l es ese rumbo. McCain asegura que el "refuerzo" est¨¢ funcionando. Seguramente sabe que el mayor refuerzo es el que han experimentado los sobornos a los baazistas, y que las regiones que ahora est¨¢n tranquilas volver¨¢n a sumirse en el caos en cuanto se vayan las tropas de Estados Unidos. Clinton y Obama han discutido a prop¨®sito de Irak, pero sus diferencias son m¨ªnimas. Obama prefiere sacar a las tropas de Irak pero mantener reservas en Kuwait para un posible regreso, y Clinton quiere conservar una fuerza en Irak para ayudar al Gobierno amigo (completamente imaginario). Obama ha criticado a Clinton por dejar carta blanca a Bush en Ir¨¢n, pero se niega a excluir la posibilidad de un ataque contra dicho pa¨ªs. Como de costumbre, los dem¨®cratas, temerosos de que les tachen de d¨¦biles, no saben ofrecer alternativas serias. Eso s¨ª, se atreven a exigir mayores esfuerzos en Afganist¨¢n... sobre todo por parte de los europeos.
Los republicanos, que desconocen tanto el islam como la historia moderna, no dejan de lanzar advertencias sobre el "islamofascismo". Romney declara que el islam busca convertirpor la fuerza a todo el mundo, McCain ampl¨ªa la lista de enemigos para incluir especialmente Rusia, y habla de Putin como si fuera Stalin. Huckabee tambi¨¦n expresa su miedo al islam, pese a que la sharia deber¨ªa ser de su agrado: pretende sustituir la Constituci¨®n estadounidense, excesivamente laica, por las leyes b¨ªblicas. Giuliani desprecia a quienes afirman que el mundo es complejo: nuestros enemigos son identificables, lo ¨²nico que falta es eliminarlos. Los candidatos no parecen conocer la tradici¨®n republicana de realismo y contenci¨®n en la pol¨ªtica exterior.
Tanto dem¨®cratas como republicanos tienen intenci¨®n de dedicar m¨¢s recursos al infinito agujero negro del presupuesto del Pent¨¢gono. Los dem¨®cratas no dicen que eso har¨¢ que sea muy dif¨ªcil financiar sus programas sociales, y los republicanos ignoran sus habituales demandas de reducci¨®n del gasto p¨²blico. Los dos partidos resultan indistinguibles a la hora de prometer apoyo incondicional a Israel y de calificar como "terrorismo" a la resistencia palestina a la ocupaci¨®n.
Con todo, existen diferencias significativas en las respectivas visiones del mundo de los candidatos. Los dem¨®cratas son partidarios de un proyecto pedag¨®gico y de desarrollo de dimensi¨®n mundial. Los republicanos quieren erradicar la oposici¨®n a Estados Unidos por la fuerza y dejar que el mercado y la cultura de masas transformen los sectores de la humanidad que a¨²n tienen la desgracia de no ser como los estadounidenses. Los dem¨®cratas insisten en la eficacia y la necesidad de cooperar con otros pa¨ªses. Los republicanos no mencionan el nombre de su presidente, pero son tan esc¨¦pticos como ¨¦l a prop¨®sito de la ONU y las instituciones internacionales en general. Ambos partidos desean convertir la OTAN en una alianza mundial dirigida por Estados Unidos. Los dem¨®cratas, desde luego, se inclinan m¨¢s que los republicanos a promover la cooperaci¨®n internacional para controlar el deterioro ambiental, pero no se oye hablar de ello.
La versi¨®n actual del multilateralismo que tienen los dem¨®cratas plantear¨¢ problemas (en el caso de que ganen) a los europeos. Los dem¨®cratas creen que los europeos deben hacer m¨¢s cosas, gastar m¨¢s y luchar m¨¢s, con arreglo a unas condiciones fijadas por Estados Unidos. Por supuesto, Clinton y Obama saben que nos encontramos en una ¨¦poca posimperial, pero ninguno de los dos se atreve a decirlo todav¨ªa.
En cuanto a los republicanos, tienen la misma incomprensi¨®n y el mismo desd¨¦n por Europa que la gente de Bush. Sea quien sea el pr¨®ximo presidente, los europeos tendr¨¢n que decidir cu¨¢l es su propio papel en el mundo. Si consiguen construir ese papel, podr¨¢n ayudar a un presidente estadounidense deseoso de explicar a su pa¨ªs los l¨ªmites de su soberan¨ªa.
Norman Birnbaum es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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