A nueve
Ayer me precipit¨¦ a leer el diario. Buscaba como un poseso la columna del a?orado Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n. Igual que el cojo o el manco sue?an con el miembro amputado, mi condici¨®n cul¨¦ buscaba desconsolada la palabra del maestro. Estoy seguro de que MVM me hubiera explicado qu¨¦ hac¨ªa yo la noche del domingo enganchado al Real Madrid-Villarreal (Canal +). Por la tarde hab¨ªa salido de casa, de manera que no hab¨ªa visto el Athletic-Bar?a. Curioso, eso nunca me ocurre cuando las cosas van bien, en tales circunstancias siempre consigo conjugar admirablemente mi vida familiar con la futbol¨ªstica d¨¢ndole al pay per view. Pero el domingo un extra?o presentimiento me impuls¨® a buscarme un concierto de tarde. Los conciertos constituyen una metadona sumamente eficaz: no puedes ponerte los pinganillos de la radio, porque entonces no oir¨ªas la m¨²sica, as¨ª que no te queda m¨¢s remedio que preguntarle al acomodador (tengo identificados a los acomodadores cul¨¦s de las principales salas barcelonesas). Mi confidente me inform¨® en la media parte (del concierto y del partido): 0 a 1, Messi. Tocaba sufrir. Como cuando el tenor fuerza y no dejas de pensar que se romper¨¢ de un momento a otro.
Llegu¨¦ a casa justo cuando terminaba el encuentro en San Mam¨¦s y comenzaba el del Bernab¨¦u. Por el tono de voz de mi radiofonista de cabecera, Joaquim Maria Puyal, supe que la cosa se hab¨ªa torcido. Cielos, si el Madrid ganaba se pon¨ªa ?a nueve puntos! Pronto, el plus. Minuto ocho, Robinho, 1 a 0. ?A nueve puntos, estamos a nueve puntos! Siete minutos m¨¢s tarde, Rossi nos volv¨ªa a dejar a siete. Virgencita, que nos quedemos como estamos. Y nos quedamos, pero s¨®lo hasta la segunda parte, cuando de nuevo Robinho (2-1) y Capdevila (2-2) jugueteaban con nuestros infartos. En esas and¨¢bamos cuando sali¨® Sneijder. Supe que era el final y no me equivocaba: 3-2. A nueve puntos. Cerr¨¦ la tele sin esperar a ver Eyes wide shut (TVE-1). Mi masoquismo no llega a tanto. Y menos si no est¨¢ Manolo para explic¨¢rmelo.
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