Tomate y carnaval
Tele 5 ha decidido clausurar Aqu¨ª hay tomate, un programa que ha conseguido mantener en antena durante cinco a?os un tipo de informaci¨®n absolutamente prescindible y hasta desagradable gracias a dos recursos infalibles: convertir al espectador en un esp¨ªa inmediato de la vida ajena y, esto es lo fundamental, hacer de la noticia que se va a dar algo que se aplaza una y otra vez para crear unas expectativas que al final siempre se frustran porque la noticia anunciada resulta ser, al cabo de una hora, una chorrada completamente insustancial. Es el mismo esquema de gui¨®n que utilizan en la informaci¨®n deportiva de Cuatro: Lama y Carre?o consumen dos tercios de su tiempo en anunciar los escasos cinco minutos de informaci¨®n real que acaban dando. La f¨®rmula maestra del programa estrella de Tele 5 sobrevive -qui¨¦n lo dir¨ªa- en Cuatro, y eso da que pensar.
Pero ¨¦sta es la noticia estrella del mundo anal¨®gico: se acab¨® el Tomate. Y no puedo eludir la tentaci¨®n, ahora que Canal Sur se ha entregado al carnaval de C¨¢diz, de intentar una lectura del final del programa de Tele 5 como una incapacidad empresarial de asumir la desverg¨¹enza carnavalesca que en C¨¢diz pone a la gente donde se merece y no se anda con melindres a la hora de decir la verdad de los m¨¢s encumbrados. La creatividad afilada que se desata en el carnaval es un aut¨¦ntico tesoro, la tradici¨®n andaluza m¨¢s l¨²cida, libre y divertida de que podemos sentirnos verdaderamente orgullosos sin tener que pagar el peaje de vestir cualquiera de los uniformes con los que se acude a la Semana Santa o a los toros: ?alguien da m¨¢s?
Perm¨ªtanme un par de confidencias. Yo empec¨¦ a entender el mundo del carnaval, que tambi¨¦n tiene su lado cruel, cuando le¨ª un cuento de Clar¨ªn llamado Pip¨¢. Intentando hacerme con ese cuento me di cuenta de que Clar¨ªn, el escritor m¨¢s complejo de nuestro siglo XIX, dotado de una iron¨ªa imbatible, resultaba ser un rom¨¢ntico que clama por el destino de las v¨ªctimas. Yo entend¨ª a Ana Ozores, la Regenta, gracias a la inversi¨®n carnavalesca que propici¨® la muerte del ni?o Pip¨¢, el que quer¨ªa ser delantero de la tralla.
Segunda confidencia. En agosto del a?o pasado, en Rota, estuve en una fiesta en la que estaban, entre otros muchos, un grupo de carnaval del pueblo, y ?ngel Gonz¨¢lez, el poeta, que cerr¨® la fiesta cantando las canciones m¨¢s escandalosas que nunca he o¨ªdo. Aquello se parec¨ªa mucho a la felicidad.
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