Encadenada a Jack Kerouac
Una personita interesante. Jud¨ªa elegante, clase media, de aspecto triste y buscando algo. Parec¨ªa muy polaca". As¨ª describi¨® Jack Kerouac, en su libro ?ngeles de desolaci¨®n, a la escritora Joyce Johnson, con palabras en las que ella dice no reconocerse. Menuda y de movimentos ralentizados por el peso de sus 75 a?os, esta mujer, que durante dos a?os fue novia del beat por excelencia, autor de En el camino, conversa, arropada por una mecedora de madera, en su casa del Upper West Side de Nueva York. De joven fue una atractiva rubia de cara redonda y ojos saltones cuyo rostro se intuye en la fotograf¨ªa que acompa?a a este reportaje. En primer plano, desafiante, Jack Kerouac.
"Para m¨ª es una frustraci¨®n que se me asoci¨¦ a ¨¦l constantemente porque llevo toda la vida escribiendo", asegura. "Firm¨¦ mi primer contrato editorial para publicar mi primer libro, Come and join the dance, con 21 a?os, algo ins¨®lito en los cincuenta. Soy escritora, y no creo que Personajes secundarios (que obtuvo el Premio Nacional del C¨ªrculo de Cr¨ªticos Literarios Estadounidenses) sea el mejor de mis ocho libros. El tiempo ha pasado, y creo que ha madurado mi manera de escribir, pero la gente est¨¢ obsesionada con estas memorias y nadie sabe verme de otra forma, unida para siempre a Kerouac, la eterna novia de Kerouac", se lamenta Johnson al arrancar su encuentro con EL PAIS.
Ella estaba junto al escritor el d¨ªa en que se public¨® la primera cr¨ªtica de 'En el camino', todo un acontecimiento editorial
"Muchos hombres de la ¨¦poca despreciaban el trabajo de las mujeres artistas, pero Jack siempre me apoy¨®"
Personajes secundarios, publicado en 1983 y que ahora se edita en Espa?a (Libros del Asteroide), est¨¢ considerada por la cr¨ªtica estadounidense como una de las mejores cr¨®nicas sobre la generaci¨®n beat. Con un t¨ªtulo algo c¨ªnico, que ironiza sobre el papel decorativo que desempe?aron las mujeres en aquella corriente literaria, Johnson relata sus experiencias como amante de Jack Kerouac, pero sobre todo como miembro de una generaci¨®n cuyo desasosiego y descontento espiritual encontr¨® voz y refugio en libros como Aullido, de Allen Ginsberg, o En el camino, de Kerouac.
Tras la II Guerra Mundial, en un pa¨ªs dominado por el miedo al comunismo y a la bomba nuclear, el consumismo se convert¨ªa en la nueva cultura, mientras los hijos de quienes hicieron la guerra se transformaban en la primera generaci¨®n acomodada de la historia. Sin embargo, muchos de ellos no estaban dispuestos a mantener ese preciado statu quo que la generaci¨®n anterior se esforzaba por preservar. Quer¨ªan cambios, y entre ellos, quiz¨¢ los m¨¢s osados, fueron los que demandaron mujeres como Johnson, como Hettie Jones o Elise Cowen, escritoras pioneras que reivindicaron con su forma de vida derechos feministas una d¨¦cada antes de que aquella palabra existiera oficialmente.
Johnson, que comenz¨® a frecuentar la bohemia neoyorquina con apenas 13 a?os, se atrevi¨® a independizarse a los 18, cuando las convenciones de la ¨¦poca s¨®lo permit¨ªan a las mujeres abandonar su hogar familiar con un anillo de compromiso en el dedo. Su curiosidad la llev¨® hasta el downtown de Nueva York, en cuyos caf¨¦s se mezclaban personajes como Gingsberg o pintores como Franz Kline con adolescentes como ella bajo el humo perpetuo del tabaco y la marihuana. En lugares como el bar Cedar, y con un whisky en la mano, se hablaba de poes¨ªa, de sexo, de filosof¨ªa, de Dios, de sue?os, de anhelos y de viajes imaginarios alejados del conformismo y la uniformidad de la vida que se esperaba de ellos. Johnson se convirti¨® en parte del c¨ªrculo m¨¢s cercano de aquellos j¨®venes rebeldes que con la publicaci¨®n de En el camino en 1957 dejaron de ser an¨®nimos para transformarse en las primeras estrellas de la cultura de masas.
Ella estaba junto al escritor el d¨ªa en que se public¨® la primera cr¨ªtica de En el camino, todo un acontecimiento en el mundo editorial de entonces. "Si Fiesta lleg¨® a ser considerada el testamento de la generaci¨®n perdida, no hay duda de que En el camino ser¨¢ reconocida como el testamento de la generaci¨®n beat", clamaba el cr¨ªtico Gilbert Millstein desde las p¨¢ginas de The New York Times en septiembre de 1957. Tras leerla, en un quiosco cercano a la casa de Johnson, Kerouac se qued¨® perplejo y le pregunt¨®, inseguro: "?Es una buena cr¨ªtica, verdad?". Fue ella quien tuvo que asegurarle y repetirle que aquellas palabras eran las mejores que un escritor hubiera podido desear.
El apartamento de esta mujer ¨¢spera, que a veces baja la guardia y sonr¨ªe, rebosa de libros y cuadros. Los primeros son la pasi¨®n de su vida, y en las estanter¨ªas su pasado de beatnik salpica inmediatamente: Los subterr¨¢neos, Las mujeres de la generaci¨®n beat, Yonqui. Los cuadros, en cambio, pertenecen a sus dos maridos, James Johnson y Peter Pinchbeck, en quienes encontr¨® el amor despu¨¦s de que una fr¨ªa noche de oto?o, en 1958, ella decidiera romper con Kerouac. El escritor era al¨¦rgico al compromiso, y tras casi dos a?os de encuentros y desencuentros, noches ahogadas en alcohol y una permanente sensaci¨®n de distancia que nunca la hizo sentirse del todo amada, ella, de 21 a?os, y ¨¦l, de 34, se separaban a gritos en una esquina an¨®nima. ?l s¨®lo le dijo "te quiero" una vez. Ella, demasiadas.
"En cierto modo, Jack [Kerouac] era impenetrable. Su verdadero yo se manten¨ªa escondido", explica Johnson. Pero si se le pregunta por la supuesta misoginia del escritor, reacciona con ferocidad. "La palabra mis¨®gino es un t¨¦rmino grosero; creo que todo es m¨¢s complicado que eso. Jack estaba atrapado por la relaci¨®n con su madre, no se pod¨ªa separar de ella, y por eso no fue capaz de construir nada con ninguna mujer. De esa manera permanec¨ªa fiel a la madre. Y supongo que en el fondo la odiaba por ello. Creo que sus relaciones m¨¢s profundas fueron con hombres. Siempre estaba en busca de ese hermano que hab¨ªa perdido de peque?o. Sin duda sent¨ªa atracci¨®n hacia las mujeres, yo nunca sent¨ª que fuera mis¨®gino, simplemente era una persona terriblemente problem¨¢tica. Ten¨ªa ideas clavadas en su interior de las que no pod¨ªa desprenderse. Muchas veces me dec¨ªa que tem¨ªa que yo, aunque le dejaba libertad, en realidad s¨®lo quer¨ªa tener hijos con ¨¦l, y desde su punto de vista la idea de traer un hijo al mundo era sin¨®nimo de traer m¨¢s muerte al mundo".
Tras esta reflexi¨®n hace una pausa y se queda pensativa, creando un silencio inc¨®modo. Vuelve a mirar a su interlocutora y a?ade: "Despu¨¦s de todos estos a?os, yo todav¨ªa lucho por entender qui¨¦n era Kerouac. Y sigo aprendiendo sobre ¨¦l a medida que se va publicando nueva informaci¨®n sobre su obra y su persona".
Antes de conocerle, Johnson ya estaba enamorada del autor. A¨²n no hab¨ªa visto su fotograf¨ªa, pero hab¨ªa le¨ªdo su primer libro, La ciudad y el campo. "Me impact¨® mucho porque me dio la sensaci¨®n de que hablaba sobre m¨ª, sobre mi propia lucha. Hijos que ten¨ªan que romper con su familia, con la sociedad, aunque ¨¦l nunca se atrevi¨® a romper con la suya. Es curioso, ?no?", se pregunta.
Se hicieron novios gracias a Allen Ginsberg, quien entonces era amante de Elise Cowen, poeta olvidada de la generaci¨®n beat que fue ¨ªntima amiga de Johnson. Ginsberg les organiz¨® una cita a ciegas, se gustaron y as¨ª comenz¨® una tortuosa relaci¨®n cargada de separaciones, altibajos pasionales y decenas de cartas que Johnson recopil¨® recientemente en el libro Door wide open. A beat love affair in letters 1957-1958. "Jack era un hombre tremendamente atractivo. Y a pesar de ser muy t¨ªmido, era una persona muy carism¨¢tica", explica sin que parezca ya importarle conversar sobre el hombre de cuya sombra nunca ha podido desprenderse.
Su alcoholismo, que finalmente acab¨® con su vida en 1969, tambi¨¦n empa?¨® su relaci¨®n con Johnson. "Su familia era franco-canadiense, fuertes consumidores de alcohol, sobre todo su padre; pero yo creo que Jack beb¨ªa porque estaba deprimido, siempre estuvo deprimido, y creo que en los ¨²ltimos d¨ªas de su existencia bebi¨® deliberadamente para acabar con su vida, porque el suicidio hubiera sido pecado", cuenta esta herm¨¦tica mujer que llor¨® tras aquella ruptura, pero que hoy dice que "habr¨ªa sufrido mucho m¨¢s si nos hubieramos casado".
Temperamental, excesivo, problem¨¢tico, pero genial, Jack Kerouac s¨ª ayud¨® a Joyce Johnson en su crecimiento profesional. "Muchos hombres de la ¨¦poca despreciaban el trabajo de las mujeres artistas, pero Jack siempre me apoy¨®. Siempre trataba de ense?arme algo nuevo, y me invitaba a ser m¨¢s ambiciosa, mejor escritora; me dec¨ªa que ten¨ªa que salir a la carretera, que eso ser¨ªa mi educaci¨®n. Siempre me trat¨® con respeto", asegura. Otros, en cambio, eran mucho m¨¢s machistas. "?Ginsberg? ?l siempre fue desconsiderado hacia nuestro trabajo. Era gay, y aunque tuvo relaciones heterosexuales, las mujeres ¨¦ramos invisibles para ¨¦l. Tuvo amigas, y yo fui una de ellas, pero nunca nos prest¨® atenci¨®n como artistas. Mi primer libro tard¨® quince a?os en le¨¦rselo", desvela.
Por suerte, las mujeres han avanzado mucho en las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, y aunque falta camino por recorrer y derechos como el aborto -ella tuvo que abortar ilegalmente en los 50- vuelven a estar amenazados, ahora las mujeres incluso pueden aspirar a la presidencia de Estados Unidos. "Estamos siendo testigos de un gran momento pol¨ªtico. ?Una mujer y un hombre negro en lucha por la presidencia! Pero creo que los prejuicios hacia las mujeres siguen siendo fuertes. Si analizas la cobertura pol¨ªtica que se le ha dado a Hillary Clinton, est¨¢ clar¨ªsimo. Cuando se le escap¨® una l¨¢grima en una entrevista fue todo un acontecimiento. ?La cantidad de cosas que se escribieron alrededor del tema! Y al mismo tiempo, durante meses, se la critic¨® por ser fr¨ªa. ?Es rid¨ªculo! Creo que todav¨ªa hay muchas reticencias frente a las mujeres que aspiran al puesto de un hombre".
Si bien inici¨® la entrevista quej¨¢ndose de estar encadenada a Jack Kerouac, la cierra anunciando un proyecto que la unir¨¢ a ¨¦l de forma definitiva. "Quiero escribir su biograf¨ªa. No hay ni una sola que merezca le pena, y creo que yo podr¨ªa hacerlo bien". -
"En el camino' no se publicar¨¢ jam¨¢s"
NO TENGO NI IDEA de qu¨¦ vio en m¨ª aquella noche. Una mujer muy joven con un abrigo rojo, cara redonda y pelo rubio. "Una personita interesante", escribi¨® en ?ngeles de desolaci¨®n. "Jud¨ªa elegante, clase media, de aspecto triste y buscando algo. Parec¨ªa muy polaca...". ?D¨®nde estoy yo entre todas estas categor¨ªas? No me reconozco.
Cuando nuestros caminos se cruzan en Howard Johnson's, ¨¦l y yo andamos buscando cosas distintas. Con 34 a?os, Jack est¨¢ cansado, la energ¨ªa que lo empuj¨® a tantos lugares distintos se ha esfumado. Un buen d¨ªa se da cuenta de que ha esperado durante demasiado tiempo. El cheque por Los subterr¨¢neos nunca llegar¨¢; En el camino no se publicar¨¢ jam¨¢s. ?Por qu¨¦ no dejar que Allen le rescate? Ya no puede volver con las dos Virginias.
Miro el ojo azul y amoratado de Kerouac e interpreto su melancol¨ªa como la mirada de un hombre necesitado de amor porque, entre otras cosas, tengo 21 a?os. Creo en el poder curativo del amor, igual que los ingleses creen en el t¨¦ y los cat¨®licos en los milagros de Lourdes.
Me cuenta que ha pasado sesenta y tres d¨ªas en lo alto de una monta?a completamente solo. Com¨ªa sopa de guisantes y escrib¨ªa un diario y cantaba canciones de Sinatra para sentirse acompa?ado.
No s¨¦ si me estar¨¢ lanzando una advertencia.
-?Y le gustaba de verdad estar as¨ª de solo?
-Ojal¨¢ estuviera ah¨ª ahora. Tendr¨ªa que haberme quedado ah¨ª arriba.
Era capaz de anularte completamente y a la vez hacer que le tuvieras l¨¢stima. Pero estoy segura de que cualquier cima ser¨ªa mejor que donde est¨¢ ahora: el Marlton Hotel de la calle Ocho, el de las persianas sucias en las ventanas y los borrachos acampados en las escaleras.
-?Y d¨®nde vives? -me pregunta Jack.
Le gusta que est¨¦ cerca de Columbia y del West End Bar, por donde sol¨ªa rondar. ?Todav¨ªa andaba por all¨ª Johnny el camarero? Johnny el camarero se acordar¨ªa de sus d¨ªas de estrella del f¨²tbol en Columbia, pero Jack se rompi¨® la pierta en su segundo a?o y se qued¨® en su habitaci¨®n leyendo a C¨¦line y Shakespeare, y no volvi¨® a jugar. As¨ª perdi¨® la beca de Columbia. Pero siempre le ha tenido cari?o al barrio.
-?Por qu¨¦ no dejas que me quede en tu casa? -dice.
-Si quieres -respondo en ?ngeles de desolaci¨®n, en una r¨¢pida decisi¨®n.
(Fragmento de Personajes secundarios, de Joyce Johnson. Libros del Asteroide).
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