?Guerra en los Andes!
Sus compa?eros en la academia militar nunca imaginaron que pudiese llegar a ser presidente. Pero los avatares de la pol¨ªtica con frecuencia propulsan a sorprendentes personajes a las m¨¢s altas posiciones. Si bien es cierto que esto pasa en todas partes (ver: Bush, George W.) tambi¨¦n lo es que en Am¨¦rica Latina sucede con penosa frecuencia.
Por ejemplo, este militar latinoamericano, cuyo r¨¢pido ascenso sorprendi¨® a sus colegas, lleg¨® al poder gracias a un golpe de Estado que impuls¨® su carrera pol¨ªtica. Pero una vez en el poder las cosas se le complicaron: la econom¨ªa en picado, protestas callejeras frecuentes, la oposici¨®n ganando terreno, p¨¦sima relaci¨®n con uno de sus pa¨ªses vecinos y cada vez menos amigos en quien confiar.
Una guerra entre Venezuela y Colombia ser¨ªa tan demencial como la de las Malvinas
Ante este panorama, nuestro personaje decidi¨® que ir a la guerra era lo mejor que pod¨ªa hacer. Pens¨® que, comparados con una guerra, todos los dem¨¢s problemas pasan a ser secundarios. Adem¨¢s, las guerras aderezadas con propaganda patri¨®tica y desinformaci¨®n sobre la maldad del enemigo unen a la poblaci¨®n en apoyo al Gobierno. Y las cr¨ªticas son f¨¢cilmente despreciadas como actos de traici¨®n a la patria. La guerra permite a los gobernantes centralizar el poder, censurar los medios de comunicaci¨®n y, en general, ignorar los derechos individuales.
Estas tentaciones fueron demasiadas para el general Leopoldo Galtieri, presidente de facto de una Argentina plagada de problemas, y quien en abril de 1982 orden¨® a las fuerzas armadas argentinas invadir las Malvinas, remotas islitas en el oc¨¦ano Atl¨¢ntico que el Reino Unido llama Falklands y considera suyas.
Esta decisi¨®n del general Galtieri tuvo cuatro consecuencias: la primera es que en Argentina las manifestaciones callejeras en contra del Gobierno fueron brevemente reemplazadas por otras apoy¨¢ndolo. La segunda es que para sorpresa de nadie, excepto de Galtieri, Margaret Thatcher, la entonces primera ministra del Reino Unido, no respondi¨® a la agresi¨®n apelando a la diplomacia sino con toda ferocidad militar. La tercera es que los brit¨¢nicos propinaron una devastadora derrota a los argentinos. Y la cuarta es que el Gobierno de Galtieri se desmoron¨®.
?Qu¨¦ tiene que ver esta aventura b¨¦lica en el sur del Atl¨¢ntico de hace casi tres d¨¦cadas con una posible guerra en los Andes ahora? Ojal¨¢ que nada. Una guerra entre Venezuela y Colombia ser¨ªa tan demencial e irresponsable como lo fue la de las Malvinas. Pero la guerra de las Malvinas, desquiciada y criminal, ocurri¨®. Las actuales circunstancias en los Andes tienen parecidos que dan que pensar. Y asustan.
Al presidente Ch¨¢vez, otro militar cuya carrera, al igual que la de Galtieri, tambi¨¦n ha sorprendido a quienes le conocieron desde joven, las cosas tampoco le est¨¢n saliendo bien. La rapidez con la que se han inflado los precios en Venezuela es s¨®lo superada por la rapidez con la que se ha desinflado su prestigio internacional. Internamente, su hegemon¨ªa pol¨ªtica tambi¨¦n ha comenzado a resquebrajarse. Tanto millones de votantes como centenares de antiguos aliados le han dado la espalda. A pesar de la escasez de alimentos y medicinas, el presidente Ch¨¢vez compra armas a una velocidad y en vol¨²menes preocupantes. Estas armas, sin embargo, no han servido para darle m¨¢s seguridad a los venezolanos: tanto el crimen organizado como las bandas callejeras hacen que los fines de semana en Caracas con frecuencia sean m¨¢s sangrientos que los de Bagdad. Las encuestas indican que el descontento popular crece.
En estas circunstancias, una guerra podr¨ªa ser una distracci¨®n muy tentadora. Especialmente, si como dice el presidente Ch¨¢vez, son otros quienes la provocan: "Acuso al Gobierno de Colombia de estar fraguando una conspiraci¨®n, una provocaci¨®n b¨¦lica contra Venezuela, por orden de Estados Unidos, para obligarnos a dar una respuesta que pudiera prender una guerra", ha dicho. Adem¨¢s, Ch¨¢vez piensa que el presidente de Colombia, ?lvaro Uribe (que tiene un 80% de popularidad), es: "Cobarde, mentiroso, ciza?ero y maniobrero... M¨¢s digno de ser jefe de una mafia que presidente de un pa¨ªs". Ch¨¢vez, siempre aclara que su hostilidad no es contra el pueblo de Colombia sino contra la oligarqu¨ªa colombiana, "esa misma que traicion¨® al libertador Sim¨®n Bol¨ªvar". Quiz¨¢s por esto, Ch¨¢vez acaba de crear una comisi¨®n presidencial para investigar c¨®mo muri¨® Bol¨ªvar. La sospecha, por supuesto es que fue asesinado. Ya se imaginan por qui¨¦n...
?Qu¨¦ hacer? ?C¨®mo evitar esta locura? Quiz¨¢s lo m¨¢s importante es impedir que Ch¨¢vez cometa el mismo error de Galtieri, quien apost¨® a que el mundo no reaccionar¨ªa en su contra ante su aventura b¨¦lica. A Ch¨¢vez debe hac¨¦rsele ver con total claridad que su belicosidad empujar¨¢ al mundo al lado de Colombia. Las d¨¢divas petroleras con las que cuenta para ganar aliados internacionales pueden no ser tan potentes como ¨¦l cree. En esto cabe esperar que pa¨ªses como Brasil y organismos como la Organizaci¨®n de Estados Americanos jueguen un rol m¨¢s activo y menos ambiguo del que han jugado hasta ahora. ?ste es el momento de mostrar liderazgo.
Lo segundo es reconocer, aplaudir -y rogar que se mantenga- la paciencia y la mesura del Gobierno y del pueblo de Colombia, quienes no han respondido a los insultos y provocaciones tanto verbales como de muchos otros tipos que el Gobierno venezolano y sus agentes les dirigen con frecuencia. Una manera inmediata de hacerlo es participando en una marcha que ma?ana, 4 de febrero, tendr¨¢ lugar en muchas ciudades del mundo para protestar contra las FARC y sus malvadas crueldades. Estas marchas ser¨¢n multitudinarias en Colombia y en otros pa¨ªses. Pero especialmente en Venezuela, donde su presidente no oculta sus simpat¨ªas por este grupo terrorista. Millones de venezolanos y colombianos impedir¨¢n que los profundos lazos que los unen sean rotos por un Galtieri del siglo XXI. mnaim@elpais.es
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