La luminosa pudrici¨®n del tomate
El porqu¨¦ del final de Aqu¨ª hay tomate fue la primera interrogante de la banal ecuaci¨®n. La segunda y definitiva ha consistido en explicar cabalmente por qu¨¦ su clausura ha podido provocar tanta conmoci¨®n. Puede vivirse a satisfacci¨®n con esa clase de tomate o sin ella, como tambi¨¦n se vivi¨® sin salsa rosa y tantos otros parecidos ali?ados de insidias, chabacaner¨ªa, rumores y obscenidad a granel.
A la modorra de los espa?oles el espacio opon¨ªa la energ¨ªa de la camorra
Ha transformado el funeral de su fatal desaparici¨®n en un plus de presencia
El entretenimiento que se complac¨ªa con estas enconadas chucher¨ªas en el relativo sopor de la siesta ha sido invariablemente atendido, en otras horas, por media docena m¨¢s de programas que, desde el edulcorado Gente al ¨¢cido Est¨¢ pasando, han evitado dejar sin sustento los apetitos del laxo coraz¨®n.
De hecho, Espa?a ha venido adelantando mucho en la elaboraci¨®n de casi todo tipo de fisgoneo, rom¨¢ntico, infiel, delictivo, perverso, aunque, como es l¨®gico, siempre ha necesitado emplear, para su extracci¨®n, m¨¦todos rudimentarios, desde el acoso y el acorralamiento al teleobjetivo, el tenaz pregunteo y los confidentes de cualquier condici¨®n. De hecho, los paparazzi espa?oles han ido ocupando estos a?os, poco a poco, los puestos m¨¢s relevantes en su subsector profesional, y, dentro de sus vistosas creaciones, Aqu¨ª hay tomate fue una insignia.
En menos de cinco a?os y m¨¢s de 1.000 programas, Aqu¨ª hay tomate present¨® 60.000 v¨ªdeos de elaboraci¨®n propia y capt¨® tres millones de espectadores de media con ratios de hasta el 27% de audiencia. Fue, como dec¨ªan, el programa rey de despu¨¦s de comer, cuando a la modorra de los espa?oles el espacio opon¨ªa la energ¨ªa de la camorra.
Porque, de hecho, lo espec¨ªfico del tomate lleg¨® a ser que cualquier programa en cualquier momento pod¨ªa convertirse en materia de querella, indemnizaci¨®n y c¨¢rcel. Al fin y al cabo, Jorge Javier dio siempre la impresi¨®n de que, en este mundo, no ten¨ªa ya nada que perder, y Carmen Alcayde, m¨¢s modosa, parec¨ªa entregada de cuerpo y alma a los designios de su vigoroso jefe.
Con este equipo empe?ado en la aventura xtreme, los padres de familia, esposas y jubilados pod¨ªan sentir una emoci¨®n cotidiana incomparable al susurro de las telenovelas. Se trataba, efectivamente, de un programa del mismo coraz¨®n, pero lo caracter¨ªstico de su funcionamiento era el coraz¨®n part¨ªo que caracterizaba a su demiurgo.
La gente que adoraba a la Pantoja terminaba disfrutando en las sesiones en que se la desnudaba voluptuosamente, y aquellos espa?oles socarrones que amaban el talante campechano del Rey se regodeaban gustosamente con la teor¨ªa de sus amantes.
El dinero de la Pantoja, la dorada presi¨®n de la Casa Real y las innumerables querellas judiciales pod¨ªan ser bastantes para haber impulsado la clausura del programa. Pero exist¨ªa adem¨¢s una raz¨®n tan oculta como ominosa: el descenso de la audiencia, el agotamiento de la f¨®rmula.
La repetici¨®n mata incluso en los casos de reiteraci¨®n de la crueldad o el mal. Con un efecto a?adido, porque cuando el mal, la ignominia, el esc¨¢ndalo, la temeridad, aburren, el espect¨¢culo desprende un nauseabundo e insoportable aroma. ?Pod¨ªa soportar Tele 5 esa tufarada que emanaba la pudrici¨®n del tomate?
No pod¨ªa. Pero la reacci¨®n ha sido ejemplar en el universo del marketing. No s¨®lo el tomate desaparece en olor de multitud, puesto que la audiencia ascendi¨® tan pronto se conoci¨® el cierre, sino que ha transformado el funeral de su fatal desaparici¨®n en un plus de presencia y su carbonizaci¨®n sobre la parrilla televisiva en una barbacoa period¨ªstica.
El marketing no hace milagros puros, pero sus estrategias obtienen atracci¨®n del desastre y cimas del socav¨®n. Con el aderezo de vestidos negros en los presentadores, con anunciadas manifestaciones de protesta ante los estudios de Tele 5, con un intento de apag¨®n universal a las cuatro en punto de la tarde, Aqu¨ª hay tomate logr¨® vender en su agon¨ªa todo el g¨¦nero sobrante y transformar, como no se hab¨ªa conocido en el mundo de la trivialidad, un fin sombr¨ªo en apoteosis medi¨¢tica.
El juego del p¨²blico genera, cuando menos se espera, estas diab¨®licas partidas. Acaso nadie conced¨ªa un valor real al programa, pero, realmente, el importante precio de los espacios, impresos o audiovisuales, destinados a ¨¦l durante estos d¨ªas han multiplicado incalculablemente la entera cotizaci¨®n de su vida y de su muerte formal.
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