Tobog¨¢n
A lo largo de la vida se producen varios momentos cruciales. Despu¨¦s de leer muchos libros de aventuras y de haza?as b¨¦licas durante la ni?ez un joven puede imaginarse protagonista todav¨ªa de aquellos relatos, pero llega un d¨ªa en que el azar le pone frente a un desaf¨ªo real y en lugar de arrostrar la adversidad con entereza, este h¨¦roe alimentado de c¨®mics escurre el bulto, baja la cabeza y se somete. Actores de Hollywood que en la pantalla se jugaron el pellejo por salvar a un amigo, luego a la hora de la verdad lo delataron en la caza de brujas del senador McCarthy. Tambi¨¦n sucede al rev¨¦s. Resulta que aquel ni?o apocado y gordinfl¨®n del colegio, objeto de toda clase de burlas porque rehu¨ªa las peleas en el patio, ahora le planta cara p¨²blicamente a un poderoso y se juega el tipo en defensa de un inocente. Descubrirse valiente o cobarde, leal o traidor suele ser una sorpresa que uno se lleva con los a?os. En el jard¨ªn de infancia hab¨ªa un columpio y un tobog¨¢n. Mientras unos ni?os se balanceaban, otros sub¨ªan por unos pelda?os, se colocaban en la plataforma y luego se deslizaban hasta caer con mejor o peor estilo sentados en tierra. De all¨ª los levantaba mam¨¢ con una amplia sonrisa. El columpio y el tobog¨¢n son dos formas de estar en el mundo que no cambian con la edad. Pese a su equilibrio inestable el balanceo del columpio busca siempre el centro de gravedad. Hay que impulsarlo con las piernas y los brazos para evitar su inercia a quedar parado. Columpiarse es un ejercicio que le mantiene a uno siempre joven, porque permite equivocarse y meter la pata, ser libre y esc¨¦ptico, valorar las ideas contrarias en el lado donde se hallen sin dejar de permanecer fiel a uno mismo. En cambio es muy pat¨¦tico ver a antiguos progresistas y rojos de todas las gamas, ahora con tripa y papada, hechos una ruina, ascender con jadeos por los pelda?os del tobog¨¢n de la pol¨ªtica, asegurarse en lo alto y deslizarse despu¨¦s hacia abajo, descomponiendo la figura, hasta caer sentados a los pies de la derecha, que los recibe en la moqueta con los brazos abiertos entre grandes aplausos. Descubrirse conservador o incluso reaccionario al final de la vida, despu¨¦s de tantos sue?os, tambi¨¦n es otra sorpresa que uno se lleva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.