Angulema, un sue?o franc¨¦s
Hace ya casi 10 a?os, Dylan Horrocks cre¨® Hicksville, una ciudad perdida all¨¢ por las ant¨ªpodas donde todos los habitantes eran aficionados a los tebeos, cada bar albergaba una activa tertulia sobre historieta y las estanter¨ªas de las bibliotecas del pueblo albergaban todos los tebeos jam¨¢s editados m¨¢s algunas obras nunca antes vistas. Una utop¨ªa para los adictos al noveno arte que, quiz¨¢, no est¨¢ tan lejos como parece. De hecho, una vez al a?o, cual san Borond¨®n de tierra adentro, durante la ¨²ltima semana de enero, se materializa en un peque?o pueblecito franc¨¦s a orillas del r¨ªo Charente, llamado Angulema. Treinta y cinco a?os lleva ya esta localidad y su poblaci¨®n transmut¨¢ndose en centro del tebeo mundial, volcadas completamente en la celebraci¨®n del mayor festival de la historieta conocido, el Festival Internacional del C¨®mic de Angulema. La semana pasada, con la presidencia del argentino Jos¨¦ Mu?oz, se volvi¨® a vivir este curioso milagro anual, que recibi¨® a 220.000 visitantes provocando, l¨®gicamente, la sana envidia de los que vivimos por debajo de los Pirineos (mentira, es cochina y cicatera, pero seremos pol¨ªticamente correctos).
Los gustos del lector espa?ol ya se encuentran parejos a los de nuestros glamurosos vecinos
Los premios que da ese festival han sido desde siempre un perfecto term¨®metro del buen pulso del tebeo galo, pero tambi¨¦n de la gran distancia que nos separaba de ese para¨ªso tebe¨®filo. Los aficionados de pata negra acud¨ªamos a amigos que viajaban a la France o, m¨¢s tarde, a las peligrosas y tentadoras tiendas de c¨®mics en Internet para hacernos con los t¨ªtulos galardonados, con el conocimiento de que su publicaci¨®n en Espa?a ser¨ªa imposible o terriblemente tard¨ªa. Sin embargo, este a?o se ha dado una situaci¨®n completamente distinta: por primera vez, el aficionado espa?ol ha podido disfrutar sin problemas de la mayor¨ªa de obras premiadas. As¨ª, la exquisita Emigrantes, de Shaun Tan, inesperada ganadora del mayor galard¨®n, el Fauve d'Or, ya hab¨ªa sido primorosamente editada en suelo patrio (y, me atrever¨ªa a decir, con mejor calidad que su contrapartida gala). Es m¨¢s, de las cinco obras reconocidas como "esenciales" del festival, Metralla, de Rutu Modan; RG, de Pierre Dragon y Frederick Peeters, y Mi mam¨¢ est¨¢ en Am¨¦rica y ha conocido a Buffalo Bill, de Emile Bravo (inciso: no se pierdan esta deliciosa joya del noveno arte, un l¨²cido retrato de la infancia) ya llevan un tiempo publicadas en castellano y es de suponer que tanto la corrosiva La Marie en plastique, de Rabat¨¦ y Proudhomme, como la sugerente Trois ombres, de Cyril Pedrosa, no tarden en sumarse a ellas. Incluso la receptora del premio del p¨²blico Kiki de Montparnasse, de Catel y Bocquet, tambi¨¦n hab¨ªa visto la luz por estos lares en cuidada y lujosa edici¨®n.
Andreu Buenafuente dec¨ªa en un programa de televisi¨®n hace muchos a?os que el retraso de este pa¨ªs se pod¨ªa medir por el tiempo que tardaban en publicarse en la edici¨®n espa?ola de Marie Claire los art¨ªculos originales franceses. Teor¨ªa atrevida, pero no falta de prudente sentido y l¨®gica, que trasladada a los tebeos nos llevar¨ªa a pensar que los gustos del lector espa?ol ya se encuentran parejos a los de nuestros glamurosos vecinos del Norte. O que, qui¨¦n sabe, nuestra industria del tebeo ya empieza a engrasarse y responder con agilidad a las demandas del p¨²blico. Dos hip¨®tesis bonitas, pero que se resumen en una ¨²nica consecuencia: lean estos tebeos, que les har¨¢ bien.
Babelia
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