Aplausos y abucheos
Al PP le entusiasman los desprop¨®sitos socialistas y a los socialistas, los excesos desmedidos de la derecha
Nos estamos merendando la cena. Al paso que vamos es dif¨ªcil imaginar qu¨¦ van a dejar los partidos pol¨ªticos contendientes para cuando suene la campana y comience de modo formal la campa?a. Cada d¨ªa que pasa se multiplican las ofertas. Los l¨ªderes est¨¢n sobreexpuestos a las radiaciones del p¨²blico enfervorizado que se recluta para sus m¨ªtines. Ya no son discursos en campo abierto como los de Aza?a -en Mestalla (Valencia), Lasesarre (Baracaldo) y Comillas (Madrid)- sino a cubierto y calefactados. Interesa observar qu¨¦ frases encienden los aplausos y levantan los abucheos y esa degradaci¨®n hacia el infantilismo que lleva a interpelar a los presentes sobre su acuerdo o discrepancia con los interrogantes planteados.
Habr¨ªa que repasar los estudios de la psicolog¨ªa de masas para entender su tendencia hacia lo peor, hacia lo m¨¢s degradante. Hay un principio b¨¢sico, la reclamaci¨®n insaciable de ?m¨¢s ca?a! Nunca la ca?a suministrada se considera bastante. Cuando Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero fue elegido secretario general del PSOE, a la altura de 2000, sol¨ªa procesar esas demandas primarias y comentaba a los periodistas en los pasillos del Congreso de los Diputados que su tarea no era la de darles m¨¢s ca?a a los del Gobierno, sino la de darles ejemplo. Ocho a?os despu¨¦s se dir¨ªa que esa actitud ser¨¢fica se ha evaporado por completo y que ahora ZP se deja arrastrar por las peticiones del p¨²blico. Lo mismo que ese se?or tan impecable con su oposici¨®n de Registrador de la Propiedad a la espalda, Mariano Rajoy, dispuesto a abandonar toda la contenci¨®n y el rigor que se le reconoc¨ªa para sumarse a los garrotazos del gui?ol convencido de hacer as¨ª las delicias de peque?os y mayores.
Los que comparecen en el estrado saben de antemano que tienen una audiencia entregada pero en lugar de ensayar la pedagog¨ªa de la raz¨®n prefieren despe?arse por la senda dial¨¦ctica del cultivo de los peores instintos cainitas de la plebe. A la oposici¨®n del PP le entusiasman los desprop¨®sitos socialistas y a los socialistas, los excesos desmedidos de la derecha. En ninguno de los dos campos se comprende cu¨¢nto mejor ser¨ªa para el pa¨ªs que las posiciones del rival se inscribieran en el ¨¢mbito de lo razonable. Cada vez que alguien incurre en la exasperaci¨®n y el sinsentido, el contrario lo celebra con fruici¨®n. Lo interpreta como una ayuda sobrevenida, como una contribuci¨®n venturosa que acarrear¨¢ votantes decididos a parar los pies al que yerra. Se espera m¨¢s de la capacidad de movilizaci¨®n suscitada por el pavor a la victoria ajena que del arrastre a generar por las propias posiciones. Vote contra el PP, parece el lema del PSOE y en echemos a ZP se resume el de la derecha.
Cuentan del viernes pasado en Ourense que cuando Rodr¨ªguez Zapatero inici¨® su intervenci¨®n diciendo "los obispos" son¨® un abucheo un¨¢nime. Luego vino el equilibrismo de amagar con la reconsideraci¨®n de las relaciones Espa?a-Santa Sede pero negando al mismo tiempo cualquier esp¨ªritu de represalia. Sucede que, entretanto, el Gobierno ha permitido que la Conferencia Episcopal haya alcanzado en esta legislatura sus ¨²ltimos objetivos econ¨®micos de acuerdo con las declaraciones de su vicesecretario para asuntos financieros. Adem¨¢s de que seguimos sin saber qui¨¦n es el spin doctor de La Moncloa que da la bienvenida a la siembra del odio y de la discordia por las antenas de la cadena de radio episcopal Cope considerando que es un factor favorable para inducir a los electores a preferir frente a las urnas la papeleta socialista. O sea, botes de humo. Otro tanto sucede con Mariano Rajoy cuando se encuentra en el atril ante los suyos. Su actitud es la de sacudir en todas direcciones, jam¨¢s ha reconocido la tarea del Gobierno, ni siquiera cuando ha suscrito posiciones previas del PP, ni cuando han ca¨ªdo en cascada los terroristas de ETA. Su preferencia por las pinturas negras, por el triunfalismo de la cat¨¢strofe del que hablara el almirante Carrero, parece patol¨®gica y su n¨²mero dos Manuel Pizarro se muestra dispuesto a exacerbar m¨¢s esa actitud.
As¨ª que las campa?as que podr¨ªan tener el efecto de romper el aislamiento de los l¨ªderes y ponerles en contacto con la gente de a pie, se han convertido en sistemas de envenenamiento porque s¨®lo interaccionan con los hinchas propios -los ultrasur, los del frente atl¨¦tico, los boixos nois- que hacen bandera del fanatismo y buscan sin cesar la gresca. Reconoc¨ªa Mariano Rajoy, como aqu¨ª se ha recordado alguna vez, que no estaba a favor de los m¨ªtines porque en esas ocasiones se acaba por decir un porcentaje de cosas no razonables que el p¨²blico convencido reclama. Pensar en que los l¨ªderes asumir¨¢n sus deberes de pedagog¨ªa, sin dejarse arrastrar por la claque, es desvar¨ªo. Por sus aplausos y abucheos los conocer¨¦is.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.