Memoria y futuro de un galard¨®n
El escritor novel que en los setenta aspiraba a reconocimiento en el mundo de la verdadera literatura ten¨ªa al Premio Biblioteca Brevecomo la meta so?ada. Eran los a?os en los que un grupo de autores primerizos se consagraban (Luis Goytisolo, Garc¨ªa Hortelano, Caballero Bonald...) y provocaban una mezcla de admiraci¨®n y envidia que lleg¨® a su cenit cuando lo obtuvo Mario Vargas Llosa y dio lugar al nacimiento del boom latinoamericano. En 1967 concurs¨¦ al premio con esa audacia que s¨®lo da la juventud. Ese a?o lo obtuvo Carlos Fuentes, y el mero hecho de ser finalista me hizo sentirme como el joven Perceval llegando a Camelot. Ah¨ª arranc¨® una carrera literaria m¨¢s o menos azarosa y entusiasta con la que hoy cumplo 40 a?os de oficio dentro de un premio que cumple los 50. Un premio m¨ªtico y ¨²nico. M¨ªtico, porque la lista de premiados lo eleva a esa altura. ?nico, porque sigue poseyendo el prestigio de la alta literatura. Hay una diferencia importante, sin embargo, entre el de aquellos setenta, al mando de Carlos Barral, el que le sigui¨® siendo Joan Ferrat¨¦ director de Seix Barral y el que se reanuda, m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s, y llega hasta hoy. El premio comenz¨® dando a conocer autores hasta entonces casi in¨¦ditos o consagrando a autores a¨²n faltos de ese ¨²ltimo empuj¨®n. En esos a?os gloriosos desfilan autores que cimentaron para siempre su prestigio, hasta el a?o en que lo gana Juan Benet. Y a¨²n continu¨® descubriendo autores (Gonz¨¢lez Le¨®n, J. Leyva...) hasta su primera desaparici¨®n. En 1999, un casi desconocido y notable Jorge Volpi encabeza la nueva serie de ganadores y toma la antorcha de la tradici¨®n, pero los tiempos han cambiado. Ya no se lleva descubrir escritores, sino lanzar consagrados; sin embargo, el Breve, salvo alguna excepci¨®n, ha seguido intentando descubrir autores y correr riesgos.
Ya no se lleva descubrir escritores, sino lanzar consagrados
Soy un testigo de los viejos tiempos, y la nostalgia me ha tra¨ªdo a Barcelona en este a?o en que se premia a la excelente Gioconda Belli. Y como la memoria est¨¢ ah¨ª, los recuerdos vuelven. Vargas Llosa asisti¨® una vez, con su bonhom¨ªa acostumbrada, a una escena prodigiosa; encontrarse a Garc¨ªa Hortelano y a Gabriel Ferrater paseando por los techos del hotel Col¨®n con una copa en la mano y discutiendo sobre gram¨¢tica indoeuropea. Para m¨ª, ¨¦sos son los bellos tiempos: las copas en El Abrevadero a mediod¨ªa, los almuerzos en la Mariona, las tardes del pub Tuset y las Noches de Bocaccio, Garc¨ªa Hortelano y Mars¨¦ escribiendo el en¨¦simo gui¨®n en el que siempre hab¨ªa una secuencia que comenzaba: "Chico Lionel al piano hac¨ªa m¨¢s aguda la nostalgia de Scott Fitzgerald"... Pero ?de qu¨¦ sirve la nostalgia? Mejor la memoria y el futuro; la memoria habla de un premio m¨ªtico; el futuro, de un deseo de mantener un prestigio. Es verdad que los premios ya no son lo que eran, que todo autor es descubierto casi antes de empezar, que la prisa es lo ¨²nico que importa: vender la mayor cantidad de libros en la menor cantidad de tiempo; pero yo deseo de todo coraz¨®n al Biblioteca Breve que no pierda su historia ni se deje abrumar por ella. Volvamos a la literatura siempre, so?emos con Camelot.
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