Debates sin pretextos
El PP no tiene argumentos para oponerse a un debate en TVE abierto a todas las cadenas
El aparente acuerdo entre socialistas y populares para celebrar debates electorales por televisi¨®n entre sus candidatos ha quedado en suspenso. Ambos partidos se hab¨ªan comprometido a celebrarlos, tal vez porque las encuestas indican que las elecciones se presentan muy competidas; como las de 1993, ¨²nica ocasi¨®n en que los hubo. Por el contrario, cada vez que las encuestas han decantado un claro favorito, el se?alado ha buscado pretextos para evitarlos. El motivo real siempre fue que el previsto ganador (el PSOE en 1989; el PP en 1996, 2000 y 2004) prefer¨ªa no arriesgarse a perder la ventaja por una mala noche de su candidato.
Ahora hay acuerdo sobre el qu¨¦ (un temario minucioso) el cu¨¢ndo (los d¨ªas 25 de febrero y 3 de marzo) y el qui¨¦nes (Rajoy y Zapatero, sin terceros); pero no lo hay sobre el d¨®nde: el PSOE propone que TVE emita una se?al a la que tengan acceso gratuito todas las cadenas, p¨²blicas o privadas, que lo deseen; el PP quiere que se celebren en Antena 3 y Tele 5 con el argumento de que son las de m¨¢s audiencia. El antecedente de 1993 (hubo debates en esas dos cadenas privadas) no es aplicable porque entonces eran las ¨²nicas y ahora hay otras dos.
La propuesta socialista trata de evitar esa discriminaci¨®n y sus efectos en la audiencia y la publicidad. Es un planteamiento l¨®gico puesto que se pone en manos de cada cadena la decisi¨®n de emitir o no el debate. Tan l¨®gico que Gabriel Elorriaga, encargado de estas cuestiones en el PP, pareci¨® ayer reconocer que podr¨ªa ser una soluci¨®n si no exist¨ªa acuerdo sobre su propuesta. Pero lo dijo tras un confuso comentario sobre su negativa a dar al PSOE la "baza" de decir que la actual televisi¨®n p¨²blica lo es de verdad, y por eso puede organizar estos debates.
Lo que parece deducirse es que los estrategas del PP dudan de si les convienen o no, pero de ninguna manera quieren aparecer como culpables de que no se celebren, como claramente ocurri¨® hace cuatro a?os: entonces su objetivo era evitar que se movilizara el electorado de izquierdas con tendencias abstencionistas. Tras su derrota, esos estrategas reconocieron que fue un error y que tal vez un debate de Rajoy con Zapatero habr¨ªa decantado la victoria de su lado.
Pero el ¨²nico argumento fue, como en 1996, que "nadie nos puede obligar a hacer algo que vaya contra nuestros intereses". Se prescinde ol¨ªmpicamente de la funci¨®n esencial de los debates televisivos en la formaci¨®n de opini¨®n de los electores. Como ahora en las primarias americanas. Tales debates permiten conocer las opiniones y planteamientos de los candidatos de manera contrastada: como resultado de un intercambio de argumentos. En Espa?a hay m¨¢s discursos que argumentos, incluso en las sesiones parlamentarias. Cada cual suelta el suyo, sin responder a las razones del otro. El que lo hace en un debate por televisi¨®n queda en evidencia. Pero tambi¨¦n quien busca pretextos para que no se celebren.
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