No soy racista, pero eres un negro de mierda
Espa?a no tiene m¨¢s incidentes que otros en el deporte, pero s¨ª mayor permisividad social - Los aficionados no consideran sus agresiones racismo - El 'caso Hamilton' da la vuelta al mundo
Las vibraciones del altavoz transforman la saliva voladora de un individuo atrincherado junto al cuartel general, el box de la escuder¨ªa McLaren, en una ametralladora de ofensas contra el piloto brit¨¢nico Lewis Hamilton. Ofensas racistas. Inequ¨ªvocas. Expresiones del corte de "negro de mierda". Sucedi¨® en el circuito catal¨¢n de Montmel¨® el 2 de febrero durante unos entrenamientos privados de la escuder¨ªa inglesa. Los responsables, "cuatro tipos", seg¨²n la organizaci¨®n, ni siquiera fueron expulsados del recinto. "Dos se marcharon y a los otros se los dispers¨®". Y es que, en Espa?a, "negro de mierda" (dicen) no siempre significa "negro de mierda".
Un cargo pol¨ªtico justifica el caso alegando que era carnaval
El Movimiento contra la Intolerancia pide una fiscal¨ªa especial La Federaci¨®n de Automovilismo ha amenazado con sancionar a Espa?a
Cuatro v¨ªdeos cuelgan en YouTube bajo el ep¨ªgrafe "negro de mierda"
La violencia verbal del f¨²tbol ha saltado a la F-1, seg¨²n un experto
Los espa?oles somos primerizos en convivencia con otras razas
Hay una explicaci¨®n esencial, m¨¢s profunda y oculta, que transforma la crudeza del insulto en otra cosa. "Se trata de ofender, de herir al otro. No hay racismo de fondo asociado", explica el veterano investigador y soci¨®logo Juan D¨ªez Nicol¨¢s. Unos matices que no se aprecian en otros pa¨ªses de Europa, especialmente en el Reino Unido, donde el asunto sigue siendo uno de los temas estrella de la semana y produce asombro e indignaci¨®n a partes iguales: "El racismo es debate en el deporte en Espa?a y refleja a parte del conjunto de su sociedad", dice con rotundidad la BBC.
En Espa?a, ciertamente, se ve de otro modo. "Eso no es despreciar a alguien por su raza", asegura una de las psic¨®logas consultadas y es el diagn¨®stico de buena parte de los agentes sociales implicados. En este caso (dicen) el exabrupto significaba: "Es el rival de Fernando Alonso y fue malo y desleal con ¨¦l la temporada pasada cuando compartieron equipo".
"?Entonces por qu¨¦ no le llaman cabr¨®n directamente!", se pregunta entre ofendido y extra?ado Paul Hamelos, corresponsal de Guardian, que llega al c¨¦nit de su confusi¨®n y perplejidad cuando recuerda que un cargo de la Administraci¨®n le lleg¨® a argumentar como disculpa al incidente que era Carnaval. "?Carnaval!", repite entre el enfado y la incredulidad. Algunos de los sujetos que insultaban al ingl¨¦s llevaban la cara pintada de negro, pelucas de pelo ensortijado y una camiseta con la frase "la familia Hamilton" estampada en el pecho. Era d¨ªa de disfraces y eso "los ingleses no lo entienden".
La tesis m¨¢s repetida en Espa?a es que la adrenalina asociada al anonimato entre la masa que asiste a los grandes eventos deportivos, impulsa a estos excesos. Una observaci¨®n repetida por soci¨®logos, como el propio D¨ªez Nicol¨¢s, y algunos psic¨®logos, que desvelan que esos mismos individuos en cualquier otro contexto no se atrever¨ªan a decir con esa crudeza "?negro de mierda!". "Se les caer¨ªa la cara de verg¨¹enza", se?alan. Pero, entonces, ?por qu¨¦ en un ¨¢mbito deportivo s¨ª?
Cada vez que el deporte espa?ol es noticia por un suceso bochornoso de esa naturaleza (gritos de mono en el Bernab¨¦u en un partido internacional, la arenga desbocada del seleccionador Luis Aragon¨¦s contra el futbolista franc¨¦s Thierry Henry por el color de su piel), el discurso imperante es el de reinterpretar las palabras.
"Espa?a no es racista, as¨ª lo avalan todos los estudios", dice el soci¨®logo D¨ªaz Nicol¨¢s. Es otro asunto. Es "falta de imaginaci¨®n y gamberrismo. Est¨¢ mal. Claro est¨¢, pero no hay que confundir los t¨¦rminos". "Es como si llamaran gordo o enano a alguien", sostiene este acad¨¦mico.
Los medios especializados en deportes no fueron tan te¨®ricos cuando el esc¨¢ndalo afect¨® a Aragon¨¦s: "Son cosas de Luis, sus cosas". "Se les pitaba por ingleses", insist¨ªan en referencia al encuentro contra la selecci¨®n inglesa en el que el p¨²blico ofendi¨® sistem¨¢ticamente al negro Wright Phillips con aullidos simiescos.
Una permisividad y af¨¢n en encontrar dobles lecturas que se traduce en que ayer mismo las p¨¢ginas de Internet de alg¨²n peri¨®dico deportivo muy popular albergaban comentarios de sus lectores expl¨ªcitamente racistas. Y en el c¨¦lebre portal de v¨ªdeos YouTube estaban colgados cuatro v¨ªdeos de Lewis Hamilton asociados al ep¨ªgrafe "negro de mierda". Todo sin provocar ninguna reacci¨®n particular. Casi con indiferencia.
Una indulgencia que contrasta con la correcci¨®n pol¨ªtica que impera en pa¨ªses como Alemania, por ejemplo, donde seg¨²n un experimentado cronista deportivo los propios espectadores denuncian y acorralan a quienes gritan este tipo de expresiones. En Inglaterra los esc¨¢ndalos con cualquier suspicacia de racismo por medio concluyen con dimisiones, como la del comentarista y ex entrenador Ron Atkinson, que se vio obligado a abandonar la ITV tras olvidar el micr¨®fono abierto mientras descalificaba al "negro vago ¨¦se".
Por eso tal vez, hoy, los brit¨¢nicos claman porque las instituciones espa?olas no hacen nada. Pero las instituciones espa?olas, concretamente el Consejo Superior de Deportes, dicen que s¨ª hacen algo. Por ejemplo, "una ley muy completa y de tremendo consenso que no existe en muchos pa¨ªses", reivindica Jaime Lissavetzky, el secretario de Estado. A Lissavetzky le encantar¨ªa que sucediese como cuando alguien lanza un bote, que el resto del campo le acusa, pero cree que se avanza en esa direcci¨®n.
Esa ley contra la violencia y el racismo en el deporte se aprob¨® el pasado mes de julio. Ahora falta que se articule su normativa con sucesivos decretos, para lo cual se le han presupuestado m¨¢s de 200.000 euros. La ley ha servido para duplicar el n¨²mero de sanciones econ¨®micas por altercados varios en los campos de f¨²tbol. "?Eso es que hay m¨¢s racismo, o m¨¢s control?", se pregunta Lissavetzky. Y se contesta: "Creo que m¨¢s control", aunque el dirigente socialista concede que "la clave" est¨¢ en la educaci¨®n.
Una visi¨®n con la que coinciden los propios deportistas, como el camerun¨¦s Eto'o o el ex internacional brasile?o del Deportivo Mauro Silva, ambos negros: "El deporte refleja lo que pasa en la sociedad. Y all¨ª no todo es bueno". Eto'o lleg¨® a abandonar el campo de La Romareda, del Zaragoza, porque se sent¨ªa insultado por el color de su piel.
Pero a la espera de esa concienciaci¨®n social, la nueva norma suple un vac¨ªo. "Es una buena normativa para reglar la convivencia en el deporte", se?ala sobre esta reciente ley Javier Dur¨¢n, del Observatorio Contra el Racismo, organismo auspiciado por el Gobierno. "Pero a¨²n es muy joven", matiza Dur¨¢n.
Profesor universitario, Dur¨¢n cree que los comportamientos xen¨®fobos en el deporte son "tremendamente graves porque parten de un gran escaparate social". Y, a¨²n peor, piensa que los incidentes en la F-1 son un indicio de que estas actitudes han saltado desde el f¨²tbol, su salsa habitual, a otros deportes. Dur¨¢n no comparte la tesis que minimiza los sucesos como el de Montmel¨®. "Se le quita hierro, y eso es peligroso. Al final, podemos convertirlo en algo normal que no provoque rechazo social". Una situaci¨®n especialmente alarmante "cuando la llegada de personas de otras razas a Espa?a ha sido continua en los ¨²ltimos cinco a?os". Hoy son el 10% de la poblaci¨®n.
Una advertencia que no comparte el CSD. En su opini¨®n, el mensaje de la Administraci¨®n y las instituciones es un¨ªvoco: "Tolerancia cero". Lo que sucede, seg¨²n ellos, es que los entrenamientos en los que fue insultado Hamilton eran "privados" y la ley se circunscribe a eventos oficiales organizados por las federaciones deportivas. Sin embargo, la alarma social y las peticiones p¨²blicas de sus hom¨®logos brit¨¢nicos han convertido el caso Hamilton en una piedra angular de las ¨²ltimas reuniones de la c¨²pula del deporte espa?ol. "Es inaceptable", fue la sentencia inapelable del m¨¢ximo dirigente deportivo brit¨¢nico, Richard Carbon.
No ha sido el ¨²nico organismo en llevarse las manos a la cabeza. La Federaci¨®n Internacional de Automovilismo ha amenazado a los circuitos espa?oles con suspender las carreras que les corresponden en el calendario de la f¨®rmula 1.
Pero los clubes espa?oles de coches est¨¢n tranquilos. Creen que el verdadero aficionado no est¨¢ representado "por esos impresentables" y esgrimen un curioso argumento de ¨ªndole econ¨®mica: "En las carreras la entrada vale 90 euros y no asisten esa clase de chavales. Aquellas pr¨¢cticas de McLaren costaban s¨®lo seis euros y entr¨® todo tipo de gente".
Todos los estamentos deportivos relacionados con la F-1 consideran que el tema no les afecta. No les corresponde y es de "¨ªndole social". Y, claro, administrativa, con las nuevas normas puestas en marcha por el CSD.
Aun as¨ª, "no es suficiente". Eso, desde la ¨®ptica del incansable Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. Ibarra cree que es necesaria una fiscal¨ªa espec¨ªfica para combatir este tipo de delitos. Hasta que no se cree, opina, todo seguir¨¢ siendo igual "porque sale gratis" y porque "todo queda en la epidermis".
M¨¢s all¨¢ de la epidermis, el an¨¢lisis de algunos acad¨¦micos brit¨¢nicos citados por Times sobre el fen¨®meno sit¨²a a la sociedad espa?ola como "no racista, pero s¨ª primeriza ante la convivencia con la inmigraci¨®n". Y, eso, sostienen, hace a la gente "ver con ligereza e indulgencia" las descalificaciones por el color de la piel. Seg¨²n esta tesis, los espa?oles no son m¨¢s racistas que cualquier otro pa¨ªs de su entorno, pero tienen menos experiencia en tratar con gente diferente y en las sutilezas que ello conlleva. Hasta el punto, de que, denuncian, los espa?oles no saben calibrar la importancia de esos insultos.
En los bares, seg¨²n, entre otros, Javier Dur¨¢n, se repiten las expresiones ofensivas contra Hamilton. "No es nuevo, le llaman de todo", certifica el profesor. La diferencia con respecto al suceso del otro d¨ªa es que el interesado no les oye.
Pero no todos los actores comparten esa visi¨®n. Desde sectores ligados a la Administraci¨®n, se preguntan por qu¨¦ las instituciones espa?olas no claman ni piden explicaciones por el comportamiento de los c¨¦lebres hooligans brit¨¢nicos cuando alg¨²n equipo de las islas juega en Espa?a. "Nosotros no decimos que los ingleses son borrachos y v¨¢ndalos por el hecho de que algunos de los hinchas de sus equipos s¨ª lo sean", insisten con un punto de reivindicaci¨®n nacionalista. En definitiva, se apunta a que los ingleses "exageran" cuando se trata de estas cuestiones.
Un maximalismo azuzado por la tradici¨®n sensacionalista de parte de sus medios. Sin embargo, entre los m¨¢s conspicuos denunciantes se encuentran medios de la solvencia y seriedad de la BBC, que dedica un notable despliegue al caso Hamilton.
"?Nosotros lo minimizamos o ellos lo maximizan?", se preguntan altos cargos de la Administraci¨®n espa?ola. Para Ibarra, sin duda, la primera opci¨®n. "El discurso oficial desde hace a?os y a?os es que esto no crece y de que son cuatro gatos aislados", dice, antes de ponerle la coda... "y eso es falso". Seg¨²n Ibarra los hechos relacionados con el racismo en Espa?a han crecido hasta afectar, el a?o pasado, a 200 municipios de todo el pa¨ªs. Un crecimiento que, claro, tiene su reflejo en el deporte.
Por de pronto, la propia escuder¨ªa McLaren parece, sin embargo, m¨¢s proclive a la segunda opci¨®n. Hamilton, despu¨¦s de confesar su tristeza por lo sucedido y su amor por Barcelona, volver¨¢ a entrenarse en Espa?a dentro de dos semanas.
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