Esquizofrenias
A mediados del siglo XIX, el escritor Fr¨¦d¨¦ric Mistral public¨® Mireio, una de las obras cl¨¢sicas del nacionalismo cultural de la ¨¦poca, con la cl¨¢sica historia de amores protagonizada por una joven que encarnaba las virtudes provenzales. Pues bien, con el tiempo Mistral pas¨® a engrosar el censo de escritores franceses con su Premio Nobel y Mireille, no Mireio, se convirti¨® en un nombre tambi¨¦n t¨ªpicamente franc¨¦s. Fue uno de tantos ejemplos de la capacidad de integraci¨®n del nacionalismo galo respecto de los componentes diversos de lo que fuera en el Antiguo R¨¦gimen una monarqu¨ªa de agregaci¨®n, cuando ante los Estados Generales de 1789 la nobleza hablaba de "naci¨®n provenzal". Con un punto de partida similar en lo pol¨ªtico-cultural, la trayectoria espa?ola ha sido la opuesta, y por seguir en la misma l¨ªnea de ejemplos, los ciudadanos espa?oles tienen hoy que decir Girona o Lleida en catal¨¢n, Ourense y A Coru?a en gallego, cuando en cambio siguen llamando Bruselas a Bruxelles, Londres a London y Ginebra a Gen¨¨ve.
Los espa?oles tienen que decir Girona o A Coru?a, cuando siguen llamando Bruselas a Bruxelles
Fue una concesi¨®n a los nacionalismos perif¨¦ricos, para compensar opresiones pasadas y con ¨¢nimo de fraternidad, pero que a fin de cuentas no ha servido para nada a la hora de aunar cohesi¨®n y pluralismo. La democracia reconoci¨® la existencia de las nacionalidades, cre¨® el Estado de las autonom¨ªas, hizo posible la recuperaci¨®n de los idiomas propios, y alcanz¨® un ¨®ptimo t¨¦cnico en la conjugaci¨®n de las demandas nacionales y regionales con la pervivencia del Estado. Al menos, la satisfacci¨®n de los ciudadanos en las distintas encuestas indic¨® que se hab¨ªa seguido el buen camino. De poco ha servido esto para las ¨¦lites nacionalistas que en Euskadi, con el respaldo impl¨ªcito de ETA, y m¨¢s tarde en Catalu?a, optaron por una l¨®gica de creciente disociaci¨®n respecto del Estado. Entr¨® en escena la "garrapata" insaciable de que hablaba Savater. Los logros eran olvidados y quedaban s¨®lo la voluntad de rechazo y la obsesi¨®n identitaria.
El esquema mental, inaugurado por el nacionalismo sabiniano en el Pa¨ªs Vasco, y seguido ahora por el catalanismo, sigue una din¨¢mica de esquizofrenia cultural, partiendo de una distorsi¨®n a la hora de percibir una realidad que se rechaza para exhibir como contrapunto el mundo arm¨®nico y culturalmente homog¨¦neo de la futura sociedad, sea catalana o vasca, enfrentado a Espa?a. Con la consiguiente carga de violencia para compensar la debilidad de los argumentos. Cuando se protesta por lo de Atutxa o se discute en el Parlamento catal¨¢n sobre la inmersi¨®n en el catal¨¢n para la ense?anza, y el PP reivindica los derechos de los castellanohablantes, el debate invoca todo menos la naturaleza del problema. Es "el pueblo catal¨¢n", uno e indivisible, lo que est¨¢ en juego frente al proyecto de renacionalizaci¨®n hispana. Defender el castellano es "terrorismo ling¨¹¨ªstico". Nos acercamos al sempiterno ataque de Espa?a contra las instituciones vascas. Naci¨®n contra naci¨®n. Una deriva lamentable tras los excelentes logros de la recuperaci¨®n nacional, tanto pol¨ªtica como cultural, obtenidos en la Catalu?a aut¨®noma.
No es ¨¦sta la ¨²nica esquizofrenia observable en la pol¨ªtica espa?ola. El desequilibrio que en dirigentes populares caus¨® la derrota del 14-M ha llevado tambi¨¦n aqu¨ª a satanizar la realidad existente y a refugiarse en mundos so?ados contrapuestos a ella, convirtiendo la labor cr¨ªtica en agresividad permanente y en delirios conspirativos. Ahora, con el periodo electoral, tal mecanismo revierte sobre la vida pol¨ªtica, generando peligrosas din¨¢micas de exclusi¨®n. El mejor ejemplo es el repertorio de medidas contra una inmigraci¨®n contemplada desde el ¨¢ngulo del miedo, con especial dedicaci¨®n al grupo m¨¢s susceptible de experimentar la discriminaci¨®n racial, los inmigrantes isl¨¢micos. El velo en la mujer no es un s¨ªmbolo de libertad, pero su prohibici¨®n singularizada en un marco de medidas restrictivas supone una incitaci¨®n al racismo. En t¨¦rminos de patolog¨ªa, despunta un brote muy grave.
Por ¨²ltimo, la traslaci¨®n del concepto de esquizofrenia a la esfera pol¨ªtica no debe hacernos olvidar que en Espa?a, esta enfermedad que tantos y tantas familias padecen est¨¢ siendo objeto de una injustificable marginaci¨®n por unos y otros en la asignaci¨®n de recursos, cuando se rifan regalos de Papa Noel con el super¨¢vit del presupuesto empleado en meros anzuelos electorales. En Madrid, siguen diagnostic¨¢ndose esquizofrenias como si fueran posesiones diab¨®licas, hay largos meses de espera para estancias prolongadas de enfermos graves en la mayor residencia (Ciempozuelos) y familias a las que se recomienda entrenamiento ps¨ªquico para evitar que una pobre enferma cumpla su mayor deseo, matar a la madre con la que convive, por aquello de que lo mejor es que el enfermo est¨¦ con los suyos, sin reparar en c¨®mo est¨¢ ese enfermo. La enfermedad mental da pocos votos y la esquizofrenia de los pol¨ªticos es intencionada, pragm¨¢tica.
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