El miedo a Dios
Yo era corazonista. Un corazonista no es un cirujano de coraz¨®n, ni tampoco el tipo que traslada las v¨ªsceras en los transplantes de ¨®rganos. Corazonistas se hacen llamar los curas del Sagrado Coraz¨®n y tambi¨¦n los alumnos a los que imparte ense?anza esa congregaci¨®n. Yo curs¨¦ estudios en el Colegio del Sagrado Coraz¨®n de la calle de Alfonso XIII, ese cuyo edificio anexo no le cay¨® encima a los chicos estas Navidades porque Dios es grande.
A simple vista parece que all¨ª se hicieron todas las cosas que no se deben hacer con un edificio, aunque ahora la direcci¨®n del centro, con un par de huevos, lo vende como "el milagro de la calle de Paraguay". Inmenso morro habemus.
Pero si hoy menciono ese centro educativo es porque all¨ª me ense?aron a sentir miedo, el ¨²nico sentimiento que logr¨® en alg¨²n momento amargarme la infancia. No era el miedo a que aplastaran mis dedos con un palo por hablar en clase, ni a que me arrancaran la oreja por salirme de la fila, ni siquiera a los bofetones que propinaban como si le pegaran a un t¨ªo hecho y derecho. Antes de que tomara la primera comuni¨®n ya hab¨ªa recibido un buen mont¨®n de hostias. A pesar de ello, no era su forma de entender la disciplina lo que realmente me daba miedo; yo a quien ten¨ªa miedo era a Dios.
Ese Dios horrible, el que daba miedo, es el que ahora vuelve a esgrimir la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica
Ese Dios implacable y cabr¨®n del que all¨ª me hablaron, un Dios capaz de mandarte 100 a?os al purgatorio por dormirte en el rosario y a quemarte eternamente en el infierno por tocarte m¨¢s de los debido tus propios genitales.
Un Dios as¨ª al que adem¨¢s hab¨ªa que amar por encima de todas las cosas si quer¨ªas tener alguna opci¨®n de entrar en el reino de los cielos. Hubo por fortuna alg¨²n cura disidente de tan tenebrosa pedagog¨ªa, pero al final s¨®lo el ejercicio de la raz¨®n me sac¨® de las tinieblas en que me sumieron. Si hab¨ªa un Dios ah¨ª arriba no pod¨ªa ser tan cruel y mezquino de abrasar a un cr¨ªo en el averno por descolgar los ojos en el escote de la vecina.
Si hab¨ªa un Dios ten¨ªa que ser inmenso, generoso y, sobre todo, comprensivo con los comportamientos y debilidades de una especie que el mismo hab¨ªa creado. Entend¨ª que el otro Dios, el monstruo, era s¨®lo una invenci¨®n perversa para amedrentar y manipular a los hombres. Ese Dios horrible, el que daba miedo, es el que ahora vuelve a esgrimir la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola bajo la ¨¦gida del sector m¨¢s carca, hip¨®crita y siniestro de la Iglesia cat¨®lica. Un Dios que se aparece a ciertos miembros de la Conferencia Episcopal para decirles a sus fieles que no voten a los partidos que hablan con terroristas.
Toda la tradici¨®n negociadora de la Iglesia cat¨®lica en contiendas, secuestros y situaciones de conflicto, toda la labor de sus miembros m¨¢s comprometidos con la paz y con el dolor humano es pisoteada por la inspiraci¨®n divina de estos iluminados de conveniencia. Adem¨¢s de p¨¦rfidos son torpones, porque su indisimulada pretensi¨®n de perjudicar al PSOE en las elecciones lleva camino de provocar el efecto contrario.
No el miedo a Dios, sino al de sus obispos m¨¢s retr¨®grados puede lograr la movilizaci¨®n de un voto de izquierdas hasta ahora merecidamente cr¨ªtico con Zapatero. Es algo que preocupa en el Partido Popular, cuyos estrategas electorales est¨¢n aterrados con la "mano al cuello" que le est¨¢n echando quienes mantienen anulado a Bl¨¢zquez en la Conferencia Episcopal.
Son purpurados de encaje y palacio arzobispal a los que sigue pagando este Gobierno con el dinero de todos los contribuyentes. Jerarcas entregados a los neo yuppies del nacional catolicismo en abierto contraste con los curas y monjas que, con cuatro euros, se pelan el culo trabajando para los m¨¢s desfavorecidos.
Hay otra Iglesia en la brecha, una Iglesia que alarma a quienes tratan de atribuirse la expedici¨®n de billetes al para¨ªso. Es el caso del te¨®logo Jes¨²s Pagola, cuyo libro Jes¨²s, aproximaci¨®n hist¨®rica presenta a Jesucristo como un ser excepcional que defiende a quienes padecen las injusticias sociales pero que nunca quiso crear escuela ni jerarqu¨ªas.
Con ese mensaje hace 500 a?os ser¨ªa carne de hoguera; hoy el Santo Oficio s¨®lo puede entorpecer su difusi¨®n. En esa obra, que bate r¨¦cord de ventas en su g¨¦nero, Pagola afirma que el seguimiento de Jesucristo y su forma de vivir la vida y la fe es lo ¨²nico que te hace cristiano. Nada en Rouco, Mart¨ªnez Camino o Ca?izares me recuerda la vida ni el ejemplo de aquel Nazareno llamado Jes¨²s.
Tampoco el Dios del que hablaba en Judea recuerda a este otro enano y mezquino que se mete en pol¨ªtica. Ese Dios del miedo con el que te asustaban desde ni?o y que temen que pronto ya no asuste a nadie.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.