Una mirada a ?frica
Acabo de finalizar una nueva gira por el continente africano. Me ha llevado desde el rio Niger (Mal¨ª), a trav¨¦s de la costa de Guinea Bissau, hasta el coraz¨®n africano del rio Congo, para concluir en Addis Abeba, capital de ese legendario pa¨ªs que es Etiop¨ªa. Cuatro realidades africanas singulares unidas por su dramatismo existencial.
Estoy convencido de que la delegaci¨®n que me ha acompa?ado regresa, como yo, cambiada en su mirada hacia Africa. Si los anteriores contactos con el continente vecino ya me hab¨ªan impactado emocionalmente, abri¨¦ndome los ojos a la desnuda realidad de la pobreza estructural, en esta ocasi¨®n, el impacto ha sido a¨²n mayor. No quiero, sin embargo, transmitir unas impresiones lineales, sino expresar un sentimiento sobre el actual latir del coraz¨®n africano.
Nuestros vecinos africanos viven en la pobreza, pero no renuncian a la felicidad
Desde nuestros veh¨ªculos contemplamos las desesperanzadas im¨¢genes de j¨®venes deambulando por las calles embarradas del ca¨®tico torbellino urban¨ªstico de Bissau, Kinshasa o Bamako. La gran mayor¨ªa vest¨ªa atuendos limpios y elegantes, con esos amarillos, verdes y rojos que tan bien representan los colores de las banderas africanas. Mostraban una gran dignidad personal, en absoluto afectada por la falta de horizonte existencial.
Las nuevas generaciones africanas, sin duda mejor educadas que las del pasado, est¨¢n comunicadas con el mundo exterior. Son conscientes de la desgarradora desigualdad entre pa¨ªses ricos y pobres, pero viven ilusionadas con un futuro mejor. Con valent¨ªa, muchos arriesgan sus vidas mediante la emigraci¨®n. Esos j¨®venes han cambiado nuestra manera de acercarnos a ?frica.
No cabe imaginar soluci¨®n alguna, dicen muchos eruditos africanistas. Pero frente a ese sentimiento de desaz¨®n fatalista e impotente se abre ante nuestros ojos otra realidad. Una realidad de personalidades comprometidas, repletas de autenticidad, transparencia y deseo de aportar nuevas ideas, de imaginar nuevos sue?os. Y as¨ª, de inmediato, casi sin darnos cuenta, empezamos a creer en que esos j¨®venes, esas mujeres, esos ni?os sonrientes no se dejar¨¢n abatir por la losa de su traum¨¢tica historia.
Sin duda, ?frica es un continente problem¨¢tico, pero, sobre todo, es un continente vivo. Todos los dias sus habitantes han de superar mil y una pruebas para sobrevivir. La gran mayor¨ªa lo hace con una sonrisa amplia y sincera, que se refleja en los peinados ensortijados, en los ojos imantados y en unos cuerpos elegantes que desatan su ritmo cuando la m¨²sica irrumpe. Ese movimiento se traslada a todo el continente. Un continente deseoso de toparse con la felicidad. Todo est¨¢ condicionado a su b¨²squeda. Esa fuerza interior explica el alto nivel de sacrificio y de sufrimiento de la gran mayor¨ªa de sus ciudadanos.
Mal¨ª, Guinea-Bissau, la Republica Democr¨¢tica del Congo y Etiop¨ªa. Cada uno de estos pa¨ªses tiene una historia, un presente y un futuro propio. Percibimos un nuevo despertar de los africanos. Junto al rechazo de lo colonial, afirman con orgullo sus peculiaridades, sus ra¨ªces culturales, sus c¨®digos de vida y organizaci¨®n. Aceptan al extranjero, a condici¨®n de respeto y confianza. Saben que no podr¨¢n superar solos sus problemas actuales. Necesitan y esperan ayuda en pie de igualdad. Se impone un reencuentro, una reconciliaci¨®n.
Por nuestra parte, la conclusi¨®n es evidente: debemos ocuparnos m¨¢s y mejor de nuestros vecinos. No podemos vivir despreocupadamente cuando sabemos que a unos cientos de kilometros se encuentran en la marginaci¨®n m¨¢s profunda. Esta ignorancia o ceguera no es tolerable. Debemos acostumbrarnos a vivir con ellos, a sufrir con ellos, a compartir con ellos y a construir con ellos un futuro com¨²n. Para alcanzar ese objetivo -ut¨®pico para tantos- debemos replantearnos el actual sistema de relaci¨®n.
Hemos de otorgarles m¨¢xima prioridad, aceptando que sean ellos quienes marquen los objetivos y el ritmo de los cambios, y acompa?arles en sus procesos de apertura democr¨¢tica y de reforzamiento del Estado de Derecho. Se impone adem¨¢s un esfuerzo extraordinario para solucionar los conflictos armados que todav¨ªa asolan parte del continente.
La reconversi¨®n de sus econom¨ªas deber¨ªa garantizar unos niveles m¨ªnimos de atenci¨®n social, educativa y sanitaria. Este esfuerzo deber¨¢ contar con la ayuda extranjera, tanto con apoyos presupuestarios directos como a trav¨¦s de condonaci¨®n de deuda, instrumentos modernos que emplea ya profusamente el Gobierno de Espa?a. Adem¨¢s, es preciso crear condiciones y espacios para la inversi¨®n extranjera, respetando siempre los recursos y las potencialidades africanas. Al mismo tiempo, se deber¨¢n dise?ar estrategias de seguridad energ¨¦tica. La lucha contra el cambio clim¨¢tico, la desertizaci¨®n y la deforestaci¨®n son necesidades ineludibles en ?frica.
Solamente con un compromiso pro-activo podremos responder al grito que nos llega de las profundidades africanas. Hace unos a?os, tras la primera Guerra del Golfo, Jorge Dezcallar advert¨ªa en un acertado art¨ªculo sobre la existencia de una "bomba de relojer¨ªa" cuya cuenta atr¨¢s se hab¨ªa iniciado en el Magreb. Ahora su sonido es a¨²n m¨¢s profundo y acuciante pues proviene de todo el continente vecino. A los africanos y a los europeos nos corresponde detener ese fatal tic-tac y convertirlo en un ritmo vivo de paz y prosperidad.
Miguel ?ngel Moratinos Cuyaub¨¦ es ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperaci¨®n.
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