Una personalidad autoritaria
Hay actos pol¨ªticos que iluminan de pronto toda la escena y dicen sobre los principales personajes de la representaci¨®n, sobre lo que son y lo que piensan, m¨¢s que cien sesudos an¨¢lisis. Por venturosa coincidencia, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha sido protagonista principal de dos de esos actos que valen por un mont¨®n de biograf¨ªas. Fue primero el desenlace del drama que hab¨ªa montado por mantener a raya al alcalde de la capital impidiendo su presencia en las listas electorales. Fue despu¨¦s su decisi¨®n de confirmar las medidas represoras tomadas contra un grupo de m¨¦dicos de un hospital de Legan¨¦s bajo la acusaci¨®n de mala pr¨¢ctica m¨¦dica en sedaciones de enfermos terminales.
El primero de estos actos entra en la categor¨ªa ¨¦pica de quienes han decidido morir matando. La hip¨®tesis de que un buen puesto en la lista de Madrid convertir¨ªa al alcalde en candidato mejor situado para suceder al presidente del partido en caso de derrota en las pr¨®ximas elecciones, empuj¨® a la presidenta a dirigir todas sus bater¨ªas contra las l¨ªneas enemigas: el alcalde s¨®lo ser¨ªa candidato a diputado pasando por encima de su cad¨¢ver. Y el jefe del partido, que no supo cortar a tiempo las ofertas del alcalde, ni decirle que esas no eran maneras, que se callara, que no mostrara en p¨²blico sus ambiciones, que se lo trabajara con alguna dosis de maquiavelismo, no tuvo mejor ocurrencia que convocar a ambos para desairar al uno pleg¨¢ndose a la otra.
El tiempo dir¨¢, tal vez, que la presidenta ha agotado, como Pirro, todas sus reservas en tan grande victoria y que, al mostrar a las claras su personalidad autoritaria -en el sentido que Theodor Adorno y su grupo de investigadores dio al t¨¦rmino-, ha arruinado sus propias expectativas de suceder al actual presidente de su partido. Los combates por el poder en los que ¨²nicamente entran en juego, a la vista del p¨²blico y sin posibilidad de mixtificaciones, los anhelos de conquistar como sea m¨¢s poder suelen acarrear un resultado de suma negativa para los dos contendientes: ambos pierden, ante el regocijo del resto de aspirantes, que se frotan las manos mientras aguardan con mayor contenci¨®n su hora.
Son estos mismos rasgos de personalidad autoritaria los que volvieron a salir a la superficie estrepitosamente a ra¨ªz del auto de archivo de la Audiencia de Madrid que pon¨ªa fin a la persecuci¨®n a la que ha sido sometido el grupo de m¨¦dicos de Legan¨¦s. Incapaz de compasi¨®n por los enfermos que han tenido que sufrir sus intemperancias; absolutamente negada para, si no pedir perd¨®n, manifestar al menos alg¨²n sentimiento por el da?o irreparable infligido al equipo m¨¦dico y a sus pacientes, y mintiendo sobre el origen de la denuncia y sobre su compromiso de hacer reversibles las medidas represoras si al final resultaba falsa la denuncia, Esperanza Aguirre ha mostrado hasta d¨®nde est¨¢ dispuesta a llegar en su intolerancia y su dogm¨¢tica rigidez enviando un argumentario con la racial consigna de sostenella y no emendalla.
Porque lo admirable de ese argumentario, que el anterior consejero de Sanidad y su sucesor, Lamela y G¨¹emes, repiten al pie de la letra como corresponde a las mentalidades autoritarias en posici¨®n subordinada, es su afirmaci¨®n de que el juez no dice que no hubiera mala pr¨¢ctica, sino que no se ha demostrado que la hubiera. Han intervenido varias comisiones, algunas nombradas a dedo; han inspeccionado a fondo, han desbaratado un equipo y puesto patas arriba un servicio, buscando pruebas. No las han encontrado, y el juez al final dice: hay que retirar cualquier referencia a la mala pr¨¢ctica. Y los autoritarios, por no pedir excusas por un da?o, por no mostrar el m¨¢s m¨ªnimo sentimiento de compasi¨®n, insisten: no se ha demostrado, pero haberla, la hubo. Y mantienen los despidos y las sanciones, no vaya a ser que se extienda entre los profesionales de la medicina que este amoral grupo de pol¨ªticos est¨¢ tocado y ha perdido poder: lo necesitan todo entero para seguir arruinando la sanidad p¨²blica.
En fin, y a modo de estrambote: tampoco estar¨ªa de m¨¢s que la Conferencia Episcopal se hincara de rodillas y, aunque s¨®lo sea por una vez y sin que sirva de precedente, pida perd¨®n a estos m¨¦dicos por la sarta de infamias que desde la Cope se les ha dirigido. Porque ya les vale a los obispos, tan sensibles ellos al rebrote de anticlericalismo que con tanto empe?o se dedican a fomentar, lavarse cada d¨ªa las manos ante la basura que los micr¨®fonos de su clerical emisora vierten sobre todo hijo de vecino.
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