El secreto de vivir m¨¢s de 100 a?os
Shangri-La, cuyos habitantes tienen cientos de a?os, es una invenci¨®n del escritor brit¨¢nico James Milton (1900-1954) en su novela de 1933 Horizontes perdidos. Pero el pueblo japon¨¦s de Ogimi es quiz¨¢ el lugar real que m¨¢s se parece a ese para¨ªso, con la mayor concentraci¨®n de centenarios del mundo, que gozan de buena salud y viven en un clima subtropical de vegetaci¨®n exuberante frente a las aguas que adquieren tonos turquesas en esa zona del oc¨¦ano Pac¨ªfico que ba?a sus playas.
Matsu Taira se despierta cada ma?ana a las seis, se asea, desayuna, arregla la casa y hasta el mediod¨ªa trabaja en su huerto, de donde obtiene la mayor¨ªa de los ingredientes con que prepara diariamente su comida, realizada casi exclusivamente con vegetales, a los que a?ade cada cierto tiempo algo de cerdo cocido. Tras la comida se re¨²ne con alguno de sus vecinos, y por la noche prepara su cena, ve la televisi¨®n o escucha la radio y se acuesta temprano.
Nada de esto ser¨ªa llamativo si no fuera porque Matsu tiene 99 a?os y goza de una salud envidiable que le permite vivir sola, como el 80% de los ancianos del archipi¨¦lago de coral de Okinawa.
Taira, viuda y madre de tres hijos, uno de ellos fallecido durante la II Guerra Mundial, acude a la entrevista un poco antes que su amiga y vecina Setsuko Taida. Ambas, que llegan ayud¨¢ndose de sendos andadores, se r¨ªen abiertamente cuando ven las fotos de este reportaje: "No estamos guapas. Se nos ve muy mayores". Setsuko se queja de las manchas oscuras en el rostro que no pueden ocultar las fotograf¨ªas, y Mat??su, tambi¨¦n coqueta, lamenta que recientemente le ha salido un bulto grande y redondo en su p¨¢rpado derecho que el m¨¦dico ha recomendado no tocar.
Es evidente la complicidad entre las dos, pero su actitud ante la vejez es diferente. Matsu destaca que el pr¨®ximo 3 de abril alcanzar¨¢ los 100 a?os, y aunque est¨¢ contenta, comenta que no sabe si quiere cumplir ya m¨¢s. Por el contrario, Setsuko, que llegar¨¢ a los 92 este 20 de febrero, asegura: "No me importar¨ªa alcanzar los 120. Adoro que mis nietos me llamen abuela, abuela. Es una palabra maravillosa, que no me canso de o¨ªr. Disfruto jugando con ellos".
Setsuko reconoce que alguna vez ha probado la comida norteamericana -"me gust¨® mucho"-, pero no se ha decidido a incluirla en su dieta; sin embargo, Matsu afirma tajante: "Las patatas fritas y las hamburguesas no son para m¨ª".
Cerca de ellas vive Teru Kinjo, de 86 a?os y madre de cinco hijos. Ella conf¨ªa en llegar a los 105, "la edad que ha cumplido ya mi suegra, aunque en un hospital".
Teru se levanta cada d¨ªa a las cinco y, despu¨¦s del desayuno, pasea por el vecindario para visitar a sus amigas, cuida su huerto y hace bashofu, un tejido t¨ªpico de Okinawa, el m¨¢s antiguo de la isla, que se cree que tiene su origen en el siglo XIII. Al mediod¨ªa, cocina y come, para luego echarse una siesta "de dos o tres horas"; por la tarde vuelve a trabajar en el huerto y en el telar; cena y se acuesta pronto, "a las nueve". "Estoy bien. Muy sana porque soy libre. Nada limita mi pensamiento ni mi libertad, hago lo que quiero cuando quiero", asevera serena y sonriente desde el suelo, donde recibe a las periodistas sentada tejiendo en su taller de madera, colindante con su casa.
En la zona, Hatsue Yoshimana, de 85 a?os y madre de tres hijos, es conocida por sus habilidades culinarias, que le han llevado a crear un delicioso mochi, un pastelito japon¨¦s de arroz. La mermelada de flores es otra de las especialidades de esta mujer, que se felicita de "no necesitar comprar casi nada, pues la mayor¨ªa de mis alimentos los cultivo en mi huerto". Explica que no coge ni un resfriado y que visita al m¨¦dico "s¨®lo una vez al a?o" y ¨²nicamente para que le controle una incipiente osteoporosis, que no le impide ir a todas partes en bicicleta o andando.
Las estad¨ªsticas no dejan lugar a dudas. Ogimi, de 3.500 habitantes, de los cuales unos noventa cuentan 100 o m¨¢s a?os, registra la mayor concentraci¨®n de centenarios del mundo, seg¨²n datos de 2006 del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Jap¨®n. Las mujeres viven aqu¨ª un promedio de 86 a?os; los hombres, 79. Los problemas cardiovasculares son escasos, y el ¨ªndice de infartos, c¨¢ncer de mama y de pr¨®stata se sit¨²a muy por debajo de la media nacional. El informe se basa en datos fiables, ya que en cada ciudad, pueblo y aldea de Jap¨®n se inscriben los nacimientos, bodas y fallecimientos en un koseki, o registro familiar, desde finales del siglo XIX, que se completa con un censo regular que se efect¨²a cada cinco a?os.
Ogimi se encuentra al norte de Okinawa, la prefectura m¨¢s austral de Jap¨®n, integrada por 160 islas de las que 44 est¨¢n habitadas por 1,3 millones de personas. La zona da a las aguas del Pac¨ªfico, que en esa parte recibe el nombre de mar de China Oriental; la selva subtropical cubre tres cuartas partes del pueblo, por el que corren r¨ªos y arroyos, origen de un medio ambiente rico en biodiversidad. A los pies de esas frondosas colinas se extienden los numerosos huertos que cuidan sus venerables propietarios.
La receta para la longevidad de los habitantes de Okinawa parece sustentarse en la conjunci¨®n de ciertos genes y en varios elementos clave que conectan mente, cuerpo y esp¨ªritu: alimentaci¨®n adecuada, pr¨¢ctica habitual de ejercicio y una vida tranquila y con sentido espiritual, seg¨²n se?alan los autores del informe El estilo de Okinawa. C¨®mo la gente m¨¢s longeva del mundo logra una salud duradera.
La obra sobre los centenarios de la isla es el resultado de las investigaciones que comenzaron en 1976 el geriatra y cardi¨®logo japon¨¦s Makoto Suzuki y los hermanos gemelos estadounidenses Bradley y Craig Willcox, internista y antrop¨®logo, respectivamente. Los tres expertos desentra?an los factores determinantes de la larga vida y afirman que la gen¨¦tica no es determinante, aunque influye en un 30%.
En la comida, estos ancianos evitan casi totalmente los productos animales y dan preferencia a frutas como la papaya y a hortalizas como zanahorias, repollo, cebollas, pimientos verdes y lechuga, m¨¢s una mezcla de algas y de hierbas como la albahaca. Su alimentaci¨®n incluye, asimismo, pasta, arroz, ma¨ªz y pescado (salm¨®n y at¨²n, ricos en ¨¢cidos grasos omega 3, son los favoritos; los suelen comer hasta tres veces al d¨ªa), mientras que de carne roja y huevos s¨®lo toman unas pocas porciones a la semana.
Todo ello lo acompa?an con t¨¦ verde o negro (ricos en antioxidantes), y evitan la leche y el az¨²car; adem¨¢s toman mucha agua (de 8 a 12 vasos diarios) y c¨²rcuma, una de sus especias favoritas para aderezar las comidas o para beber, a la que se atribuye un sinn¨²mero de beneficios para la salud.
Es lo que en algunos restaurantes de Okinawa se anuncia en ingl¨¦s como Okinawan food, slow food, sin apenas grasa ni calor¨ªas y, a cambio, muchos vegetales. Ese lema no s¨®lo se refiere a que esta gastronom¨ªa tiene su base en la frugalidad, sino tambi¨¦n en degustar despacio para que cuando el cerebro reciba la se?al de saturaci¨®n del est¨®mago, habitualmente a los 20 minutos de haber comenzado a comer, no se haya ingerido demasiada cantidad de alimentos.
La moderaci¨®n, una de las claves de la longevidad de estos ancianos de Okinawa, se conoce con el aforismo inspirado en el confucianismo hara hachi bu, que viene a decir: come hasta que est¨¦s lleno al 80%, una garant¨ªa para llegar a una edad avanzada con buena salud.
Est¨¢ claro que no hay una poci¨®n m¨¢gica. Investigaciones en el Instituto Nacional de Gerontolog¨ªa estadounidense han confirmado que limitar la ingesta de calor¨ªas supone un aumento de la esperanza de vida en todas las especies estudiadas, desde la mosca de la fruta hasta los primates. Los habitantes de Okinawa son, probablemente, el mejor ejemplo de poblaci¨®n humana que ha aprendido de esa regla.
Adem¨¢s, los vecinos de Ogimi usan, mientras pueden, la bicicleta para trasladarse; un medio de transporte muy extendido en Asia y que en Okinawa resulta muy ¨²til porque es la mejor manera de circular entre los estrechos caminos que separan sus casitas. El ejercicio f¨ªsico en estas islas es un medio de vida en el que se incluyen los bailes tradicionales, mucha jardiner¨ªa, pescar, andar y las artes marciales; de hecho, el k¨¢rate moderno fue inventado por uno de sus habitantes, Funakoshi Gichin, en la primera mitad del siglo XX, a partir de las artes marciales de Okinawa.
En Ogimi desempe?a un papel central el telar de Kijoka, a tres kil¨®metros. A ¨¦l acuden regularmente las ancianas, incluidas las centenarias, a mostrar a escolares y a turistas c¨®mo tejer bashofu. Es una de las se?ales de que los habitantes mayores de estas islas llevan una vida muy relajada. M¨¢s claves: meditan habitualmente, lo que les ayuda a relajarse; cultivan el optimismo y el sentido del humor, y mantienen una red tupida de lazos con sus familiares y la comunidad, donde se cuidan unos a otros tanto en el aspecto emocional como en el financiero y social, y en cuyas actividades participan. Subraya el estudio de Suzuki y los hermanos Willcox: "Hay un elemento cultural, y es que la gente de Okinawa forma una comunidad muy unida en la que es importante el yuimaru, que en Japon¨¦s significa el c¨ªrculo de relaciones".
Frente a otras sociedades, los ancianos japoneses afrontan la vejez con la complacencia y el disfrute que el confucianismo y el budismo que impregna sus vidas confiere a los m¨¢s mayores. Al contrario de lo que sucede en Occidente, en Okinawa los ancianos disfrutan de gran respeto social. Muestra de ello es que, cuando se llega a los 60 a?os, se celebra el kanreki, o comienzo de la edad mayor feliz; el toukachi, a los 88, y el kajimaya, la mayor fiesta de todas, al alcanzar los 97; en ella los ancianos visten de rojo, como s¨ªmbolo de regreso a la juventud, y portan un molinete de papel o kajimayaa en un desfile a trav¨¦s del pueblo en el que la gente se les acerca para tocarles o estrechar sus manos, pues piensan que de esa manera compartir¨¢n salud y longevidad.
La espiritualidad de los mayores de Okinawa est¨¢ presente en el aforismo confuciano de evitar comer hasta saciarse, en la meditaci¨®n y en la relaci¨®n que guardan con la naturaleza, que les viene de los principios de la filosof¨ªa sinto¨ªsta. En Jap¨®n conviven en plena armon¨ªa el sinto¨ªsmo, bajo cuyos rituales se suele celebrar el nacimiento y el matrimonio; el budismo, que lleg¨® desde China en el siglo VI, destinado, por lo general, para actos funerarios, y el confucianismo, que considera realizada a la persona en tanto que ser social que ocupa un puesto y desempe?a una funci¨®n en una comunidad.
El confucianismo da gran importancia a los ritos como forma de conservar el pasado m¨ªtico legado, como s¨ªmbolo de jerarqu¨ªa y poder, como m¨¦todo de autodisciplina y dominio de uno mismo y como garant¨ªa de que la sociedad y el Estado funcionan correctamente.
El estudio de los centenarios de Okinawa demuestra que la longevidad es una cuesti¨®n m¨¢s de costumbres que de genes, dado que los propios habitantes de Okinawa han visto reducida dram¨¢ticamente su esperanza de vida cuando se han trasladado a vivir al extranjero, como ocurri¨® con los que fueron reclutados en 1930 para trabajar en las plantaciones de caucho en Brasil, donde consumieron en abundancia carne de vacuno por ser barata, lo que deriv¨® en una expectativa de vida 17 a?os menor que la de sus vecinos en la isla.
Pese a la gran influencia estadounidense -en Okinawa est¨¢ desplegada la mayor cifra de fuerzas militares de Estados Unidos en el pa¨ªs asi¨¢tico, 18.000 efectivos repartidos en nueve bases-, la gente mayor no ha cambiado apenas o nada sus gustos alimenticios; pero no se puede decir lo mismo del resto, que padece, adem¨¢s de exceso de peso, diabetes, tensi¨®n alta y tabaquismo. En 2005, la publicaci¨®n de un censo conmocion¨® a Okinawa al revelar que la esperanza de vida de los hombres de la isla cay¨® hasta el puesto 26 de la clasificaci¨®n mundial y hasta el ¨²ltimo de Jap¨®n por el aumento de la tasa de suicidios, que lleg¨® ese a?o a 27,5 por cada 100.000 habitantes.
Las cosas est¨¢n cambiando. El ¨ªndice de suicidios se incrementa en Okinawa mientras disminuye en el resto de Jap¨®n, y afecta especialmente a la generaci¨®n de los nacidos entre 1946 y 1949 por encontrarse en el momento cr¨ªtico en sus vidas, en que hacen frente a su pr¨®xima jubilaci¨®n y en que son m¨¢s susceptibles a desarrollar depresi¨®n por la edad, aseveran responsables del Centro de Bienestar Psiqui¨¢trico de Okinawa.
Suzuki ha subrayado "la paradoja de Okinawa", es decir, la curiosa convivencia de los j¨®venes fumadores y obesos por adoptar la forma de vida estadounidense de desplazarse siempre en autom¨®vil, pasar el tiempo libre en centros comerciales e ingerir comida basura, y las personas m¨¢s longevas del mundo que llegan a esas edades en excelente estado f¨ªsico y mental.
El experto establece una relaci¨®n directa causa-efecto entre la instalaci¨®n de las bases estadounidenses en Okinawa y la p¨¦rdida de las saludables costumbres. El primer McDonald's de Jap¨®n no se abri¨® en Tokio, sino en esa isla en 1976, que hoy cuenta con el mayor porcentaje de hamburgueser¨ªas de todo el pa¨ªs (8,19 por 100.000 habitantes). Concluye Suzuki: "Los mayores est¨¢n viviendo m¨¢s tiempo, pero los j¨®venes est¨¢n muriendo cada vez m¨¢s j¨®venes".
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