El otro partido que ve la televisi¨®n
Mirar un partido por tele es como leer la traducci¨®n de un poema. Es evidente la utilidad de la televisi¨®n como medio de acceso universal a eventos que escapan a nuestras coordenadas geogr¨¢ficas y como instrumento genial que nos regala, en las transmisiones deportivas, algunas maravillas, como esa peque?a sensaci¨®n de eternidad que es la c¨¢mara lenta o la posibilidad de ver la misma acci¨®n una y otra vez indefinidamente. Sin embargo, cuando vemos f¨²tbol por televisi¨®n estamos ante una versi¨®n rumiada del partido. Una mirada ajena selecciona y elige, dentro de un marco determinado, qu¨¦ es lo que llega finalmente a nuestra pantalla. Lo que llega es una visi¨®n subjetiva de lo que sucede en la cancha.
Durante un partido televisado el objetivo se centra en la porci¨®n de espacio que gravita alrededor del bal¨®n. Luego, la transmisi¨®n abunda en el detalle, en la repetici¨®n de la jugada del gol o de la gran parada, en el primer plano del jugador que ejecuta el regate, en la imagen congelada de la asistencia precisa. Siendo s¨®lo una perspectiva limitada no puede evitar perderse la mayor¨ªa de los argumentos que definen la inteligencia t¨¢ctica del juego: el movimiento sin bal¨®n, el desmarque, el arrastre de la marca que libera el camino a los compa?eros, la movilidad, la b¨²squeda de la posici¨®n, el relevo, el anticipo, los apoyos ofensivos y defensivos. Se pierden tambi¨¦n, en la carencia inevitable de los enfoques, los desplazamientos de las l¨ªneas estrat¨¦gicas de juego (tanto los del equipo que tiene la posesi¨®n como los del otro) y la disposici¨®n general de ambos equipos, que var¨ªa a cada instante y que la c¨¢mara no puede abarcar porque siempre est¨¢ ocupada persiguiendo la pelota. Se pierde, en definitiva, agudeza en la percepci¨®n y el an¨¢lisis de la estrategia de los equipos.
El ojo limpio del aficionado en la cancha puede elegir d¨®nde dirigir su atenci¨®n, d¨®nde poner su ¨¦nfasis, sin los condicionamientos a los que est¨¢ sometido el director de la transmisi¨®n. Una experiencia personal, directa, sin el filtro de la edici¨®n, permite al espectador entendido o al profesional analizar todos esos ingredientes que esquiva la visi¨®n sesgada a la que se ve sometida una transmisi¨®n de f¨²tbol. M¨¢s all¨¢ de la atm¨®sfera o el color del estadio, vivir el partido en directo permite otra profundidad de estudio, ofrece la posibilidad de evaluar la estrategia y los movimientos en bloque, pero tambi¨¦n la oportunidad de seguir individualmente a los protagonistas, ver c¨®mo se mueve un jugador respecto al contrario y a sus propios compa?eros durante la mayor parte del partido, cuando no tienen el bal¨®n.
Ver un partido en la tele es como detenerse en la fina pincelada de un cuadro, resulta dif¨ªcil percibir c¨®mo es el dibujo integral y, m¨¢s complicado a¨²n, captar la idea que el artista quiso transmitir con su obra. Un partido, como una pintura, se explica en s¨ª mismo, y se interpreta seg¨²n la sensibilidad de quien contempla ese lenguaje.
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