Las arrepentidas
Buscando un atajo que me llevara en direcci¨®n al mar sin tener que pasar por el eterno tumulto de La Rambla, me top¨¦ con la calle de las Penedides, las arrepentidas. Una calle arrepentida de ser calle.
Sus dos tramos que conectan con las calles de Sant Pau, Uni¨® y Nou de la Rambla aparecen desolados, otorgando as¨ª una tregua en medio del bullicio del Raval. A veces alg¨²n transe¨²nte perdido en las entra?as del barrio halaga con su presencia, o un vecino que fugazmente entra a una de las dos fincas que todav¨ªa son viviendas. Los dem¨¢s edificios ya no tienen picaportes o timbres para llamar. ?Para qu¨¦? Ya no vive nadie; a cambio, conservan unos candados oxidados que revelan los a?os de abandono. Los balcones amparan restos de aquellos inquilinos que se han muerto o han mudado de barrio: cubos ro¨ªdos de agua, trapos viejos, macetas sin flores y alg¨²n mu?eco de peluche ennegrecido por el polvo.
Las ventanas tambi¨¦n se arrepintieron de la contemplaci¨®n y permanecen cerradas. Ya no hay raz¨®n para mirar. Lejos quedaron los tiempos en que en ese tramo hab¨ªa un continuo vaiv¨¦n de personas que llegaban para abastecerse de carb¨®n en una carboner¨ªa que ocupaba el n¨²mero 3 de la calle. Los pocos vecinos que a¨²n quedan a?oran el bullicio de los ni?os, que s¨®lo interrump¨ªan el juego cuando pasaban las carretillas de los herreros, mientras sus madres hac¨ªan fila en una de las dos planchadoras que exist¨ªan o en la sastrer¨ªa que ocupaba el n¨²mero 4. Las familias sol¨ªan hacer la compra en una tienda de comestibles en la esquina de Uni¨®, donde llenaban las bolsas con cebollas, jud¨ªas o patatas. Actualmente este local es una tienda de telefon¨ªa regentada por paquistan¨ªes; ¨¦sta y una tienda de disfraces de terror son los ¨²nicos comercios que se encuentran.
Es probable que la calle est¨¦ condenada al arrepentimiento desde que en el a?o 1699 las Hijas Arrepentidas de Santa Mar¨ªa Magdalena construyeron su convento en la calle de Sant Pau esquina con este callej¨®n, al que bautizaron con tan sugerente nombre aludiendo a las mujeres de vida f¨¢cil que anhelaban seguir el buen camino. Quiz¨¢ por ello ni siquiera las damiselas de moral distra¨ªda que rondan el barrio hacen el honor de aparecer por esta callejuela, no vaya ser que se arrepientan, pues dicen que en esa calle se veneraba una imagen peque?a del Santo Cristo de las Descarriadas que, seg¨²n la tradici¨®n oral, una persona piadosa dio a una mujer de vida licenciosa con el fin de redimirla. La mujer prometi¨® abstenerse del pecado, pero un d¨ªa rompi¨® la promesa y la imagen llor¨® tanto que sus l¨¢grimas atravesaron el colch¨®n. Ante este milagro, la mujer se convirti¨® y se hizo monja de las Arrepentidas.
En ese convento, que permaneci¨® hasta el a?o 1835, las monjas viv¨ªan en clausura, el mismo destino que obra sobre esta calle de puertas cerradas que incita al misterio. ?Qu¨¦ habr¨¢ dentro de cada finca desolada?
Me cuenta un vecino que algunas son almacenes de aparatos ortop¨¦dicos y bisuter¨ªa china, pero otras est¨¢n abandonadas. Alguien no se quiso quedar con la terrible duda y trat¨® de abrir una de las ventanas clausuradas. Seguramente al dar un primer vistazo se arrepinti¨® de entrar, pues s¨®lo dej¨® un peque?o agujero.
En el ¨²ltimo tramo de la calle hay que pasar por un pasadizo medio cubierto, a manera de t¨²nel, donde se encuentra el cuartel de la Guardia Urbana. Ah¨ª le sobrecoge el arrepentimiento mayor, al percatarse del intenso olor a orines, que le har¨¢ apretar el paso hasta salir a Nou de la Rambla, donde le deslumbrar¨¢ el reci¨¦n restaurado Palau G¨¹ell, que, despu¨¦s de haber permanecido m¨¢s de dos a?os cubierto, surge como una aparici¨®n milagrosa.
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