?Por qu¨¦ no cambian de tema?
Nos pasa a todos y, por eso, resulta poco caritativo echarse sobre las espaldas de los prelados espa?oles cuando reclaman de los poderes p¨²blicos que hagan lo que ellos son incapaces de conseguir con su palabra y su ejemplo. ?Qui¨¦n no ha tenido la tentaci¨®n de buscar culpables fuera de su ¨¢mbito de responsabilidad?
Vemos a los padres de alumnos pidiendo a los profesores que ejerzan la autoridad con unos hijos que ellos son incapaces de meter en vereda; cuando la autoridad familiar -materna y paterna- queda en entredicho, siempre cabe el f¨¢cil recurso de buscar en otros lo que no se es capaz de conseguir por nosotros mismos. Mil veces hemos o¨ªdo decir que falta autoridad en la escuela, sabiendo que donde la ausencia de autoridad se hace notar es en la familia; conscientes como somos de esa situaci¨®n, en lugar de pregonar a los cuatro vientos que somos incapaces de imponer una disciplina que ya no se lleva, reclamamos de los dem¨¢s -escuela- que la impongan por nosotros, de tal suerte que cuanto m¨¢s gritamos pidiendo leyes que refuercen la autoridad del profesor, m¨¢s estamos poniendo en evidencia la escasez de autoridad en nuestras casas.
Al intervenir en pol¨ªtica, los obispos evidencian su fracaso en el terreno religioso
Los obispos piden a los socialistas que obliguen a los fieles a ser buenos cat¨®licos
De igual forma nos comportamos cuando reclamamos m¨¢s guardias civiles en la carretera para que controlen el comportamiento inc¨ªvico en la conducci¨®n; a todos nos han ense?ado a conducir en escuelas similares; a todos nos han inculcado las mismas reglas y todos hemos tenido que demostrar que conocemos bien el c¨®digo de circulaci¨®n para hacernos acreedores del permiso de conducir. Sabemos lo que tenemos que hacer, pero no lo hacemos y por eso gritamos que sean otros los que se encarguen de hacernos cumplir lo que nosotros no queremos, aunque eso nos cueste cientos de vidas todos los a?os.
?Por qu¨¦, entonces, escandalizarse por la actitud de los obispos de la Iglesia verdadera? Cada proclama que hacen p¨²blica demandando de los poderes pol¨ªticos que ajusten sus programas al ideario cat¨®lico no es m¨¢s que la manifestaci¨®n de su fracaso y de la interiorizaci¨®n de que su doctrina es pura charlataner¨ªa para aquellos que deber¨ªan seguir sus mandatos y recomendaciones. Si los obispos cat¨®licos estuvieran convencidos de que su oposici¨®n al divorcio es una m¨¢xima seguida por su feligres¨ªa, no necesitar¨ªan exponerse a la cr¨ªtica pol¨ªtica cuando intentan reconducir el voto de quienes son de su parroquia pero no comulgan con sus ideas.
Debe ser descorazonador para los prelados observar el comportamiento de los fieles cat¨®licos que, a la menor oportunidad, hacen caso omiso de las recomendaciones pastorales, y se presentan a la misa de doce con otra pareja distinta de aquella con la que, ante el altar, se comprometieron a no romper aquello que su dios uni¨®.
?Y qu¨¦ decir de aquellos fieles que, tentados por su apetito sexual, dejan en mal lugar a su obispo y¨¦ndose a vivir -y en ocasiones a convivir- con otra persona de su mismo sexo? ?Acaso no han o¨ªdo los homosexuales lo que, hasta la saciedad, han dicho sus prelados al respecto?
Ya sabemos que la Iglesia verdadera es amiga de la caridad; hasta tal punto es as¨ª, que esa virtud teologal lleva aparejado el adjetivo cristiana -de tal forma que cuando se oye decir la palabra caridad, la mente asocia indefectiblemente esa palabra con la de cristiana-, y por eso, hay que ponerse en los zapatos de los obispos cat¨®licos para entender su sufrimiento cuando al-gunos predicadores laicos escupen diaria
mente desde los micr¨®fonos de la Cope insultos, calumnias y groser¨ªas que ponen en evidencia el ¨¢nimo conciliador y caritativo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica.
A ellos, a los obispos cat¨®licos, les gustar¨ªa no tener que reclamar de los poderes p¨²blicos que adopten sus programas, sus principios y sus leyes a la doctrina verdadera; si lo hacen, y siempre lo hacen menos cuando hubo que hacerlo -?publicaron los obispos un documento semejante al de los ¨²ltimos d¨ªas en la Espa?a fascista de Franco?-, no es por fastidiar al partido socialista, es sencillamente porque ellos se muestran impotentes a la hora de conducir al reba?o por el camino recto.
Los socialistas deber¨ªan dejar en paz a los obispos y agradecer que la impotencia episcopal para que sus fieles no coman de la fruta prohibida la intenten traducir en exigencia de responsabilidad a los dem¨¢s. Bien preocupados deber¨ªan estar los socialistas si los obispos de la religi¨®n verdadera no tuvieran necesidad de exigirles que adopten sus propuestas al ideario cat¨®lico, porque entonces estar¨ªamos en un escenario electoral diferente. Imaginen los dirigentes socialistas qu¨¦ pasar¨ªa si los divorcios no fueran consumidos por todos aquellos que, seguidores de la doctrina de la Conferencia Episcopal, se mantuvieran unidos a su pareja de por vida; y cu¨¢ntos investigadores habr¨ªan cerrado sus laboratorios con tal de dejar en paz a las c¨¦lulas madres como aconsejan sus preclaros pastores. ?De qu¨¦ hubiera servido una ley de igualdad si hombres y mujeres cat¨®licas hubieran seguido la pr¨¢ctica machista de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica? ?Y los homosexuales? ?Cu¨¢ntos hubieran declarado su condici¨®n sexual si se hubiera respetado que la familia verdadera es la de peras con manzanas o manzanas con peras?
Este es el grave problema con el que nos encontramos: unos obispos que se desga?itan semana a semana indic¨¢ndoles a sus fieles lo que se puede o no se puede hacer y unos fieles que, cada vez que les interesa, se convierten en infieles. ?A qui¨¦n puede extra?ar que, ante semejante muestra de impotencia, los obispos espa?oles recurran a los poderes p¨²blicos para que no tienten a sus fieles con programas que, cual manzana de Eva, vuelven locos a sus adictos? Si los pol¨ªticos no hubieran aprobado leyes perniciosas, los fieles cat¨®licos no hubieran tenido la oportunidad de divorciarse, abortar, morir dignamente, casarse con gente de su mismo sexo, pretender la igualdad de hombres y mujeres, etc. Vean si no es para estar hasta el gorro de socialistas y similares.
Pero todo se puede arreglar si se juega con inteligencia. Los obispos espa?oles podr¨ªan dejar su serm¨®n monotem¨¢tico y probar a decirle a sus fieles cosas como ¨¦stas: no es bueno apoyar a partidos que van a la guerra a matar inocentes en base a mentiras; hay que estar contra las guerras, las torturas, las dictaduras, el fraude fiscal, el enriquecimiento il¨ªcito, el abuso de los inmigrantes, la pena de muerte, la pederastia, el abuso de menores... Prueben con ese discurso, a ver qu¨¦ pasa.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra ha sido presidente de la Junta de Extremadura.
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