El laberinto de la mente

La memoria puede ser la mejor de las consejeras, siempre que los mecanismos que la gu¨ªan funcionen como un reloj. La del pol¨ªtico Jordi Sol¨¦ Tura, enfermo de alzh¨¦imer, y la de su hijo Albert, lastrada por una infancia donde "una de las palabras claves fue clandestinidad", se han ido extraviando por un camino tan ilusionante como tortuoso. De modo que Albert se ha propuesto recuperarlas con el estimable documental Bucarest, la memoria perdida, una especie de exorcismo personal y cinematogr¨¢fico en el que se analizan los inicios de Sol¨¦ Tura en el PCE, su forzado exilio, su vida familiar, el regreso a la Espa?a de Franco, su paso por la c¨¢rcel y su labor como uno de los padres de la Constituci¨®n de 1978, al tiempo que acerca al personaje a una realidad m¨¦dica dif¨ªcil de evaluar.

Por medio de entrevistas con los protagonistas de los eventos, im¨¢genes documentales, grabaciones familiares de la ¨¦poca, fotograf¨ªas e incluso cartas, Albert Sol¨¦ intenta reconstruir un doble pasado que se presenta borroso. El suyo, el de un ni?o que hasta los 10 a?os no supo que hab¨ªa nacido en Bucarest y cuyos dibujos infantiles recreaban el clima de pel¨ªcula de esp¨ªas que rodeaba a sus seres queridos. Y el de su padre, donde las luchas internas en el seno del PC adquieren una gran importancia. Gracias a la voz en off ejercitada por el propio Sol¨¦ hijo, la pel¨ªcula adquiere un tono cercano, familiar, casi melanc¨®lico. Como contrapartida, por culpa de esa misma narraci¨®n y por las dificultades del creador para otorgar garra y profesionalidad a ese relato, la producci¨®n adquiere por momentos una apariencia de documento casi privado. Con m¨¢s inter¨¦s pol¨ªtico y humano que cinematogr¨¢fico, Bucarest, la memoria perdida se conforma as¨ª como una cinta de gran valor hist¨®rico, el de un tiempo tan so?ado como vivido.