Velada con el nuncio

El encuentro entre el presidente del Gobierno y el nuncio apost¨®lico en Espa?a, Manuel Monteiro, constituye un nuevo intento de reconducir las relaciones entre la Iglesia y el Estado durante la legislatura que termina. El sector m¨¢s radical de la Conferencia Episcopal vio con recelo esta cita, considerando que podr¨ªa interpretarse como una impl¨ªcita desautorizaci¨®n del Vaticano hacia la nota emitida por los obispos espa?oles el pasado 30 de enero, en la que se desaconsejaba entre l¨ªneas el voto al Partido Socialista.

Se trata de un pobre argumento que, sin embargo, ilustra de manera fehaciente la manera en la que ha venido actuando el grupo de prelados encabezados por Rouco, Ca?izares y Garc¨ªa-Gasco: aparte de secuestrar la voz de la Conferencia Episcopal Espa?ola y, en particular, la de su presidente, Bl¨¢zquez, ahora pretenden transmitir la sensaci¨®n de que el Vaticano se pliega a sus posiciones, en lugar de ser ellos los que se atienen a las indicaciones de Roma.

?ste es el equ¨ªvoco en las relaciones con Espa?a que el Vaticano deber¨ªa deshacer cuanto antes, puesto que el extremismo preconciliar de los obispos que se han echado a las calles durante los ¨²ltimos cuatro a?os le coloca en una dif¨ªcil situaci¨®n diplom¨¢tica, como habr¨¢ podido apreciar el nuncio Monteiro. Si el Vaticano no apoyaba las reiteradas e inaceptables intromisiones de un sector de la Conferencia Episcopal en los asuntos del Estado, entonces su autoridad sobre la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica quedaba en entredicho. Pero si, por el contrario, ese sector del obispado espa?ol ha actuado con el benepl¨¢cito de Roma, entonces el conflicto se convierte en una injerencia de la Santa Sede en los asuntos de otro miembro de la comunidad internacional. Las invocaciones melanc¨®licas a "la cat¨®lica Espa?a" pueden ser un recurso de la ret¨®rica pastoral, nunca una excusa para que el Vaticano relaje su respeto a las normas que rigen las relaciones entre Estados.

Tras el encuentro entre el presidente del Gobierno y el nuncio han quedado n¨ªtidamente delimitados los t¨¦rminos en los que, a partir de ahora, habr¨¢ que interpretar las tensiones que puedan volver a producirse. La ambig¨¹edad que ha mantenido el Vaticano es insostenible por m¨¢s tiempo. Si los miembros m¨¢s radicales de la Conferencia Episcopal interfieren de nuevo en asuntos que no les corresponden ser¨¢ o bien porque la Santa Sede no es capaz de poner orden en sus propias filas, o bien porque en el caso de Espa?a juega con dos barajas.

La Constituci¨®n espa?ola establece un modelo de relaci¨®n entre la Iglesia y el Estado que ha demostrado su eficacia. Gracias a ese modelo, la libertad religiosa es hoy una realidad asumida por los poderes p¨²blicos y por los ciudadanos; tan asumida que, de hecho, una parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica ha concebido el proyecto de valerse de ella para negarla, convirtiendo su propio credo en obligatorio. El Vaticano no puede guardar silencio.