Mujer y sociedad del conocimiento
Imaginemos que nos creemos lo que decimos a todas horas, en nuestras conversaciones y en nuestros discursos como pol¨ªticos, como empresarios, como educadores. Nadie discutir¨ªa que la nueva era que nos ha tocado vivir se define, sobre todo, como la sociedad del conocimiento. Es el capital humano lo que m¨¢s importa, por encima del resto de los factores. Por eso el conocimiento se ha convertido en la variable estrat¨¦gica clave para el ¨¦xito en la globalizaci¨®n.
Si lo crey¨¦ramos, uno de los paradigmas de la nueva civilizaci¨®n, ser¨ªa la plena incorporaci¨®n de la mujer a la generaci¨®n de riqueza. Sin ella no puede obtenerse el ¨¦xito porque estar¨ªamos prescindiendo de, al menos, la mitad de nuestra capacidad total como sociedad. Tampoco el modelo ser¨ªa sostenible en el tiempo sin que la mujer aportara su funci¨®n procreadora.
Fracasar¨¢n las sociedades que menoscaben el papel de la mujer
Los expedientes de estudios de las mujeres son mejores que los de los hombres
La lucha por la igualdad de derechos que iniciaron las sufragistas y que contin¨²a hoy con medidas de discriminaci¨®n positiva y con leyes sobre la paridad, tendr¨¢ un nuevo enfoque en nuestro debate p¨²blico sobre el papel de la mujer en el siglo XXI. Esta lucha es el acerbo de un pasado secular que acompa?¨® el desarrollo de la democracia contempor¨¢nea y de la sociedad industrial, y que se mantiene hoy por las at¨¢vicas resistencias de los neoconservadores que siguen viendo a la mujer con roles subordinados a los hombres.
Hoy la reflexi¨®n deber¨ªa hacerse desde un nuevo enfoque para orientar las pol¨ªticas p¨²blicas, los comportamientos empresariales y la actitud sociocultural del conjunto de la ciudadan¨ªa.
El m¨¦rito de las mujeres que iniciaron los movimientos por el derecho al voto, seguidos de la plena incorporaci¨®n al trabajo, el acceso a los estudios, la igualdad de oportunidades profesionales, etc¨¦tera, es indiscutible por evidente y anticipatorio del horizonte que hoy contemplamos. Ahora son tan incomprensibles la resistencia a las leyes de paridad como los intentos de retrotraer a las mujeres a papeles que se corresponden con modelos sociales y productivos de otras ¨¦pocas, para ocultar el at¨¢vico deseo de dominio y hegemon¨ªa de los hombres.
Parte de la criminalidad salvaje que llamamos violencia de g¨¦nero -creo que de manera impropia- es un rasgo de la supervivencia del machismo como forma de sometimiento de la mujer que le niega su derecho a la autonom¨ªa personal significativa. La fuerza bruta se convierte en el "¨²ltimo argumento" de los que han perdido la raz¨®n.
He estado y estoy a favor de este esfuerzo por la igualdad de derechos en toda su amplitud. Es evidente que la mayor participaci¨®n de la mujer en la poblaci¨®n activa ocupada es imprescindible para que nuestra sociedad siga avanzando en la convergencia hacia niveles de renta por habitante semejantes a los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Todo ello est¨¢ dentro de la l¨®gica hist¨®rica que enfrenta a los reaccionarios con los progresistas des
-de el nacimiento de las sociedades democr¨¢ticas contempor¨¢neas, desde los primeros pasos de la sociedad industrial y del Estado-naci¨®n.
Pero en la nueva era en la que ya estamos, impulsada por una revoluci¨®n tecnol¨®gica sin precedentes, con econom¨ªas m¨¢s abiertas y globalizadas, estamos obligados a cambiar nuestro enfoque en este recorrido hist¨®rico. Si llegamos a hacer que se comprenda la nueva realidad, estaremos en el camino de superar el enfrentamiento sobre el papel de la mujer, con su indiscutible derecho a la igualdad, para generar un consenso tan amplio como irresistible sobre la necesidad de su plena incorporaci¨®n a la sociedad del conocimiento. Las actitudes machistas y neoconservadoras se convertir¨ªan en marginales e irrelevantes si conseguimos este cambio cultural.
Cuando he dicho que, al menos, la mitad del conocimiento disponible y potencial est¨¢ en la mitad de la sociedad que constituyen las mujeres, quer¨ªa llamar la atenci¨®n sobre el hecho comprobado de que los expedientes de estudios en todos los niveles de las mujeres son, en medias estad¨ªsticas, bastante superiores que los de los hombres. En cualquier forma de evaluar el conocimiento, el rendimiento de las mujeres cuando disfrutan de igualdad de acceso es mayor que su participaci¨®n porcentual.
Seg¨²n los estudios de la Junta de Andaluc¨ªa, tambi¨¦n se puede afirmar lo mismo del rendimiento laboral en el ciclo productivo, incluyendo las interrupciones derivadas del embarazo.
Por tanto, si estamos en la sociedad del conocimiento, para tener ¨¦xito necesitamos la plena participaci¨®n de las mujeres, m¨¢s all¨¢ de las discusiones sobre los derechos a la igualdad de g¨¦nero. Ning¨²n responsable pol¨ªtico, hombre o mujer, deber¨ªa desconocer el riesgo de fracaso que comportar¨¢ para la sociedad a la que sirve prescindir de esa fuente de conocimiento, creatividad e innovaci¨®n.
De esta manera, en la era que nos ha tocado vivir, las sociedades que por razones ideol¨®gicas, ¨¦tnico-culturales, religiosas o de otro orden menoscaben, subordinen o marginen el papel de la mujer, no s¨®lo estar¨¢n vulnerando sus derechos iguales como seres humanos, sino condenando al fracaso al conjunto social de hombres y mujeres.
El desaf¨ªo no es s¨®lo de ¨¦xito en la coyuntura, sino de sostenibilidad del modelo a largo plazo. Esta sostenibilidad depende en gran medida de la pir¨¢mide demogr¨¢fica. Las sociedades que envejecen mucho pierden capacidad e incrementan las cargas que deben soportar, por lo que resulta imprescindible aumentar la natalidad para que la pir¨¢mide sea razonable. De nuevo nos encontramos con el papel determinante de la mujer. Imprescindible para el ¨¦xito del modelo e insustituible para su sostenibilidad.
Las implicaciones de este enfoque son inmensas y nos obligan a cambiar nuestras percepciones sobre el desaf¨ªo de la igualdad tal como lo ve¨ªamos tradicionalmente. Las variables que explicaban el dominio del hombre sobre la mujer en las sociedades agrarias e incluso industriales, como las relacionadas con la fuerza, han dejado de tener relevancia alguna en la sociedad del conocimiento. La tecnolog¨ªa hace que incluso las m¨¢quinas m¨¢s pesadas no requieran de la fuerza para su uso, sino de la inteligencia y la habilidad, de la formaci¨®n y el entrenamiento intelectual.
Si esto es as¨ª, las pol¨ªticas p¨²blicas para el ¨¦xito y la sostenibilidad de nuestros modelos sociales y econ¨®micos de desarrollo deben orientarse a garantizar la plena participaci¨®n de las mujeres en el proceso de creaci¨®n de riqueza, y exigen una organizaci¨®n del trabajo, una distribuci¨®n de las tareas, coherente con el objetivo de la natalidad.
En el siglo XXI veremos que el debate sobre la lucha por los derechos a la igualdad de las mujeres abre paso a la consideraci¨®n de la participaci¨®n plena de la mujer como variable estrat¨¦gica fundamental para la realizaci¨®n de la sociedad del conocimiento.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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