La pr¨®xima evoluci¨®n
Una ¨ªnfima fracci¨®n de segundo antes de que yo mueva la mano, Daniel P¨¦rez Marcos ya sabe que la voy a mover. Y cuando no la muevo, sino que s¨®lo imagino que la muevo, tambi¨¦n lo sabe. No es telepat¨ªa, sino electricidad. En estos momentos soy un sujeto de experimentaci¨®n en el Instituto de Neurociencias de Alicante; en concreto, en un laboratorio del Grupo de Fisiolog¨ªa del C¨®rtex Cerebral que dirige Mavi S¨¢nchez Vives. Tengo puesto un gorro de tela con peque?os agujeros redondos distribuidos a intervalos regulares, en los que hay colocados electrodos que registran la actividad el¨¦ctrica de decenas de miles de mis neuronas. Del gorro salen cables conectados a amplificadores, conectados a su vez a un ordenador. En la pantalla, un gr¨¢fico se mueve al ritmo de mis pensamientos. Por eso el investigador Daniel P¨¦rez Marcos sabe lo que pienso.
Pienso en mover la mano. Y ah¨ª est¨¢ lo dif¨ªcil: pensarlo, pero no hacerlo. ?Lo ha probado? No es tan f¨¢cil. Hay que concentrarse; no prestar atenci¨®n a los ruidos, a si hace fr¨ªo o calor o a si se tiene la boca abierta o cerrada. Ni siquiera hay que esforzarse demasiado en tratar de hacerlo bien. Todas esas distracciones generan ruido mental, o sea, el¨¦ctrico, que confunde al ordenador, y el resultado es que el experimento no sale como al sujeto le gustar¨ªa. Una sensaci¨®n frustrante. Sobre todo si se sabe que hay monas que han hecho pruebas parecidas, incluso mucho m¨¢s sofisticadas, a la perfecci¨®n.
El ejercicio consiste en mover con el pensamiento una mano; pero no la mano propia, sino una virtual. Para eso, adem¨¢s del gorro con electrodos, tengo unas gafas para ver en tres dimensiones, y estoy ante una gran pantalla que muestra un brazo izquierdo apoyado sobre una mesa tal como ahora lo est¨¢ el m¨ªo. Lo que veo podr¨ªa ser una extensi¨®n de mi propio brazo. Y debo lograr que el brazo virtual obedezca mis ¨®rdenes, unas ¨®rdenes que env¨ªo s¨®lo con mis pensamientos. El c¨®digo es: cuando pienso que muevo la mano izquierda, la mano del brazo virtual se cierra; cuando pienso que muevo los pies, se abre. ?C¨®mo es posible? El ¨¢rea del cerebro que controla el movimiento de la mano izquierda es distinta de la que controla el movimiento de los pies; cuando las neuronas de una u otra ¨¢rea se activan, los electrodos lo detectan y env¨ªan la se?al al ordenador, y ¨¦ste, obviamente, a la mano virtual.
Bueno, abrir o cerrar una mano virtual tal vez no parezca una gran haza?a. Pero todo depende de qui¨¦n la lleve a cabo. Una de las primeras frases escritas con un teclado visual por una tetrapl¨¦jica capaz de hacer un clic en cada letra con un cursor movido s¨®lo con el pensamiento fue: "I love it" ("Me encanta"). El autor del experimento, John Donogue (Universidad de Brown, Providence, Estados Unidos) le hab¨ªa preguntado: "?Te gusta esta t¨¦cnica?". Donogue es uno de los pioneros en este campo de las ¨®rdenes mentales, pero no es ni mucho menos el ¨²nico. ?sta es un ¨¢rea en aut¨¦ntica explosi¨®n. Tambi¨¦n en Europa y Asia, varios laboratorios tratan de usar el pensamiento para mover no s¨®lo cursores, sino brazos mec¨¢nicos, sillas de ruedas, sofisticadas pr¨®tesis? Y lo m¨¢s de lo m¨¢s, el bucle del bucle: a uno mismo. El objetivo ¨²ltimo es que cualquiera pueda pasearse virtualmente por un mundo digital al estilo de Second life, pero sinti¨¦ndose realmente all¨ª. ?Posible?
Lo que est¨¢ claro es que el cerebro humano empieza a ser visto por los cient¨ªficos e ingenieros como un procesador central al que conectar perif¨¦ricos a voluntad. ?No es ¨¦sa la m¨¢xima aspiraci¨®n del bionismo, la fusi¨®n m¨¢s ¨ªntima entre el hombre y la m¨¢quina? En relativamente poco tiempo, la ciencia pura y dura parece haber acortado distancias con la ciencia-ficci¨®n. Y el producto de ello no son s¨®lo experimentos sorprendentes. Otra consecuencia es que algunas de las reflexiones hasta hace poco reservadas a personajes de ficci¨®n las hacen ahora los propios investigadores. Por ejemplo, ?qu¨¦ pasa si los nuevos accesorios acaban no s¨®lo sustituyendo una funci¨®n humana natural perdida, sino que adem¨¢s la mejoran?, ?o si a?aden habilidades nuevas? ?Por qu¨¦ privar a los no discapacitados de tener un tercer brazo, real o virtual? ?Se mejorar¨¢ la especie a s¨ª misma con esta tecnolog¨ªa? ?Ha tomado el hombre tecnol¨®gico por fin las riendas de su propia evoluci¨®n?
Ser¨ªa bonito poder recurrir siempre a la ciencia como a una fuente de respuestas correctas, pero la cosa no funciona as¨ª. Cuando se pregunta a varios cient¨ªficos si la evoluci¨®n sigue actuando sobre la especie humana, sus respuestas son distintas. No se trata de imaginar al hombre del futuro con una cabeza m¨¢s grande, sin muela del juicio o con superpulgares para enviar mejores SMS. S¨ª es concebible, en cambio, que la evoluci¨®n acabe premiando con m¨¢s hijos a quienes resistan mejor ante el virus del sida o el par¨¢sito de la malaria.
Para otros, sin embargo, la presi¨®n selectiva actual ya no es biol¨®gica, sino econ¨®mica y cultural: "La evoluci¨®n biol¨®gica ha terminado, o es mucho menos importante que hace 20.000 a?os. No existe ya una selecci¨®n biol¨®gica real: lo que les pase a mis hijos depender¨¢ de en qu¨¦ condiciones vivan, no de sus caracter¨ªsticas biol¨®gicas", dec¨ªa recientemente James Hughes, del Instituto para la ?tica y Tecnolog¨ªa Emergentes en Hartford (Estados Unidos), en un debate sobre el futuro de nuestra especie organizado por el Laboratorio Europeo de Biolog¨ªa Molecular en Heidelberg (Alemania).
As¨ª que, de acuerdo: los futuros componentes cyborg no pasar¨¢n de padres a hijos, como tampoco se hereda biol¨®gicamente el car¨¢cter facilidad de acceso a los antibi¨®ticos; pero seguramente la importancia para la calidad y la esperanza de vida de los cachivaches tecnol¨®gicos que enmendar¨¢n el cuerpo en el futuro ser¨¢, como la de los antibi¨®ticos, comparable a la de los propios genes.
Es m¨¢s, tampoco hay que esperar mucho tiempo para comprobarlo. ?No somos ya, al menos en el mundo rico, medio cyborgs? Los marcapasos empezaron a implantarse en los sesenta y los han llevado ya millones de personas en todo el mundo. El primer coraz¨®n artificial, Abiocor, ha mantenido vivos durante a?o y medio a pacientes que esperaban un trasplante de coraz¨®n. Hoy, cualquier europeo puede cargar en su cuerpo el titanio de sus pr¨®tesis ¨®seas o dentales.
Y la lista es mucho m¨¢s larga. Los primeros implantes cocleares nacieron en los setenta con el humilde objetivo de ayudar a los sordos en la lectura de labios. Transmit¨ªan los sonidos recogidos por un micr¨®fono a la c¨®clea, en el o¨ªdo interno, mediante un ¨²nico electrodo que la estimulaba. Hoy se usan 22 electrodos y un peque?o microchip para procesar las se?ales. Los resultados son tan buenos que m¨¢s de 100.000 personas, la mitad ni?os, oyen hoy casi normalmente gracias a estos o¨ªdos bi¨®nicos.
El equivalente ocular de los implantes cocleares tardar¨¢ un poco m¨¢s. Alrededor de una decena de voluntarios prueban o han probado ya en Europa (Alemania) y Estados Unidos ojos bi¨®nicos experimentales, en los que unos cuantos electrodos hacen el trabajo de c¨¦lulas de la retina da?adas. Una min¨²scula c¨¢mara montada en unas gafas recoge las im¨¢genes y las transmite a un microprocesador; ¨¦ste las traduce a se?ales el¨¦ctricas y las env¨ªa de vuelta a los electrodos en la retina. El resto es la ruta fisiol¨®gica habitual. En su versi¨®n actual, los ojos bi¨®nicos permiten distinguir contornos, luces y sombras, lo que ya se considera un gran ¨¦xito. Pronto se colocar¨¢n m¨¢s electrodos -uno de los implantes pasar¨¢ de los actuales 60 a 200-. Pero los neurocient¨ªficos se esfuerzan adem¨¢s en descifrar c¨®mo se hablan la retina y el cerebro, un conocimiento necesario para aprender a estimular la retina de forma adecuada. La opini¨®n es que los ojos bi¨®?nicos no ser¨¢n realidad ma?ana, pero lo ser¨¢n.
?M¨¢s de lo que hay o est¨¢ al caer? Marcapasos cerebrales para controlar los s¨ªntomas del parkinson, implantados en decenas de miles de pacientes en los ¨²ltimos cinco a?os. Cables de menos de un mil¨ªmetro de grosor con electrodos en un extremo se introducen hasta regiones precisas en el cerebro, del tama?o de una alubia, y por el otro extremo salen del cr¨¢neo y llegan, bajo la piel, hasta un dispositivo en la clav¨ªcula que genera impulsos el¨¦ctricos, que los electrodos transmiten al cerebro. Por alguna raz¨®n todav¨ªa no bien comprendida, esa estimulaci¨®n el¨¦ctrica cerebral mitiga los s¨ªntomas del parkinson. La misma t¨¦cnica se usa para tratar dolor cr¨®nico, y est¨¢ en ensayo para casos graves de epilepsia e incluso de depresi¨®n
Otra entrada en el cat¨¢logo de "la nueva body shop" -en expresi¨®n de The Times- son los peque?os implantes que estimulan el¨¦ctricamente m¨²sculos que han perdido su funci¨®n. Instalados en los esf¨ªnteres paliar¨ªan la incontinencia -est¨¢n a¨²n en ensayo-, y en el brazo de alguien que sale de un infarto cerebral podr¨ªan contribuir a recuperar el control de la mano.
Todo lo anterior parece modesto comparado con el proyecto de Ted Berger, director del Centro de Ingenier¨ªa Neural en la Universidad de California del Sur (Estados Unidos). Su objetivo es desarrollar una pr¨®tesis nada menos que para el cerebro, en concreto para el hipocampo, implicada en consolidar los recuerdos a largo plazo. No se trata ya de lanzar est¨ªmulos el¨¦ctricos a una regi¨®n cerebral, sino realmente de reemplazar el hipocampo, o parte de ¨¦l, y asumir su funci¨®n. La reacci¨®n de muchos neurocient¨ªficos ha sido: "?Pero si ni siquiera sabemos c¨®mo el hipocampo hace lo que hace!". Y Berger ha respondido (a la revista Popular Science): "No necesito una gran teor¨ªa de la mente para resolver lo que es esencialmente un problema de procesado de se?ales. No hace falta entender la m¨²sica para reparar un CD".
Como efectivamente Berger no sabe c¨®mo funciona el hipocampo, lo que ha hecho ha sido copiar lo que hacen las neuronas de esta estructura cerebral. En su grupo han pasado dos d¨¦cadas mandando impulsos el¨¦ctricos a neuronas de hipocampo de rata mantenidas en cultivo, y registrando sus respuestas. Con esos datos han hecho un modelo matem¨¢tico del comportamiento de estas neuronas, lo han grabado en un chip y luego han sustituido con ¨¦l parte del tejido neuronal en cultivo. Y de nuevo han estimulado el cultivo bi¨®nico resultante con impulsos el¨¦ctricos. Si su respuesta era equiparable a la de los cultivos no bi¨®nicos, el chip cumpl¨ªa bien su papel de neurona o grupo de neuronas.
Aparentemente lo hac¨ªa, as¨ª que Berger puede mostrarse a¨²n m¨¢s seguro de s¨ª mismo. El pr¨®ximo paso ser¨¢ implantar ese chip de hipocampo en el cerebro de ratas vivas, despu¨¦s en monos y, por ¨²ltimo (el grupo dice en su web que en el plazo de cinco a?os), en personas. Berger cree que podr¨ªa servir para algunos enfermos de alzheimer o infarto cerebral, pero sabe que sus colegas son esc¨¦pticos. Su abordaje es para algunos demasiado simplista, a otros les asustan posibles efectos secundarios de tipo cognitivo. En cualquier caso, al laboratorio de Berger llega dinero del Pent¨¢gono, de la Fundaci¨®n Nacional de la Ciencia estadounidense, de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses? El sue?o de tener un futuro chip de memoria para una poblaci¨®n cada vez m¨¢s vieja -?y, por qu¨¦ no, para j¨®venes en busca de m¨¢s capacidad de almacenamiento!- es demasiado tentador.
Sobre una mesa del laboratorio de Ram¨®n Ceres, en el Instituto de Autom¨¢tica Industrial (IAI) del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, en Arganda del Rey (Madrid), hay una pr¨®tesis de mano. Es un prototipo desarrollado dentro de un proyecto europeo, y hoy por hoy es toda metal y cables. Ceres cuenta que los psic¨®logos enseguida les aconsejaron humanizarla est¨¦ticamente. A nadie le gusta ser "el del gancho", nadie farda de tener una pr¨®tesis.
?Nadie? Ummm. Cuando se contempla a la atleta estadounidense Aimee Mullins surgen dudas. "La gente suele compadecerme porque no tengo piernas. ?Pero si tengo diez pares!", dec¨ªa Mullins el a?o pasado en una jornada sobre c¨®mo mejorar al ser humano (llamado H2.0, de humanos 2.0) organizada por el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT) en Cambridge (EE UU). "Cuando me ven en las portadas, mucha gente piensa que es algo hecho con Photoshop". Mullins, amputada de ambas piernas, modelo de moda y actriz, ayud¨® a desarrollar las pr¨®tesis cheetah (leopardo), inspiradas en las piernas del animal m¨¢s r¨¢pido del mundo. Con ellas ha establecido varios r¨¦cords paral¨ªmpicos. Las cheetah son tambi¨¦n las piernas del atleta surafricano Oscar Pistorious, que compite habitualmente contra corredores sin discapacidad y aspiraba a ser ol¨ªmpico en 2008 en Pek¨ªn, hasta que la Asociaci¨®n Internacional de Federaciones de Atletismo dictamin¨®, en enero, que sus pr¨®tesis podr¨ªan proporcionarle una ventaja sobre el resto de corredores.
Junto a mullins intervino tambi¨¦n en el Proyecto Hugh Herr, cuyo grupo de investigaci¨®n en biomecatr¨®nica, en el propio MIT, desarrolla exoesqueletos, estructuras externas que dotan al cuerpo de habilidades suprahumanas (cargar con decenas de kilos sin apenas notarlo, correr y saltar al estilo "botas de siete leguas"?). Adem¨¢s, Herr se atreve con una aproximaci¨®n distinta a la cuesti¨®n bi¨®nica: robots movidos con m¨²sculos org¨¢nicos. Ya han creado un peque?o ingenio nadador movido con m¨²sculos biol¨®gicos. Pero en el H2.0, el golpe de efecto de Hugh Herr llega cuando se levanta los bajos de los pantalones: "Ah, olvidaba decirles que soy un amputado. Siempre se me olvida". Otro que presume de pr¨®tesis. Al acabar su intervenci¨®n hace una demostraci¨®n de escalada: "Los m¨¦dicos me dijeron que no podr¨ªa volver a escalar. Ahora, mis compa?eros dicen que tendr¨ªan que amputarse ellos tambi¨¦n". Y es que este investigador juega con ventaja: tiene un par de pies para escalada en hielo, otro para meter en las fisuras? El periodista John Hockenberry, presentador de H2.0, reflexiona: "?No son ya todas estas pr¨®tesis una forma de mejora del cuerpo? En una escala de adaptaciones puede que un amputado est¨¦ en desventaja frente a un no amputado, si est¨¢n desnudos. Pero frente a alguien con un exoesqueleto, ambos estar¨¢n en desventaja, ?no? En un mundo donde el cuerpo humano se extiende hasta tener cuatro ruedas y desplazarse a 120 por hora, hasta poder comunicarse con otra persona a miles de kil¨®metros de distancia, el factor natural es s¨®lo uno de los que distinguen entre un organismo mejor y peor adaptado.
Volvamos a la mano del IAI, en Arganda. Es un artilugio sofisticado que admite m¨¢s movimientos de mu?eca y dedos que las pr¨®tesis convencionales. Pero sigue siendo una pr¨®tesis convencional en cuanto a la forma de comunicarse con ella. Para mover esta mano, su portador no piensa "mueve la mano", sino "contrae el b¨ªceps". Es decir, tiene que hacer un cierto rodeo mental. Y es que la ¨²nica se?al que la pr¨®tesis puede detectar es la contracci¨®n de determinados m¨²sculos del portador. Esta mano no tiene acceso a la informaci¨®n que viaja por el nervio motor desde el cerebro, y que es por donde podr¨ªa llegar la orden directa "muevo la mano". Pues bien, esta comunicaci¨®n indirecta, con rodeo, cuerpo-pr¨®tesis es la m¨¢s avanzada hoy disponible en el mercado. Incluso en la llamada mano bi¨®nica implantada el pasado enero en Barcelona y Valencia, pese a su avanzado dise?o y sus numerosos grados de libertad, se recurre a ese control indirecto.
Mejorarlo es el objetivo principal de las futuras pr¨®tesis de extremidades. Se quiere que las pr¨®tesis sean realmente una prolongaci¨®n del cuerpo, que el cerebro las sienta como propias y que puedan no s¨®lo moverse como miembros normales, sino tambi¨¦n percibir calor y fr¨ªo, presi¨®n, humedad?
?Un sue?o irrealizable? Tiempo al tiempo. Este mes se ensaya en personas amputadas por primera vez la Cyberhand, la primera mano que aspira a ser totalmente bi¨®nica. Si cumple con lo que promete el t¨ªtulo estar¨¢ justificado, porque, adem¨¢s de parecerse a las manos normales mucho m¨¢s que las dem¨¢s pr¨®tesis, ir¨¢ conectada directamente a los nervios del brazo. Y hay un m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa: que Cyberhand env¨ªe de vuelta, tambi¨¦n por v¨ªa nerviosa, informaci¨®n sensorial al cerebro.
Todo un reto porque precisamente resolver bien el problema de la interacci¨®n nervio-electrodo es hoy uno de los principales escollos en este campo. "Los avances en la ¨²ltima d¨¦cada han sido espectaculares", explica Xavier Navarro, neurocient¨ªfico de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y jefe de uno de los grupos en Cyberhand -un proyecto de la UE liderado por el Laboratorio de Tecnolog¨ªas y Sistemas Rob¨®ticos Avanzados, en Pisa (Italia), con participaci¨®n tambi¨¦n de grupos daneses y alemanes-. "La rob¨®tica se ha desarrollado much¨ªsimo, se hacen pr¨®tesis casi con la misma capacidad de movimiento que las extremidades biol¨®gicas. Y en la neurociencia tambi¨¦n ha habido avances. Pero el problema est¨¢ justamente en la interacci¨®n". Si no hay avances en este punto, Cyberhand y otras pr¨®tesis similares acabar¨¢n en la estanter¨ªa. Puede que Ted Berger una chips a neuronas sueltas y le funcione, pero hacerlo con el nervio de alguien vivo, y pretender que haya comunicaci¨®n de ida y vuelta, no es lo mismo.
Los investigadores de Cyberhand se apoyan en un experimento, realizado en 2004 por otro grupo, en el que se registr¨® en mu?ones de amputados la se?al el¨¦ctrica de los nervios seccionados. Quedaba as¨ª demostrado que esos nervios a¨²n funcionan, y, es m¨¢s, la se?al que transmit¨ªan lleg¨® a usarse para mover cursores en una pantalla.
Otro logro es el de Todd Kuiken, del Instituto de Rehabilitaci¨®n de Chicago (Estados Unidos), que ha implantado a dos personas sofisticadas pr¨®tesis de brazo que responden cuando el cerebro ordena mover eso, el brazo, y no un m¨²sculo en otra parte. El truco est¨¢ en que Kuiken ha redirigido los nervios que antes controlaban el brazo ahora amputado hacia el pecho, y los ha conectado a m¨²sculos pectorales sanos; gracias a esa trampa, ahora los pectorales se contraen cuando el amputado piensa en mover el brazo, y el resto es como en las pr¨®tesis convencionales: electrodos que detectan la activaci¨®n del m¨²sculo y transmiten la se?al a la pr¨®tesis.
Tambi¨¦n hay otra posible v¨ªa de comunicaci¨®n con pr¨®tesis: el control mental. Que es lo que intento conseguir yo en el laboratorio de Daniel P¨¦rez Marcos en Alicante. Finalmente mi mano virtual se ha movido t¨ªmidamente. A veces al rev¨¦s de lo que deb¨ªa, pero se ha movido. Que la imagen en una pantalla se mueva en funci¨®n de los propios pensamientos? impresiona. Y eso que abrir o cerrar una mano virtual no es gran cosa. Cuando hace s¨®lo cinco a?os el grupo de Miguel Nicolelis, con el espa?ol Jos¨¦ Carmena, consiguieron en la Universidad de Duke (EE UU), que una mona manejara mentalmente un brazo rob¨®tico s¨ª que fue una haza?a. La mona lo hac¨ªa como si nada. Tras algunas semanas de entrenamiento parec¨ªa haber integrado el brazo en el esquema mental de su propio cuerpo. Ella llevaba los electrodos implantados en su corteza motora. Poco despu¨¦s, John Donogue hizo un experimento similar con personas: implant¨® electrodos en la corteza cerebral de dos tetrapl¨¦jicos, y uno de ellos, Matthew Nagle, logr¨® desde jugar al pimp¨®n en el ordenador hasta mandar correo electr¨®nico o manejar una mano rob¨®tica. Nagle pod¨ªa mandar ¨®rdenes mentales y hacer otra cosa al mismo tiempo. Al cabo de nueve meses, el implante dej¨® de funcionar y el experimento termin¨®.
Pero se hab¨ªan probando al menos dos cosas: que efectivamente es posible pinchar el cerebro humano para extraer directamente de ¨¦l las ¨®rdenes, y que instalar electrodos en el cerebro dej¨¢ndolos conectados a gruesos cables al exterior no es por ahora un procedimiento generalizable a todo el mundo. Donogue ha fundado ya una empresa, Cyberkinetics, para comercializar esta tecnolog¨ªa, pero muchos de sus colegas, Nicolelis incluido, la consideran demasiado invasiva y arriesgada, y apuestan por seguir mejorando las t¨¦cnicas de registro externo, como el gorro de electrodos.
Lo que est¨¢ claro es que en los ¨²ltimos a?os esta ¨¢rea de investigaci¨®n ha explosionado. Las posibilidades son espectaculares, y no s¨®lo para personas con discapacidad. Se piensa en usar control mental, por ejemplo, para manejar robots que operan en entornos peligrosos para el hombre. Si, como ocurr¨ªa con la mona pionera, el nuevo perif¨¦rico acaba integr¨¢ndose en el espacio mental del sujeto, ser¨ªa como tener una tercera, cuarta o quinta extremidad.
Otra aplicaci¨®n es la que explora Mavi S¨¢nchez Vives en Alicante -a punto de trasladarse a Barcelona, al Instituto de Investigaciones Biom¨¦dicas Idibaps- junto con Mel Slater (Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a y University College London) y el resto de los miembros del proyecto europeo Presenccia. Su objetivo ¨²ltimo es "sentirse en un mundo virtual como si fuera real", explica S¨¢nchez Vives. Para lograrlo, antes hay que saber, entre otras cosas, si es posible controlar una representaci¨®n virtual de uno mismo con el pensamiento, y si el controlador puede llegar a identificarse con su avatar. El a?o pasado, varios grupos de Presenccia demostraron que, al menos para la primera pregunta, la respuesta es s¨ª.
?Es eso mejorar la especie humana? ?Habr¨ªa que poner alg¨²n tipo de l¨ªmite a todas estas mejoras? (como la no admisi¨®n de Pistorius en Pek¨ªn). Algunos, mirando lejos, han alertado de la posibilidad de que la especie humana se escinda: bi¨®nicos, frente a cien por cien org¨¢nicos. Pero echen un vistazo a las pr¨®tesis que usan en la mayor parte del mundo los amputados por minas antipersona y comp¨¢renlas con las que se fabrican, por ejemplo, en el MIT. ?Realmente hay que mirar tan lejos para ver una escisi¨®n en la especie?
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