La gripe de Osakidetza
Osakidetza, la estructura p¨²blica que cuida de nuestra salud cuando se resiente, presenta tambi¨¦n desde hace unos a?os s¨ªntomas de indisposici¨®n. Sus problemas de fondo (envejecimiento de la poblaci¨®n y del personal sanitario, crecimiento de la demanda asistencial muy por encima de los recursos y las plantillas destinados a ella, e insatisfacci¨®n general de los profesionales) son similares a los de los dem¨¢s sistemas auton¨®micos. Pero s¨®lo en el Pa¨ªs Vasco han desembocado en un conflicto que dura ya casi cuatro a?os.
Durante este tiempo, jalonado de huelgas declaradas y encubiertas, movilizaciones y reproches, han abundado los diagn¨®sticos sobre los achaques internos de Osakidetza, que ha perdido en la ¨²ltima etapa el car¨¢cter referencial que tuvo en la sanidad espa?ola. Se podr¨¢ aducir que los dem¨¢s servicios de salud han mejorado mucho, recortando la ventaja que tom¨® Euskadi cuando recibi¨®, hace 20 a?os, la transferencia del Insalud. No obstante, la p¨¦rdida de empuje en programas asistenciales y de gesti¨®n ha sido demasiado acusada. Desde el programa Osasuna Zainduz no ha habido una planificaci¨®n estrat¨¦gica que defina con claridad hacia qu¨¦ objetivos debe dirigirse el sistema, y su ausencia denota falta de impulso en la direcci¨®n pol¨ªtica de Sanidad.
Ya se sabe que la sanidad no da votos, pero puede quitarlos
En cualquier caso, lo que no se ha hecho es indagar acerca de las razones externas que han llevado a unos extremos de confrontaci¨®n en Osakidetza que va mucho m¨¢s all¨¢ de los s¨ªntomas de decaimiento del sistema descritos y que se hace dif¨ªcil de entender por los propios usuarios-pacientes, en absoluto insatisfechos por la asistencia que reciben. De ah¨ª que el clima de hostilidad entre casi todos los sindicatos sanitarios y el equipo del consejero Gabriel Incl¨¢n muestre todos los s¨ªntomas de un simple catarro que se ha convertido en pulmon¨ªa por no hab¨¦rsele prestado a tiempo la debida atenci¨®n.
No les falta cierta raz¨®n a los responsables de Osakidetza al quejarse de que la bater¨ªa de huelgas y protestas sindicales ha recrecido precisamente tras el anuncio de un plan para invertir 600 millones de euros hasta 2012, ampliar la plantilla sanitaria y mejorar sus condiciones profesionales. Sin embargo, habr¨ªa que preguntarse por qu¨¦ estas medidas no se adoptaron al detectarse los primeros desajustes. La situaci¨®n de la sanidad vasca no ha cambiado tanto en el ¨ªnterin ni tampoco la disponibilidad de recursos de un Gobierno que ha hecho ostentaci¨®n del super¨¢vit presupuestario. Lo cual proyecta los focos al interior del propio Ejecutivo.
Cuando un problema afecta al trabajo de 26.000 profesionales y a la salud de otros 2,2 millones de personas, ese conflicto no puede circunscribirse a un departamento, sino que ata?e al conjunto del Gobierno. Y la verdad es que no se ha sentido concernido hasta hace escasos meses. ?Por la falta de peso pol¨ªtico del consejero del ramo al imponer su agenda en el Consejo de Gobierno y arrancar los recursos necesarios para su departamento? ?Por la p¨¦rdida general de reflejos que produce al partido mayoritario considerar que su permanencia en el poder es un derecho divino? ?Por haberse desentendido el lehendakari de la gesti¨®n de los asuntos que de verdad interesan a los ciudadanos, en busca de la soluci¨®n m¨¢gica del Conflicto con may¨²sculas? Posiblemente, por una mezcla de todo.
Sanidad crey¨® en junio que pactando con el SME conjuraba esas huelgas que son capaces de colapsar los hospitales y levantar en armas a los ciudadanos. Pero al hacerlo agravi¨® a los dem¨¢s sindicatos y los unci¨® a la estrategia de choque de ELA. El desgaste y, sobre todo, la proximidad de las elecciones han hecho el resto. Aunque tarde, el Gobierno y su primer partido han dado se?ales de entender el riesgo de que el ciudadano interiorice la permanente conflictividad en Osakidetza como una crisis del propio sistema. Y ya se sabe que la sanidad no da votos, pero puede quitarlos. A su vez, los sindicatos saben que, sin contar con los m¨¦dicos, no pueden paralizar los hospitales y centros de salud, y que m¨¢s all¨¢ del 9 de marzo su capacidad de presi¨®n se reducir¨ªa al m¨ªnimo.
De ah¨ª que ambas partes parezcan estar dispuestas a hacer ahora el esfuerzo de flexibilidad que han escatimado meses. Deber¨ªan aprovechar la oportunidad de cerrar el conflicto. Por su propio inter¨¦s y por el del sistema p¨²blico de salud, el de todos.
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