Cuidar la vista
Estamos en este pa¨ªs tan acostumbrados a mirar nuestro ombligo que, en lugar de considerar la crisis general que desde hace d¨¦cadas afecta al cine, solemos reducir el problema a la mala salud del cine espa?ol y culpar de ella a nuestros autores, a nuestros gobiernos, a la industria estadounidense o al p¨²blico local; y es peor aun cuando alguien se esfuerza en defender nuestras pel¨ªculas ostentando las cifras de taquilla, pues, aunque este argumento satisface al esp¨ªritu contable, tampoco en este campo el ¨¦xito econ¨®mico es precisamente un signo inequ¨ªvoco de la excelencia art¨ªstica. Esta discusi¨®n es tan fatigosa, reiterativa y poco fruct¨ªfera como el cine mismo (?no s¨®lo el espa?ol!), que desde hace a?os insiste en su faceta mayoritaria en las mismas f¨®rmulas desgastadas y esquemas archiconocidos que el mercado impone como dogmas y que educan al espectador en la vulgaridad y en el tedio sensacionalista.
Por eso, cuando es posible, la mejor soluci¨®n para salir de este viciado debate es acudir al cine a comprobar que, contra todo pron¨®stico, hay vida m¨¢s all¨¢ de ese credo abusivo. Una de estas raras posibilidades es la que nos ofrece El silencio antes de Bach, de Pere Portabella. Para empezar, porque tiene un efecto higi¨¦nico sobre la memoria: en unos minutos consigue suspender en ella la validez de esa sintaxis simplificada y ultraprevisible que hab¨ªamos llegado a creer no ya hegem¨®nica, sino ¨²nica, y nos recuerda que existen otras maneras de contar una historia o de encadenar im¨¢genes que no presuponen la total estulticia del espectador, que en lugar de herir o halagar su sensibilidad excitan su inteligencia y su capacidad de sorpresa, que hay formas de belleza no sometidas al canon dominante de un ojo atrofiado por los clich¨¦s que saturan lo visible.
Para seguir, porque al sanar la memoria esta pel¨ªcula resucita la imaginaci¨®n audiovisual: ser capaz de ver de otra manera es aprender a mirar lo no pre-visto, caer en la cuenta de que es posible comprender de otra manera lo que vemos y o¨ªmos, liberarse de las instant¨¢neas que ocupan el lugar de la experiencia y la mantienen secuestrada; de manera que sale uno a la calle tras la sesi¨®n curado de algunas pand¨¦micas enfermedades de la vista.
Y, para terminar, porque se trata de un excelente trabajo sobre el trabajo excelente, sobre la excelencia y la virtud en materia de arte; pero arte escrito con min¨²scula, pues se equivoca de plano quien crea que se trata de un mensaje para la selecta minor¨ªa aristocr¨¢tica que lleva la alta cultura como un marchamo de distinci¨®n social; tiene mucho m¨¢s que ver con una clase de dedicaci¨®n minuciosa y de gusto por lo bien hecho que no est¨¢ definida por la separaci¨®n social de lo alto y lo bajo, y la carga cr¨ªtica de la pel¨ªcula se apoya justamente en que nos obliga a reflexionar acerca de la p¨¦rdida de esa clase de virtud en una sociedad que se dice obsesionada por adiestrar a sus miembros en habilidades ¨²tiles y en prepararlos para la excelencia... empresarial. Y tiene que ver con la misteriosa magia de la m¨²sica y del tiempo. Que esta pel¨ªcula se exhiba en salas comerciales es uno de los remedios m¨¢s eficaces para combatir la mala fama del cine espa?ol y restaurar la dignidad de los espectadores. -
Jos¨¦ Luis Pardo (Madrid, 1954) es autor del ensayo Esto no es m¨²sica. Introducci¨®n al malestar de la cultura de masas (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de lectores).
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