La reelecci¨®n como factor democr¨¢tico
Dentro del ideario conservador espa?ol est¨¢ calando la idea de que permanecer mucho tiempo en el poder es malo. S¨®lo esto explica por qu¨¦, cada vez que los dirigentes del Partido Popular prometen medidas de regeneraci¨®n democr¨¢tica, comienzan limitando su estancia en el poder. En el pasado, tanto Alberto Ruiz-Gallard¨®n como Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar decidieron no estar m¨¢s de ocho a?os en las presidencias del Ejecutivo regional y central, respectivamente. Recientemente, Mariano Rajoy ha prometido lo mismo.
La idea que subyace es que prolongar la estancia de un pol¨ªtico en una "poltrona" genera incentivos perversos. Por un lado, quienes ostentan el poder siempre tienen ventajas respecto a quienes ocupan la oposici¨®n: control de la agenda, m¨¢s recursos... La limitaci¨®n de mandatos ser¨ªa una forma de restringir el abuso por parte de los pol¨ªticos. Por otro, las estancias largas en cualquier puesto pueden generar "vicios" en el comportamiento: corrupci¨®n, redes clientelares...
La limitaci¨®n de mandatos puede alejar al gobernante de la ciudadan¨ªa
Como no aspiraba a un tercer mandato, Aznar desoy¨® a los espa?oles en Irak
Pero vayamos un poco m¨¢s all¨¢. Porque, a pesar de que esta promesa se presenta como un mecanismo de regeneraci¨®n democr¨¢tica, desde la ciencia pol¨ªtica estos argumentos generan dudas.
Dos de los principales objetivos de las democracias modernas son que los gobiernos sean receptivos -responsiveness- y responsables. La receptividad implica que los gobernantes escuchan las demandas de la poblaci¨®n. En la medida que las democracias son representativas, es razonable pensar que los gobiernos llevar¨¢n a cabo aquello que quieren los ciudadanos. De forma exagerada, estar¨ªamos pensando en pol¨ªticos "obsesionados" por las encuestas y que gobiernan siguiendo lo que se desprende de ¨¦stas. Esto explicar¨ªa, por ejemplo, por qu¨¦ el Partido Popular, cuando gobern¨®, no prohibi¨® el divorcio o el aborto. Saben que una mayor¨ªa de los espa?oles aprueba estas pol¨ªticas. La responsabilidad, en cambio, envuelve cuestiones distintas. Una vez se alcanza el poder, los gobiernos se encuentran con situaciones inesperadas. Por ello, a veces no pueden cumplir sus promesas. Dadas estas incertidumbres, un gobierno s¨®lo puede ser juzgado por sus pol¨ªticas y resultados. Las elecciones se convierten en un juego de premios y castigos donde los pol¨ªticos asumen la responsabilidad de su gesti¨®n. Ambos objetivos no son necesariamente excluyentes: se pueden seguir las preferencias de los ciudadanos durante la legislatura y ser al mismo tiempo responsable del balance final.
Pero si los pol¨ªticos deciden limitar sus mandatos, estos dos objetivos entran en conflicto. ?Por qu¨¦ un gobernante va a atender los deseos del electorado si no compite por otro mandato? Si los pol¨ªticos no tienen como horizonte la reelecci¨®n, no tendr¨¢n ning¨²n incentivo para atender las demandas de los votantes y se sentir¨¢n "liberados" en sus decisiones del control de los ciudadanos. Por ello, durante la anterior legislatura, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no ten¨ªa la necesidad de escuchar las manifestaciones en su contra por la guerra de Irak, la reforma educativa o la huelga general. Desde una perspectiva ego¨ªsta, su cargo ya no estaba en juego.
Adem¨¢s, ?c¨®mo se asignar¨¢n responsabilidades si el pol¨ªtico no se vuelve a presentar? La reelecci¨®n es uno de los mecanismos que permite que las elecciones funcionen correctamente como instrumento de evaluaci¨®n del gobierno por parte de los ciudadanos. Si un presidente no se presenta para un nuevo mandato, los electores perder¨¢n la posibilidad de castigarle o premiarle por su gesti¨®n. Continuando con el ejemplo anterior, nos podemos preguntar: ?a qui¨¦n culpamos de la decisi¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar de participar en la guerra de Irak?
Cabr¨ªa pensar que, en estas circunstancias, ser¨¢n los partidos quienes asumen las responsabilidades, puesto que son un factor de continuidad: el gobernante saliente no compite en las elecciones futuras, pero su partido s¨ª. No obstante, esta conclusi¨®n tambi¨¦n es dudosa. Las democracias, para su correcto funcionamiento, necesitan partidos fuertes y cohesionados. Por un lado, si las formaciones pol¨ªticas son d¨¦biles, emergen ¨¦lites que compiten entre s¨ª y que responden a intereses particulares. La evidencia emp¨ªrica corrobora esta conclusi¨®n. En Estados Unidos, Rusia y gran parte de Latinoam¨¦rica, pa¨ªses donde no es posible optar a infinitos mandatos, nos encontramos con partidos mucho m¨¢s d¨¦biles que los europeos, gozando las ¨¦lites de casi todo el protagonismo. Por otro lado, el debilitamiento interno de las formaciones pol¨ªticas conduce a la polifon¨ªa de los mensajes y eso genera muchas incertidumbres en el electorado. De hecho, recientes trabajos acad¨¦micos -Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall e Ignacio S¨¢nchez-Cuenca, 2007, Controlling governments. Voters, institutions and accountability- demuestran que los votantes penalizan a los partidos pol¨ªticos divididos.
Establecer l¨ªmites en la reelecci¨®n contribuye al debilitamiento de los partidos y mina su cohesi¨®n interna, sin permitir el correcto funcionamiento de la democracia. Por una parte, si todo el mundo sabe cu¨¢ndo es la fecha de caducidad del l¨ªder, sus posibles sucesores comenzar¨¢n una carrera, m¨¢s o menos soterrada, por la sucesi¨®n. En algunos pa¨ªses, como Estados Unidos, se ha optado por la transparencia m¨¢xima: las primarias. En cambio, en Espa?a encontramos el modelo opuesto: el Partido Popular trat¨® de hacer lo m¨¢s opaco posible el proceso de selecci¨®n del sucesor de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. En ambos casos los partidos salen debilitados.
Por otra parte, si la herencia que deja el pol¨ªtico retirado no es buena, el nuevo candidato siempre puede optar por no asumir la gesti¨®n de su antecesor. Pero esta decisi¨®n no es sencilla. Los seguidores del l¨ªder saliente, que suelen ser numerosos y siguen ocupando puestos de responsabilidad, se pueden sentir ofendidos. De tal forma que el nuevo candidato acaba siendo prisionero de una gesti¨®n que no realiz¨® y que, quiz¨¢s, no comparte. Esta tensi¨®n contribuir¨¢ a crear disputas internas.
A la luz de estos argumentos, podemos concluir que la promesa de Mariano Rajoy de no estar m¨¢s de ocho a?os en el poder no constituye un mecanismo de regeneraci¨®n democr¨¢tica. Los ciudadanos pierden parte del control que ejercen sobre los pol¨ªticos y los partidos se ven debilitados.
Lo intrigante es por qu¨¦, a¨²n as¨ª, algunos pol¨ªticos se atan las manos ante futuras reelecciones. Quiz¨¢s, lo que subyace a esta propuesta es un mensaje negativo sobre la actividad pol¨ªtica. Si lo que se quiere transmitir es que todos los pol¨ªticos son iguales y que su ¨²nica meta es "forrarse" mientras ocupan un cargo, la limitaci¨®n de mandatos es una buena idea. Impedir la reelecci¨®n ser¨ªa un mecanismo para impedir el abuso del poder o para "redistribuir" las ganancias de estar en el cargo entre todos los partidos.
Lo que sucede es que esto no es cierto, puesto que la actividad pol¨ªtica no implica necesariamente corrupci¨®n. Quiz¨¢s sea una estrategia electoral exitosa en el corto plazo, pero en el largo plazo contribuye a transmitir ideas negativas sobre la pol¨ªtica y debilita el funcionamiento de la democracia.
Ignacio Urquizu es polit¨®logo de la Fundaci¨®n Alternativas.
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