Candidato Rajoy
No era evidente que un hombre de su personalidad lograra sobrevivir como campe¨®n de la convulsa derecha espa?ola en esta legislatura tremenda de oposici¨®n implacable y bronca, pero aqu¨ª est¨¢ Mariano Rajoy, cuatro a?os despu¨¦s de la debacle electoral, otra vez en la l¨ªnea de salida y con sus posibilidades aparentemente intactas. Pese a su imagen de bon vivant y su aire despreocupado, el candidato del PP es un superviviente nato que ha arrostrado en su vida situaciones dram¨¢ticas y se ha escabullido de numerosas celadas pol¨ªticas.
Lleva semanas sinti¨¦ndose zarandeado por la maquinaria electoral, engullido por la vor¨¢gine de la campa?a y esta tarde, que el Madrid juega contra la Roma, ha decidido que hasta aqu¨ª hemos llegado. Camino de Zaragoza, el candidato del PP avista un bar de carretera y ordena parar. El bar Pepito Casanova es un sitio tan bueno como cualquier otro para ver por la tele el esperado triunfo de su equipo favorito. Toma asiento entre los parroquianos camioneros que no desperdician la ocasi¨®n de hacerse la foto con el candidato. Bueno, el Madrid no ha jugado mal, pero no ha podido ser. En casa, salvamos la eliminatoria, seguro. Tras 26 a?os dedicados a la pol¨ªtica y cuatro carteras ministeriales, ahora necesita ganar para brillar definitivamente con luz propia en ese firmamento azul permanentemente sombreado por la figura de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
"Tengo la impresi¨®n de que vamos a ganar, pero si se pierde (...), salvo cat¨¢strofe, que no ser¨¢ el caso, no pienso dimitir"
No ha evitado que Acebes y Zaplana, expertos en el cuerpo a cuerpo, cargaran con el peso de una oposici¨®n desaforada
No es un intelectual ni lo pretende. Es un tipo cauto, cachazudo, amigo del buen comer y beber, reflexivo e inteligente
Ha heredado de su padre la timidez cong¨¦nita, el retraimiento y una austeridad emocional que puede exasperar
En el plano religioso no le busquen el cilicio ni la misa diaria. "Hago lo que puedo", dice
"Aprend¨ª a dar batalla inteligentemente y a no entrar al trapo como un toro bravo, pero me mataron varias veces"
Aunque en las ant¨ªpodas de Zapatero, tiene en com¨²n con ¨¦l una acusada tendencia a la tolerancia y la cortes¨ªa
"Cr¨¦ame. Soy m¨¢s moderado y m¨¢s equilibrado que ZP, pero en lo personal no tengo nada contra ¨¦l"
Se equivocan, sin embargo, quienes creen que el 9 de marzo no le ofrece otra disyuntiva que ocupar la presidencia del Gobierno de Espa?a o irse a casa a recuperar su plaza de registrador de la propiedad. Lo dice ¨¦l mismo, sentado ahora a la mesa del Club Mar¨ªtimo de Santander, tras una intensa jornada que ha activado la euforia entre los simpatizantes locales. "Me da la impresi¨®n de que vamos a ganar, pero si se pierde el d¨ªa 9, yo me pondr¨¦ a disposici¨®n del partido con el prop¨®sito de continuar. Salvo cat¨¢strofe, que no ser¨¢ el caso, no pienso dimitir". Es una espont¨¢nea declaraci¨®n de intenciones de la que deber¨¢n tomar buena nota tantos primeros espadas del Partido Popular que, velada o expl¨ªcitamente, aspiran a sucederle en caso de derrota. Porque a estas alturas, despu¨¦s de haber resistido al frente de una formaci¨®n desquiciada por la traum¨¢tica derrota de hace cuatro a?os, Mariano Rajoy ya ha demostrado que est¨¢ hecho de un material altamente resistente.
Pocos saben que una madrugada de septiembre de 1979, este gallego extremadamente reservado se despert¨® cubierto de sangre, aprisionado en los restos de un Seat 127 en el fondo de un barranco perdido de Palas de Rei (Lugo), precisamente, el municipio de su gran fustigador actual, Pepe Blanco, secretario de Organizaci¨®n del PSOE. Cegado por la sangre coagulada, el joven Rajoy logr¨® zafarse de su ata¨²d met¨¢lico y, a tientas y gateando, ascendi¨® la ladera y alcanz¨® la carretera. Descubri¨® entonces que conservaba la vista y que dormirse al volante tiene consecuencias tr¨¢gicas, aunque eso no le ha preservado de otros dos accidentes de coche, ni el de helic¨®ptero del 1 de diciembre de 2005 en M¨®stoles que le ha acrecentado su fobia a volar.
Como no pod¨ªa afeitarse por las heridas en el cuello y la barbilla -los cirujanos necesitaron 6 horas para recomponerle la cara-, Rajoy cubri¨® con la barba el secreto de sus cicatrices durante tantos a?os, que el d¨ªa en que se le ocurri¨® quit¨¢rsela, camino de Grecia, de vacaciones con su novia y actual esposa, Elvira Fern¨¢ndez Balboa, se mir¨® en el espejo y se dijo que, definitivamente, ese tipo ya no era ¨¦l. ?Qui¨¦n es este Mariano Rajoy que asciende ahora desde el barranco de la derrota de 2004 encabezando las huestes de una derecha aguerrida, ansiosa por darse la revancha electoral?
Aunque las razones que llevaron a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a designarle su sucesor no han sido suficientemente explicadas, se sabe que no le eligi¨® por afinidad personal. De hecho, pese a tantos a?os de colaboraci¨®n estrecha en los que Rajoy ejerci¨® de ministro todoterreno y deshacedor de entuertos, no parece que haya existido entre ellos una verdadera empat¨ªa. El castellano de Valladolid y el gallego de Santiago componen, en este caso, temperamentos bien distintos, de acuerdo con los t¨®picos. As¨ª, la autodisciplina que le induce a Aznar a machacarse con cientos de flexiones, casa dif¨ªcilmente con la humanidad del actual candidato, amigo de los placeres, que necesita de la vigilancia de su mujer, Elvira, Viri, y de todo su pundonor para no sucumbir a la tentaci¨®n de una buena cena, un buen vino, una copa y un habano.
Tampoco el modelo ejecutivo de ordeno y mando de Aznar encaja demasiado con el de su sucesor, y es que Rajoy, que se ha granjeado fama de irresoluto, no pone en pr¨¢ctica una decisi¨®n traum¨¢tica hasta asegurarse de que las opciones menos cruentas se encuentran clausuradas. "La jerarqu¨ªa militar que Aznar estableci¨® en el partido se ha rebajado notablemente tras la llegada de Mariano. ?l es mucho m¨¢s accesible. Con Aznar se despachaba y con Rajoy se discute", indica un miembro del equipo asesor del candidato. Pese al rechazo a los matrimonios homosexuales y al revival de la concepci¨®n tradicional de la familia, el trazo grueso que marcaba al PP como partido macho ha perdido algo de consistencia.
En el plano religioso, no le busquen el cilicio, ni la misa diaria. ?l y su mujer pertenecen a esa mayor¨ªa de espa?oles cat¨®licos poco practicantes. "Hago lo que puedo", dice ¨¦l. Si Aznar le prefiri¨® antes que a Rodrigo Rato y a Jaime Mayor fue seguramente porque consider¨® que su car¨¢cter conciliador, su eficacia en la gesti¨®n de las crisis y su imagen moderada le acreditaban potencialmente como un presidente id¨®neo para Espa?a. El problema es que con la inesperada debacle electoral de 2004, el elegido para sucederle en la presidencia del Gobierno tuvo que ocuparse de la presidencia de un partido aznarizado sin Aznar y con figuras poderosas deudoras del anterior presidente como Acebes y Zaplana que recordaban, precisamente, la p¨¦sima gesti¨®n del atentado del 11-M que condujo al PP al desastre.
En la recomposici¨®n del partido, profunda en otros niveles de la estructura, Mariano Rajoy ha dejado o no ha podido evitar que estos dos duros pol¨ªticos experimentados en el cuerpo a cuerpo cargaran con el peso de una oposici¨®n en ocasiones desaforada y casi siempre implacable. Puede que de esta manera se haya asegurado la paz interna que le ha permitido mantenerse en el tim¨®n. A cambio, ha aceptado el sacrificio del ex presidente del PP catal¨¢n, Josep Piqu¨¦, y de Alberto Ruiz-Gallard¨®n, dos claros activos del ala moderada. Rajoy reacciona como si no hubiera tenido que ver en el asunto, y cierra filas. "Yo soy esencialmente un moderado, el espacio de centro del PP est¨¢ asegurado". (...) "Es dif¨ªcil ser presidente del PP en Catalu?a". (...) "Ruiz Gallard¨®n sigue siendo alcalde de Madrid". (...) "Le aseguro que Aznar no ha interferido en la vida del partido".
Puede, pero, por muy agradecido que se le pueda estar al pretendido hacedor de presidentes, es dif¨ªcil creer que la poderosa sombra de Aznar no le resulte, en ocasiones, inc¨®moda. Porque cuando aparecen juntos en p¨²blico, la figura del ex presidente del PP y del Gobierno eclipsa autom¨¢ticamente la de Mariano Rajoy. "Vuelve Aznar, vuelve", sigue escuch¨¢ndose de boca de los militantes. Y eso que, como se comprueba estos d¨ªas en la campa?a, tambi¨¦n Rajoy empieza a suscitar adhesiones populares.
Los asistentes a sus m¨ªtines se agolpan para tocarle y aclamarle a la entrada y salida de los estadios. Quieren creer, necesitan creer y est¨¢n decididos a fabricarse el l¨ªder que haga falta. "Con Rajoy es posible", rezan los carteles. Todo es posible: el pleno empleo, las autov¨ªas y los AVE de conexi¨®n directa con Madrid, la reducci¨®n de los impuestos... "Es urgente que seas presidente", grita la multitud.
Atenci¨®n en la izquierda. Hay dos ideas en los discursos de Rajoy que tienen un efecto fulminante: "El PSOE nos ha dejado solos defendiendo la idea de Espa?a como una organizaci¨®n de ciudadanos libres e iguales" y "Queremos un presidente que haga de Espa?a un pa¨ªs unido y fuerte". El candidato no tiene inter¨¦s en ver los cortes de sus actuaciones mitineras que recogen las televisiones. No se gusta en esos menesteres y tampoco es vanidoso. Sabe que su figura desgarbada y sus dificultades para vocalizar no son el mejor reclamo electoral frente a la est¨¦tica m¨¢s sofisticada de Zapatero. A los expertos en imagen que cuidan su figura les ha costado un triunfo convencerle de que tiene que renunciar a esos trajes anodinos y a las chaquetas a cuadros que le confieren una imagen desfasada. Rajoy no se siente inc¨®modo en esa figura antigua, porque es verdaderamente la suya, aunque por necesidades del gui¨®n haya aceptado algo de color en su vestuario.
Por decirlo con sus propias palabras -¨¦l emplea expresiones tan a?ejas como "ni hablar del peluqu¨ªn", "hasta el tato" y cosas as¨ª del habla decimon¨®nica-, todo esto de las servidumbres de la imagen, del juicio de las apariencias, de la dictadura de la moda, le parece, simplemente, una "soplapollez". El solter¨®n de cuadrilla aficionado a ir de bodegas y de copas tuvo que cumplir 41 a?os para decidir casarse con esa chica de Pontevedra, Elvira Fern¨¢ndez Balboa, 10 a?os m¨¢s joven, que hab¨ªa hecho Empresariales. Si sus amigos cierran los ojos y piensan en Mariano, lo ven sentado, charlando con un whisky en la mano.
A estas alturas del reportaje, el periodista cree poder adelantar sus primeras conclusiones. No le vote usted si quiere sentar en el palacio de La Moncloa a un alma exquisita de poeta o a un marido hacendoso, porque a Rajoy no le gusta la l¨ªrica y en su casa es un hombre desastrado que ni ayuda ni cocina. Su m¨¢xima contribuci¨®n a la creaci¨®n gastron¨®mica sigue siendo los espaguetis con mejillones de lata con que se prodigaba en sus a?os de estudiante en Santiago. No le vote tampoco si sue?a con un aventurero audaz, un h¨¦roe rom¨¢ntico o un esteta fr¨ªvolo al frente del Gobierno de Espa?a.
El l¨ªder del PP no es un intelectual, ni lo pretende. Es un tipo cachazudo, amigo del buen comer y beber, cauto y reflexivo, inteligente, emotivo, pero con una acusada incapacidad para las efusiones, y tan t¨ªmido, que a sus 52 a?os todav¨ªa enrojece ante determinados elogios. ?Quiere usted regalarle una tarde feliz? D¨¦jele repanchingarse ante la televisi¨®n, p¨®ngale un partido del Real Madrid, del Depor o del Celta, y perm¨ªtale que se fume un habano. Si est¨¢ con su hijo mayor, Mariano, de nueve a?os, y puede comentar con ¨¦l los avatares del juego y aleccionarle sobre los h¨¦roes de todas las disciplinas deportivas y las reglas del baloncesto que practic¨® en su juventud, entonces nuestro hombre ya estar¨¢ en la gloria. Como idolatra a su progenitor, tan ausente, el ni?o Mariano castiga al Mariano grande con reproches que acent¨²an la mala conciencia del candidato. El tel¨¦fono no es la soluci¨®n. "S¨ª, s¨ª, pap¨¢, muy bien, ya me lo contar¨¢s cuando vuelvas. Adi¨®s".
En la literatura, Rajoy siempre ha preferido las vivencias personales a la narrativa social, siempre cultiv¨® m¨¢s a Flaubert, Stendhal y Guy de Maupassant que a Zola o Balzac. Lee de todo, sobre todo a los cl¨¢sicos, ensayo y novela, pero sin mucho distingo. En una misma tarde pueden pasar por sus manos Ortega y La catedral del mar. Vista la lectura que ocup¨® su tiempo durante el vuelo Oviedo-Madrid del pasado domingo, tampoco les hace ascos a las revistas del coraz¨®n. Aunque sabe de teor¨ªa pol¨ªtica, no presume, entre otras razones, porque hace mucho que dej¨® de creer que las grandes corrientes ideol¨®gicas liberales, conservadoras, democristianas, no hablemos del comunismo o del socialismo, tienen siempre y en todo lugar la receta adecuada.
?ste es un pol¨ªtico pragm¨¢tico enemigo de las grandes idealizaciones que s¨®lo conf¨ªa ciegamente en el trabajo y el sentido com¨²n, un individualista desordenado, incluso ca¨®tico, con alma de opositor acostumbrado a pelear en solitario ante el problema. Aunque coordina lo justo y a veces multiplica gratuitamente las tareas, sumiendo en el desconcierto a sus colaboradores, es un gestor eficaz. ?l corrige todos los textos, no dice nada que no lleve su impronta, su sello.
Rajoy ha sido desde su infancia un chico de aspecto mayor, s¨®lo que ahora en la cincuentena ha terminado por adquirir la estampa de un caballero antiguo. Dicen sus amigos de juventud y sus compa?eros de la infancia: Jorge Varela, Blanca Rodr¨ªguez, Ram¨®n Artime, Susana Ameijeiras, Fernando B¨¦cquer... que esa figura seria, reservada, muy alta para su edad y con gafas ha permanecido inalterable a lo largo de los a?os tanto como su humor socarr¨®n, su bonhom¨ªa, su car¨¢cter afable, leal con sus leales, seguro, sereno. Hijo mayor en una familia conservadora de padre juez y cuatro hermanos, todos ellos opositores exitosos a registradores de la propiedad o notarios, Mariano fue siempre un ni?o responsable y un estudiante empoll¨®n dotado de una memoria formidable.
"?l respond¨ªa por nosotros ante nuestro padre. Cog¨ªa el duro para pagarnos el corte de pelo y nos llevaba y tra¨ªa de la peluquer¨ªa", cuenta su hermano menor. Enrique Rajoy guarda como detalle particularmente entra?able de la influencia protectora de Mariano el recuerdo de la primera noche que los hermanos pasaron en un internado de los jesuitas a ra¨ªz de uno de los traslados de destino de su padre. "Yo ten¨ªa 10 a?os y no pod¨ªa dormir porque era una situaci¨®n desconocida para m¨ª. Me levant¨¦ de la cama y sal¨ª al pasillo. Afortunadamente, all¨ª estaba mi hermano mayor".
El candidato del PP ha heredado de su padre la timidez cong¨¦nita, el retraimiento y una austeridad emocional que en ocasiones puede resultar exasperante y que contrastaba poderosamente con el car¨¢cter de la madre, una mujer extrovertida que falleci¨® v¨ªctima de leucemia hace a?o y medio. Mariano llor¨® en el funeral, pero no lleg¨® a derrumbarse. Reflexivo y anal¨ªtico, ¨¦ste no es un hombre que pueda ceder f¨¢cilmente a las emociones o a las pasiones. Incluso la pol¨ªtica, por la que renunci¨® a la seguridad vitalicia del trabajo muy bien remunerado que le brindaba su plaza de registrador de la propiedad, es, en su caso, una pasi¨®n fr¨ªa. "No soy un pol¨ªtico profesional, se?or¨ªas. No me da igual una cosa que otra. Yo estoy aqu¨ª para defender unos principios", ha proclamado en sede parlamentaria.
En su casa no se hablaba de pol¨ªtica, pero a los 22 a?os, cuando preparaba las oposiciones, Mariano ya pon¨ªa carteles por la noche para ayudar a un primo de su cu?ado que se presentaba como candidato por Alianza Popular. "Notaba el gusanillo de la pol¨ªtica. En mi familia hab¨ªa una tradici¨®n de derecha moderada liberal porque uno de mis abuelos form¨® parte de la Uni¨®n Regional de Derechas y fue uno de los redactores del Estatuto de Autonom¨ªa de Galicia. Aunque no estuvo con el Movimiento ni con la Rep¨²blica, sufri¨® represalias tras la guerra", apunta Mariano. Los amigos de juventud del l¨ªder del PP no recuerdan que mostrara pasi¨®n por la pol¨ªtica, pero s¨ª que tras hacer la mili en Valencia, la regi¨®n militar en la que campeaba el golpista Milans del Bosch, comenz¨® a mostrar un mayor inter¨¦s por el futuro de Espa?a.
Ingres¨® poco despu¨¦s en Alianza Popular y su ascensi¨®n fue mete¨®rica hasta alcanzar la presidencia del PP gallego. "Es que en Pontevedra ¨¦ramos cinco militantes en total", explica Rajoy. A los 26 a?os ya era diputado, y a los 28, presidente de la Diputaci¨®n. El hecho de haber sobrevivido a los caciques locales de la derecha, a las mafias pol¨ªtico-econ¨®micas de la regi¨®n y al genio autoritario de Fraga es una demostraci¨®n mayor de los recursos de este hombre acostumbrado a resolver las crisis a la gallega, un m¨¦todo que combina el no darse por enterado y el cierre de filas. ?nase a eso la habilidad para aplicar la diplomacia vaticana a las negociaciones -suyos son muchos de los acuerdos auton¨®micos- y una elevada alza de miras estrat¨¦gica que le permite ver m¨¢s lejos que la mayor¨ªa.
"Aprend¨ª a dar la batalla inteligentemente y a no entrar al trapo como un toro bravo, aunque tampoco es que sobreviviera, porque, de hecho, me mataron varias veces", indica. Pero cuando Fraga le destituy¨® fulminantemente de la presidencia del partido para d¨¢rsela a Barreiros, ¨¦l ya ten¨ªa un pie en Madrid y la confianza de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Esa confianza se acrecentar¨ªa posteriormente ya en los sucesivos gobiernos con su disposici¨®n para lidiar por encargo todas las patatas calientes: las vacas locas y el Prestige -aquellos "hilillos" que sal¨ªan del pecio-, la huelga de pilotos de Iberia y la guerra de nervios y no s¨®lo de nervios desatada durante el comp¨¢s de espera abierto por Aznar cuando anunci¨® que deshojaba la margarita sucesoria. Puede, sin embargo, que el mayor logro de Rajoy en el PP haya sido la renovaci¨®n de las organizaciones municipales que a primeros de los a?os noventa dieron a su partido un crecimiento espectacular. ?l convenci¨® a Rita Barber¨¢ para que disputara la alcald¨ªa de Valencia, coloc¨® a Valc¨¢rcel en Murcia y liquid¨® la organizaci¨®n canaria del PP implicada en pr¨¢cticas de corrupci¨®n.
El opositor sobresaliente licenciado en Derecho que con 23 a?os se convirti¨® en el m¨¢s joven registrador de la propiedad de Espa?a se encuentra en los ant¨ªpodas personales y pol¨ªticas del astro ZP, que domina la otra gran constelaci¨®n nacional, pero ambos tienen en com¨²n cierta disposici¨®n natural a rehuir el enfrentamiento directo y una acusada tendencia a mostrarse tolerantes y corteses. No deja de ser curioso que con los cinco a?os de edad que les separan -Rajoy tiene 52 a?os-, los dos candidatos pasaran en su tierna infancia por el mismo parvulario de las Disc¨ªpulas de Jes¨²s en Le¨®n y que sus padres -decano del Colegio de Abogados de Le¨®n, el de ZP; juez de Primera Instancia, el de Rajoy- mantuvieran una relaci¨®n cordial.
Tambi¨¦n Mariano y Jos¨¦ Luis activaron una corriente alterna de reconocimiento mutuo en los tiempos anteriores al vuelco electoral. "Rajoy me gusta, me gusta su talante", comentaba Zapatero un a?o antes de que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar le designara su sucesor al frente del PP. Es dudoso que el presidente del Gobierno en funciones pueda hoy reproducir estas lisonjas, entre otras razones, porque en las bochornosas sesiones parlamentarias de esta legislatura, Rajoy lleg¨® a llamarle, por ejemplo, "bobo de solemnidad", en respuesta al "patriota de hojalata" que le hab¨ªa regalado ZP. ?Qu¨¦ ha pasado en la pol¨ªtica espa?ola en estos ¨²ltimos cuatro a?os para que los adversarios corteses se comporten como enemigos?
"Cr¨¦ame, soy m¨¢s razonable, m¨¢s moderado y m¨¢s equilibrado que ZP", sostiene el candidato del PP. "En lo personal no tengo nada contra ¨¦l, simplemente, creo que no ha estado a la altura de sus responsabilidades". Aunque nos encontremos en campa?a y la moderaci¨®n cotice al alza, puede que Rajoy est¨¦ verdaderamente convencido de sus palabras. Lo que no puede negar, lo admiten los miembros de su familia, sus amigos y sus colaboradores m¨¢s cercanos, es que ¨¦l ha cambiado notablemente en estos cuatro a?os de oposici¨®n. "La adversidad le ha ense?ado mucho, le ha dado madurez. Si hubiera ganado en 2004, quiz¨¢s le hubiera faltado el hervor necesario para liderar", comentan sus pr¨®ximos.
Es un cambio que valoran tambi¨¦n los m¨¢s endurecidos sectores del PP, que aprecian mucho la renovada belicosidad dial¨¦ctica del l¨ªder. "Mariano ha cambiado", festejan en la radio de los obispos y repiten con regocijo los medios afines. Es bien cierto que el candidato de la derecha se est¨¢ mostrando en los actos p¨²blicos con una soltura desconocida. Un pol¨ªtico tan refractario a las efusiones mitineras como ¨¦l, salta ahora en el escenario brazos en alto, como si ensayara un imposible mate electoral, al comp¨¢s de los gritos fervorosos que le aclaman como el nuevo presidente de Espa?a.
"?Ustedes se f¨ªan del se?or Rodr¨ªguez Zapatero?, ?les da seguridad?, ?es bueno para Espa?a que siga otros cuatro a?os?", pregunta, provocador, para que las masas respondan a coro con un sonoro: "?Noooooo, noooooo, noooooo!". Mariano lanza besos, se abraza con los militantes, estrecha las manos del p¨²blico y cada jornada que pasa va sumando rasgu?os y contusiones a sus manos castigadas por el roce de las sortijas y los apretones. ?Son las llagas de gloria que anticipan la reconquista del poder?
Despu¨¦s de haber despreciado en el pasado a la oposici¨®n socialista pancartera, no se le ha visto precisamente sufrir por las grandes manifestaciones de la AVT, de los obispos, del Foro de la Familia..., que han jalonado la trayectoria opositora del PP. Al contrario, Rajoy parece ahora disfrutar del espect¨¢culo, sentirse a gusto incrustado en la multitud. ?l mismo ha adoptado una actitud tonante y de desaf¨ªo. El PP ha dado la impresi¨®n de no haber digerido enteramente su derrota, pero, adem¨¢s de eso, cabe preguntarse qu¨¦ ha pasado para que a ojos de muchos ciudadanos, incluso los muy cr¨ªticos con la actuaci¨®n gubernamental, este partido haya aparecido como una formaci¨®n desagradable, insidiosa, insufrible. ?A qu¨¦ ha respondido esa sobreactuaci¨®n tremendista, esa estridencia, esa descalificaci¨®n permanente, ese ataque en tromba aplicado sistem¨¢ticamente, con raz¨®n o sin ella, viniera o no a cuento?
Se lo pregunto, y Mariano Rajoy dice que "¨¦sta ha sido una legislatura lamentable". Lo expresa como si el asunto no hubiera tenido mucho que ver con ¨¦l, como si no hubiera ocupado la presidencia del partido en estos cuatro a?os, como si la explicaci¨®n anidase exclusivamente en la fatalidad o en el PSOE. Contra quienes suponen que el PP reaccion¨® as¨ª desde el minuto uno de la oposici¨®n para evitar que las din¨¢micas disgregadoras internas y los protagonismos cobraran fuerza en el caldo de cultivo de la derrota, ¨¦l sostiene que el PP temi¨® quedarse fuera de las grandes cuestiones de Estado, aislado del juego democr¨¢tico y orillado por los pactos del PSOE con el nacionalismo radical, que situaban a su partido en la condici¨®n de apestados. "Lo que pasa es que en estos cuatro a?os se nos ha obligado a hacer oposici¨®n en cuestiones vitales como la concepci¨®n misma de Espa?a y la negociaci¨®n con ETA".
Llegado a este punto, el periodista siente la necesidad de exponerle al l¨ªder de la oposici¨®n una an¨¦cdota, tan sorprendente como inquietante, de la que fue testigo hace unos meses, en Madrid. "En una de esas tascas que tienen barra de bar y unas pocas mesas de comidas, entraron media docena de profesionales de traje y corbata. Pidieron unas ca?as a la espera de que les preparan la mesa y con el desparpajo de quien no descubre nada nuevo, uno de ellos coment¨® en voz alta: '?Pero no sabes que ¨¦se es un sitio dominado por los rojos? Nosotros, los azules, no tenemos nada que hacer ah¨ª".
Mariano Rajoy asiente ligeramente con la cabeza y aprieta los labios en ese gesto tan suyo que transmite a la vez pesar y preocupaci¨®n. Tras un breve silencio, repite que esta legislatura ha sido lamentable y dice que el origen de esta situaci¨®n ha sido la ruptura unilateral por parte del Gobierno socialista del acuerdo impl¨ªcito sobre la organizaci¨®n territorial de Espa?a y del consenso b¨¢sico en la lucha contra ETA, una decisi¨®n agravada, a su juicio, por el intento de enga?ar a la oposici¨®n. "Resulta penoso ver publicadas en los peri¨®dicos de nuestros d¨ªas las esquelas por los muertos de 1936. Nunca hab¨ªa pasado nada semejante y no tiene por qu¨¦ volver a pasar", indica.
"Estoy seguro de que la gente es mucho m¨¢s sensata que todo eso y que ni los pol¨ªticos ni nadie debemos jugar a dividir y a crear l¨ªos innecesarios. Mire, yo me he encontrado con que 14 portavoces parlamentarios me han tildado de anticatal¨¢n por sostener que el Estatuto que han aprobado es un disparate que atenta contra la Constituci¨®n". Los dos hijos de Rajoy, Mariano y Juan (tres a?os), han nacido en Barcelona, y el primero tuvo el carn¨¦ del Bar?a. Tras haber sufrido un aborto, su madre decidi¨® ponerse en manos del especialista Santiago Dexeus, que tiene su cl¨ªnica en la capital condal. Aunque desde su partido se promovi¨® activamente la demencial din¨¢mica de acci¨®n-reacci¨®n que desemboc¨® en el boicot al cava catal¨¢n, Rajoy dice abominar del cruce de descalificaciones gratuitas que abundan en la Espa?a de hoy.
-?Y no le parece que propalar la teor¨ªa de la conspiraci¨®n en un asunto como el del atentado del 11-M atenta contra la salud democr¨¢tica de un pa¨ªs?, le pregunto.
-En estas cuestiones, me gustar¨ªa mirar al futuro. Yo no he presentado ninguna pregunta parlamentaria sobre este tema.
-Pero s¨ª lo han hecho dirigentes de su partido, y como l¨ªder de la oposici¨®n quiz¨¢ deber¨ªa haber atajado estas intoxicaciones.
-He pasado cuatro a?os muy complicados y creo que he acreditado cierta independencia de criterio.
-Se supone que como l¨ªder del partido su responsabilidad va m¨¢s all¨¢ de la actitud personal.
-Yo no mando en ning¨²n medio de comunicaci¨®n y ning¨²n medio de comunicaci¨®n manda sobre m¨ª. El que se presenta a las elecciones soy yo.
-?Pero usted alberga alguna duda al respecto?
-Al principio s¨ª, como todo el mundo. Luego, me di cuenta de que no era as¨ª. Pido que miremos al futuro. Creo que todos los espa?oles queremos mirar en otra direcci¨®n.
El periodista interpela a Mariano Rajoy sobre el pasado boicoteo que el PP declar¨® a los medios del Grupo Prisa en respuesta al comentario "acabamos de ver una manifestaci¨®n que es el franquismo puro y duro", que el fallecido presidente de la corporaci¨®n Jes¨²s de Polanco realiz¨® en una junta general de accionistas. Es el momento m¨¢s tenso de esta charla de sobremesa. El candidato del PP encaja la cuesti¨®n sin abandonar su flema gallega. S¨®lo el movimiento r¨ªtmico reflejo de su pierna izquierda, que se ha activado inesperadamente, denota incomodidad.
Dice que la direcci¨®n del PP se qued¨® "helada" al conocer las declaraciones de Polanco y que decidi¨® abstenerse de atender a los medios que les "insultaban". Quiere recalcar que respeta a la prensa de tendencia -a su juicio, resulta evidente que EL PA?S es un peri¨®dico de centro-izquierda que apoya al PSOE-, y que ¨¦l siempre ha procurado mantener relaciones cordiales con los medios de comunicaci¨®n.
Sostiene que nunca ha llegado a poseer la certeza de que la operaci¨®n pol¨ªtica, medi¨¢tica, judicial que trat¨® de llevar a la c¨¢rcel a Jes¨²s de Polanco y al consejero delegado Juan Luis Cebri¨¢n y arruinar al Grupo Prisa fuera urdida desde el Gobierno de Aznar. "En la capilla ardiente de Jes¨²s de Polanco le dije a su hijo que quer¨ªamos tener unas relaciones normales con Prisa, y, efectivamente, hemos normalizado las relaciones".
A la salida del restaurante, ya de madrugada, el candidato del PP se da pr¨¢cticamente de bruces con medio centenar de j¨®venes que, botell¨®n en mano, abandonan el paseo mar¨ªtimo de Santander. Sobre el papel, la situaci¨®n parece potencialmente conflictiva: la noche, el alcohol y el l¨ªder de la derecha a cielo abierto con un pu?ado de acompa?antes. Sin embargo, los j¨®venes festejan el encuentro convocando a Rajoy a una bulliciosa serie de fotos en grupo.
Eso pasa en Santander y no tiene por qu¨¦ ser igual en otros puntos de Espa?a, pero uno se despide del opositor candidato con la impresi¨®n de que este hombre tiene peligro, ahora que acomete el examen supremo de las urnas con la seguridad de haberse ganado el derecho a conquistar la plaza que Aznar crey¨® haberle regalado. -
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