Per l'Horta
La comarca de l'Horta es mi paisaje sentimental m¨¢s primario. Su evocaci¨®n tiene todav¨ªa regusto de tierna infancia. Pero, de esta memoria personal, queda ciertamente poca cosa, casi la reliquia de un mundo imaginario. A lo largo de los a?os, he visto contraerse este paisaje inexorablemente hasta hac¨¦rmelo extra?o. En la actualidad, l'Horta es una de las comarcas valencianas m¨¢s maltratadas desde un desarrollismo suicida que practican las derechas, las izquierdas y hasta los nacionalistas del lugar, todos ellos demasiado partidarios del hormig¨®n. Mi comarca es un territorio tejido de relaciones materiales y v¨ªnculos sociales que desaparecen por una visi¨®n de la vida y del negocio en que el espacio p¨²blico parece estar bajo sospecha. La Ruta Azul, la penetraci¨®n del Ave y el nuevo proyecto Vial Parque Norte que ha elaborado la Consejer¨ªa de Territorio son infraestructuras dise?adas al margen de los valores econ¨®micos y culturales del entorno. Las Administraciones central y auton¨®mica viven de espaldas a un ecosistema ambiental, pero tambi¨¦n social, que ha propiciado hasta hace poco uno de los paisajes mejor humanizados de la Europa mediterr¨¢nea. La falta de colectores, de depuradoras y de modernizaci¨®n de la red centenaria de acequias -aut¨¦nticas cloacas en muchos casos- tambi¨¦n juega en contra de la viabilidad futura de la comarca. Por su parte, la mayor¨ªa de nuestros ayuntamientos s¨®lo ven en este territorio un inmenso solar a la espera de que el capital lo convierta en una mancha impersonal de pol¨ªgonos industriales cl¨®nicos y de redes de comunicaci¨®n rodada cada d¨ªa m¨¢s lentas, por parad¨®jico que parezca. Los n¨²cleos urbanos tambi¨¦n se reproducen sobre el medio natural con tent¨¢culos, por lo visto, imposibles de detener. La necesidad recaudatoria de unos consistorios asfixiados econ¨®micamente por razones diversas es una de las mayores perversiones de la democracia. En este contexto multifactorial, s¨®lo aqu¨ª y all¨¢ se divisan cuatro islotes de un verde discontinuo, trabajados por labradores quemados por el sol y los precios bajos de unas cosechas incapaces de competir con las importaciones del m¨¢s all¨¢.
El desarrollo urban¨ªstico se ha convertido en la primera piedra de toque de las pol¨ªticas p¨²blicas
Los cambios acaecidos, en verdad, son demasiado profundos para combatirlos con gritos proteccionistas en un mundo global. Pero el eslogan Per l'horta que algunos llevamos pegado a la camiseta no es s¨®lo un logotipo conservacionista, sino la demanda de un proyecto que articule la ciudad de Valencia y su comarca en un ¨¢mbito geogr¨¢fico que se oxigene mutuamente. La funci¨®n de paisaje secundario que constituye la comarca no es nada desde?able para una conurbaci¨®n que no va sobrada de masas forestales ni de espacios verdes. Esta idea prospectiva y global de la comarca es una decisi¨®n de la que huyen, legislatura tras legislatura, unos y otros, porque la especulaci¨®n y la rentabilidad a corto plazo del ladrillo les une por encima de diferencias "pol¨ªticas" de matiz. La gesti¨®n pol¨ªtica del territorio era una reivindicaci¨®n impl¨ªcita a nuestros viejos esl¨®ganes juveniles, cuando pens¨¢bamos que todo era posible porque todo depend¨ªa de nosotros mismos. La degradaci¨®n es ya alarmante, a la vuelta misma de un punto de no retorno. Ante la insostenibidad de la actual ocupaci¨®n del territorio, el desarrollo urban¨ªstico se ha convertido, a mi entender, en la primera piedra de toque de las pol¨ªticas p¨²blicas. El ge¨®grafo brit¨¢nico David Harvey ha estudiado precisamente el papel que el desarrollo urbano juega en las din¨¢micas de "acumulaci¨®n de capital". La paradoja que el mismo Harvey denuncia es que "cuanto m¨¢s dinero parece invertirse, menos asequible resulta la vivienda". La competencia entre muncipios para atraer inversiones y las facilidades generadas desde los poderes locales y auton¨®micos han provocado un efecto perverso sobre nuestros municipios con urbanizaciones, rondas y pol¨ªgonos que nada tienen que ver con una ocupaci¨®n planificada del territorio. El principio de autonom¨ªa de los ayuntamientos juega, por desgracia, en contra de los propios intereses de la comarca y genera problemas ecol¨®gicos, sociales y econ¨®micos in¨¦ditos hasta ahora. Parece un contrasentido afirmar que: lo que no consigui¨® el franquismo, lo han perpretado los ayuntamientos democr¨¢ticos. La desaparici¨®n de mi comarca como un cont¨ªnuum territorial es ya una triste evidencia para nosotros, los ind¨ªgenas y residentes. Su viabilidad futura exigir¨ªa un plan de gran alcance y de naturaleza estrat¨¦gica no solamente para nuestros pueblos y su cap i casal, sino para todo el eje mediterr¨¢neo, en el cual se enmarcan sus din¨¢micas socioecon¨®micas, con permiso de los centralistas profesionales que tanto abundan por aqu¨ª.
El objetivo tendr¨ªa que ser compartido a las diversas instituciones y la planificaci¨®n territorial -de ¨¢mbito supramunicipal!- tendr¨ªa que incluir ¨®rganos reguladores de los desmanes y perversiones. El car¨¢cter de bien p¨²blico de la comarca tendr¨ªa que posibilitar, por medio de unas infraestructuras que permitieran una movilidad f¨¢cil y no agresiva, el reencuentro de sus habitantes con el espacio natural. La regeneraci¨®n del medio y el aprovechamiento de sus potencialidades culturales, sociales y econ¨®micas tendr¨ªan que incentivar, finalmente, la interacci¨®n entre la ciudad y el resto de los municipios, que son complementarios, pero no sat¨¦lites. El proyecto -multidisciplinar, por definici¨®n- es demasiado importante para dejarlo en manos de los urbanistas y los pol¨ªticos profesionales, que, bajo la misma bandera de conveniencia, suelen trabajar para el enemigo. Los ap¨¢tridas sentimentales me robaron el paisaje de mi infancia. Aunque s¨®lo fuera por esta raz¨®n, valdr¨ªa la pena dificultarles sus actuales proyectos especulativos.
Toni Moll¨¤ es licenciado en Periodismo y doctor en Sociolog¨ªa.
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