Debates comparados
La gran audiencia del debate celebrado el jueves pasado entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro, segundos en las candidaturas por Madrid del PSOE y del PP respectivamente, fue una clara se?al no s¨®lo del inter¨¦s despertado por las elecciones del 9-M sino tambi¨¦n de la importancia concedida por los ciudadanos a esa fuente de informaci¨®n para decidir el voto. El pat¨¦tico naufragio del sastrecillo valiente turolense, jaleado por la radio de los obispos y los periodistas de asalto como mago de las finanzas, capit¨¢n de empresa y lord protector del bolsillo de los contribuyentes (empezando por el suyo), demostr¨® que una cosa es el valor y otra el precio, referidas a un fichaje gal¨¢ctico desempaquetado para decepci¨®n de los compradores bajo los focos televisivos.
Pero los protagonistas del debate de anoche no fueron un bregado veterano de la funci¨®n p¨²blica, cotizado en Madrid y Bruselas por su competencia, honradez y sabidur¨ªa, y un alto funcionario del Estado reci¨¦n desembarcado en la contienda pol¨ªtica tras haber sido relevado con una multimillonaria indemnizaci¨®n de la presidencia de Endesa que el Gobierno del PP le hab¨ªa puesto en bandeja. Los m¨¢rgenes para la sorpresa eran anoche muy reducidos no s¨®lo por las f¨¦rreas pautas de las intervenciones pactadas sino tambi¨¦n porque Rajoy y Zapatero conocen sus respectivas debilidades y fortalezas tras haberse zurrado la badana en el Parlamento.
Anoche resultaba posible establecer equiparaciones significativas entre los historiales pol¨ªticos de ambos rivales, a diferencia de las insuperables dificultades que implicaba la comparaci¨®n de la ejecutoria de un experto economista —adem¨¢s de comisario europeo, Solbes ha sido vicepresidente con Gonz¨¢lez y Zapatero— con la err¨¢tica trayectoria de un arbitrista dispuesto a prometer d¨ªas de leche y de miel. El mandato de Zapatero est¨¢ fabricado con la misma materia prima, el ejercicio del gobierno, que la etapa de Rajoy como ministro de Administraciones P¨²blicas, de Educaci¨®n y de Interior, primero, y vicepresidente de Asuntos Sucios (desde la cat¨¢strofe del Prestige hasta la guerra de Irak), despu¨¦s.
Alfredo Di Stefano suele decir que los bomberos no se pisan la manguera porque trabajan en el mismo oficio. Para Rajoy, en cambio, los gobernantes socialistas constituyen la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno frente a los gobernantes conservadores, merecedores de protagonizar una pel¨ªcula de Disney. Durante esta la legislatura, las imputaciones del presidente del PP contra Zapatero llegaron a extremos tan delirantes como atribuirle connivencias con el atentado del 11-M, acusarle de traicionar a los muertos y afirmar que el frustrado di¨¢logo de paz con ETA escond¨ªa en realidad un pacto secreto con la banda terrorista cuyo objetivo era la capitulaci¨®n del Estado de derecho, la entrega de Navarra al Pa¨ªs Vasco y la independencia de Euskal Herria. Seg¨²n Rajoy, la pol¨ªtica territorial y las reformas estatutarias, comenzando por Catalu?a, completaban la garra de tenaza del PSOE para romper Espa?a. El l¨ªder del PP qued¨® invalidado con semejantes pronunciamientos —no era preciso esperar a los debates electorales— para ser el jefe de la oposici¨®n, y m¨¢s a¨²n el presidente del Gobierno.
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