Hacia un nuevo Gobierno en Cuba
Tras un r¨¦gimen unipersonal de medio siglo, inicia la lenta e indecisa formaci¨®n de un nuevo Gobierno en Cuba. A juzgar por los ¨²ltimos meses, ese Gobierno sigue la misma ideolog¨ªa del anterior, pero posee un jefe, un estilo, un lenguaje y una racionalidad diferentes.
A Ra¨²l Castro y su equipo, por lo visto, no les interesa jugar a la confrontaci¨®n con Estados Unidos, ni la alianza con Ch¨¢vez y Morales, ni el proselitismo obsesivo de Cuba en Am¨¦rica Latina y el Tercer Mundo. A esos sucesores les interesa, sobre todo, reconstruir la legitimidad hist¨®rica del socialismo por medio de la satisfacci¨®n de las necesidades b¨¢sicas de una ciudadan¨ªa deseosa y, a la vez, temerosa de cambios.
A Ra¨²l Castro no le interesa el choque con EE UU ni la alianza con Ch¨¢vez
Hay en marcha una sucesi¨®n autoritaria, no una transici¨®n democr¨¢tica
Con Ra¨²l Castro en la Presidencia del Consejo de Estado de Cuba, y a pesar de la ubicaci¨®n de un pol¨ªtico tan r¨ªgido como Jos¨¦ Ram¨®n Machado Ventura en la primera Vicepresidencia, se deshace, en buena medida, el espejismo insular. Aquella fantas¨ªa del pa¨ªs de Granma, basada en el cacareo de las "virtudes" del socialismo, se viene abajo. La realidad de un pa¨ªs en crisis desde hace diecis¨¦is a?os, por lo menos, es mirada de frente por la clase pol¨ªtica. Los muchos y graves problemas de Cuba -transporte, vivienda, escasez, bajos salarios, altos precios, imposibilidad de viajar, falta de acceso a Internet, dos monedas, apartheid tur¨ªstico...- no se esconden bajo la ret¨®rica triunfalista de la "batalla de ideas", ni se atribuyen al "criminal bloqueo imperialista" o a la "guerra medi¨¢tica de la mafia de Miami". Por primera vez, las causas de los problemas de Cuba se localizan en una legislaci¨®n obsoleta y una administraci¨®n ineficiente.
Los ¨²nicos problemas de Cuba no son, desde luego, econ¨®micos y sociales. Ra¨²l Castro, como tecn¨®crata de nueva estirpe, quisiera reducir la pol¨ªtica a administraci¨®n y pensar que con las necesidades b¨¢sicas cubiertas, aunque sin libertades p¨²blicas, la ciudadan¨ªa insular estar¨¢ conforme. Habr¨¢ que esperar un poco m¨¢s para saber si esa visi¨®n gerencial es capaz de contener el malestar de la poblaci¨®n y, sobre todo, para saber si con un partido ¨²nico y una econom¨ªa estatalizada es posible alcanzar una administraci¨®n p¨²blica eficiente. A¨²n no sabemos, con certeza, cu¨¢ntos deseos de ser libres tienen los ciudadanos de la isla.
No por manida, la distinci¨®n conceptual entre sucesi¨®n y transici¨®n se vuelve pertinente para entender el caso cubano. Sucesi¨®n es relevo, continuidad de las ¨¦lites del poder, no alternancia ni circulaci¨®n de las mismas. Transici¨®n es y ha sido en regiones tan dis¨ªmiles como Sur¨¢frica, Portugal, Espa?a, Sudam¨¦rica, M¨¦xico o Europa del Este, cambio de r¨¦gimen, transfor-maci¨®n de sistemas de partido ¨²nico o hegem¨®nico, con grandes limitaciones de derechos pol¨ªticos, en democracias regidas por la libertad de asociaci¨®n y expresi¨®n y la competencia electoral. En Cuba, por tanto, se est¨¢ produciendo una sucesi¨®n autoritaria, no una transici¨®n democr¨¢tica, lo que no quiere decir que la primera no pueda ser un punto de partida para la segunda.
En la cuesti¨®n cubana, entendida de un modo inclusivo, las opciones de futuro se ven claramente delineadas. Los reformistas de la isla est¨¢n, mayoritariamente, por la sucesi¨®n autoritaria. Los opositores de la isla, los exiliados, Estados Unidos y casi toda la comunidad internacional, incluida aquella que prefiere el di¨¢logo diplom¨¢tico a la presi¨®n comercial (Espa?a, la Uni¨®n Europea, el Vaticano, Am¨¦rica Latina), desean una transici¨®n pac¨ªfica a la democracia en Cuba. Las diferencias de m¨¦todo o procedimiento, y las naturales reacciones que provoca la correcci¨®n diplom¨¢tica, no deber¨ªan hacernos perder de vista que son muy pocos, realmente, los pa¨ªses que quieren que en Cuba persista un r¨¦gimen comunista en pleno siglo XXI.
De manera que el conflicto entre transici¨®n y sucesi¨®n est¨¢ planteado y, de alg¨²n modo, determinar¨¢ la historia contempor¨¢nea de Cuba. En los pr¨®ximos a?os, el Gobierno cubano avanzar¨¢ en su proyecto, intentando que la reconstrucci¨®n de la legitimidad a que hemos hecho referencia sea suficiente para normalizar sus relaciones diplom¨¢ticas con la mayor parte del mundo. La oposici¨®n, el exilio y la comunidad internacional m¨¢s influyente seguir¨¢n presionando o persuadiendo al r¨¦gimen de la isla para que avance en la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos, en la apertura de la esfera p¨²blica y, eventualmente, en la concesi¨®n de derechos civiles y pol¨ªticos.
La formaci¨®n de un nuevo Gobierno en Cuba, que se ver¨¢ con mayor claridad cuando se reestructure el Consejo de Ministros y cuando la Asamblea Nacional comience a aprobar las medidas anunciadas, implica la subsistencia del mismo Estado. De hecho, el binomio Ra¨²l-Machado Ventura puede ser interpretado como una transacci¨®n entre ortodoxos y reformistas, insinuada por Fidel Castro en su "proclama" del 31 de julio de 2006, que intenta garantizar la preservaci¨®n del r¨¦gimen durante el proceso sucesor. El objetivo de las ¨¦lites cubanas es la creaci¨®n de un nuevo Gobierno dentro del viejo Estado.
Para un pa¨ªs como Cuba, sometido durante medio siglo a la voluntad de una persona, ese cambio, por muy limitado que sea, es importante. Cuba comienza a ser gobernada por instituciones -el protagonismo de la Asamblea Nacional continuar¨¢ reforz¨¢ndose en los pr¨®ximos meses- y la intervenci¨®n de la clase pol¨ªtica insular en la toma de decisiones es cada vez mayor. Quienes desean una transici¨®n a la democracia deber¨¢n aspirar a que las instituciones del r¨¦gimen se abran al reconocimiento de la oposici¨®n y el exilio y a la comunicaci¨®n con el verdadero malestar de la ciudadan¨ªa. Cuando ese contacto se produzca, dichas instituciones aprender¨¢n a tolerar que la sociedad civil las rebase y a coexistir con nuevas asociaciones pol¨ªticas, en condiciones de libertad. S¨®lo entonces nos acercaremos al fin del Estado socialista en la historia contempor¨¢nea de Cuba.
Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en M¨¦xico.
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