El p¨²blico lee 'porno'
El p¨²blico lee (los domingos en Canal 2 Andaluc¨ªa) sigue siendo uno de los pocos programas de La Nuestra que consigue interesar, y eso tiene m¨¦rito hablando s¨®lo de libros. Est¨¢ a un nivel en el que lo que se le puede reprochar siempre ser¨¢ algo peque?o, y hay que decir, adem¨¢s, que s¨®lo en ese programa, y al hilo de los libros que elige cada semana, se plantean cuestiones que normalmente quedan fuera de la atenci¨®n de los medios. El domingo pasado se habl¨® de la pornograf¨ªa con los autores del ¨²ltimo premio Anagrama de Ensayo, Andr¨¦s Barba y Javier Montes: el libro es La ceremonia del porno, y los lectores invitados al programa hicieron preguntas inteligentes y hasta inc¨®modas: como debe ser.
El libro habla de algo que tiene mucho que ver con la televisi¨®n, porque deja a un lado todas las preguntas morales y est¨¦ticas que suelen hacerse a prop¨®sito de la pornograf¨ªa (?es arte, es liberadora?) para centrarse en la explicaci¨®n de la experiencia pornogr¨¢fica, es decir, c¨®mo se consume, y bajo qu¨¦ expectativas, el producto pornogr¨¢fico. Y para ello los autores dan una clave: que algo sea o no pornogr¨¢fico depende esencialmente del lugar en el que lo vemos. Ese lugar no es otro que el ¨¢mbito reservado en el que el consumidor de pornograf¨ªa est¨¢ absolutamente seguro de estar solo, porque s¨®lo en esa soledad le resulta posible la verificaci¨®n de la satisfacci¨®n simb¨®lica que se espera del porno. El cap¨ªtulo del libro titulado El porno como lugar es especialmente l¨²cido al respecto.
Pero desde que los autores del ensayo empezaron a hablar yo empec¨¦ a recordar an¨¢lisis sobre el consumo de la televisi¨®n que llegaban a conclusiones muy pr¨®ximas. Pienso en la tesis que afirma que la televisi¨®n se impone al espectador en unos t¨¦rminos tan excluyentes que lo convierten en un individuo intelectualmente castrado, es decir, incapaz de elegir, discernir, discriminar entre todo lo que puede ver, y que precisamente por eso, se ve obligado a saltar de un canal a otro. Pero eso es lo que pasa con la pornograf¨ªa, que tiene que ingeni¨¢rselas para derrotar a su peor enemigo, el tedio que acaba produciendo la repetici¨®n de la misma maniobra fisiol¨®gica (o de la misma maniobra pol¨ªtica o econ¨®mica en el otro caso), que es lo ¨²nico que est¨¢ en condiciones de ofrecer.
Lo mejor del ensayo de Barba y Montes es que recorren el trayecto que va desde las salas en las que el porno se ve¨ªa en comunidad hasta la actual explosi¨®n del porno amateur. Es el mismo avance tecnol¨®gico el que en los dos casos, el de la pornograf¨ªa y el de la televisi¨®n, est¨¢ cambiando nuestra manera de ser consumidores y de estar ante las im¨¢genes.
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