Izquierda y fiscalidad
La campa?a electoral se ha convertido en un mercadillo de rebajas fiscales. Si el Partido Socialista gana las elecciones del 9 de marzo, el modelo tributario previsible al final de la legislatura es del siguiente tenor: en lo que respecta a la imposici¨®n directa, supresi¨®n del impuesto sobre el Patrimonio; eliminaci¨®n paulatina del de Sucesiones y Donaciones entre familiares directos; mantenimiento de la estructura dual del IRPF, con las rentas de capital (intereses, dividendos, plusval¨ªas, arrendamientos...) gravadas al 18% y las rentas restantes a unos tipos efectivos m¨¢s reducidos que los actuales, por obra de la deducci¨®n estrella de los 400 euros en cuota; y un Impuesto de Sociedades que acabar¨¢ perdiendo hasta una decena de puntos del tipo general a la vez que mejoran las deducciones por inversi¨®n en intangibles. Y cuando el caj¨®n flaquee, se echar¨¢ mano de la imposici¨®n indirecta, por ejemplo, subiendo el IVA un par de puntos, tal como sugiere un antiguo cargo socialista, hoy presidente del Consejo de C¨¢maras de Comercio. En resumen, una fiscalidad que firmar¨ªa cualquier partido de derechas, caracterizada por una p¨¦rdida de progresividad en el conjunto de la imposici¨®n directa, a pesar del premio de los 400 euros, y por un aumento de la regresividad derivado del creciente peso relativo de la imposici¨®n indirecta sobre la directa.
No hay que olvidar que la mejora del bienestar social cuesta dinero, el que unos tienen y otros no
La izquierda es la igualdad, proclaman enf¨¢ticamente muchos pol¨ªticos socialistas. Pero definici¨®n tan escueta y contundente parecer¨ªa exigir un principio de acci¨®n severo como el que durante a?os compartieron los dos comunismos cl¨¢sicos, el anarquista y el marxista: "De cada uno seg¨²n sus capacidades, a cada uno seg¨²n sus necesidades". Todo lo contrario de la consigna lanzada en China por Deng Xiaoping: "Enriquecerse es glorioso", que certifica, a modo de epitafio cochambroso, la defunci¨®n de una aventura hist¨®rica ambiciosa que merec¨ªa otro final. Muchos a?os antes, la izquierda socialista hab¨ªa renunciado ya a la utop¨ªa de la sociedad sin clases para instalarse en un terreno menos exigente llamado socialdemocracia.
Tras aceptar sin paliativos el sistema econ¨®mico de libre mercado, que constitutivamente es el reino de la desigualdad, la izquierda se ha visto obligada a reelaborar su discurso igualitario. La componenda te¨®rica resultante ofrece un claro perfil transaccional: se renuncia a modificar el desigual estatus econ¨®mico de los ciudadanos, pero, en contrapartida, se impone garantizar para todos un est¨¢ndar m¨ªnimo de bienestar. En definitiva, la izquierda renuncia a la comunidad a cambio de postular el reparto o redistribuci¨®n como forma vicaria de igualaci¨®n que corrija los desmanes del mercado. Reparto al que se llega por dos v¨ªas: las pol¨ªticas de gasto, para que reciban m¨¢s los que m¨¢s necesitan; y las pol¨ªticas de ingresos, dise?adas para que paguen m¨¢s los que m¨¢s tienen. En consecuencia, la magnitud del gasto p¨²blico y la progresividad del sistema tributario pasan a ser dos de los signos de identidad de la izquierda de nuestros d¨ªas.
Veamos qu¨¦ es lo que sucede realmente en el espacio europeo, referente mundial de las pol¨ªticas socialdem¨®cratas. Tanto en la Europa de los 13, como en la de los 25 o en la de los 27, los ingresos fiscales, incluidas las contribuciones a la Seguridad Social, representan, como promedio, un 40% aproximado del PIB, lo mismo que hace una decena de a?os. En este tiempo, Espa?a ha reducido de siete a cuatro puntos su desfase con respecto al promedio, coloc¨¢ndose en el entorno del 36%. Suecia y Dinamarca, los dos pa¨ªses l¨ªderes en peso relativo del gasto p¨²blico, rebasan el 50%. Por su parte, Estados Unidos y Jap¨®n se encuentran a una gran distancia del promedio europeo, alrededor de trece puntos en ambos casos. En conclusi¨®n, la mayor carga fiscal soportada permite a los pa¨ªses de Europa -y a Espa?a en una medida inferior a la media- practicar unas pol¨ªticas de gasto que les son vedadas a otras sociedades desarrolladas.
Pero si la magnitud del gasto se mantiene, la tendencia de la fiscalidad europea apunta a una disminuci¨®n de la progresividad. En el IRPF los tipos espa?oles se hallan por encima de la actual media de la UE-27, pero lejos de los pa¨ªses n¨®rdicos o de Holanda, con tipos marginales est¨¢n encima del 50%. En conjunto, se tiende a una bajada moderada de tipos, frente a lo que viene ocurriendo y se atisba para el futuro inmediato en el Impuesto de Sociedades, donde los descensos van a ser bruscos y r¨¢pidos en toda Europa, situ¨¢ndose los tipos entre el 15% y el 25%. La relajaci¨®n experimentada por la fiscalidad de las rentas de trabajo en lo que va de siglo ha llegado a su fin, mientras que las rentas de capital permanecen con un gravamen estabilizado o ligeramente creciente. Por su lado, la imposici¨®n indirecta sigue un lento crecimiento, salpicado por alguna subida de tipos sorpresiva, como la de tres puntos en el IVA aplicada por Alemania en 2007.
?Oportunismo electoralista del PSOE? En absoluto, porque su programa fiscal se coloca, igual que la del PP, a rebufo de esa gran corriente que a trav¨¦s de las ¨²ltimas d¨¦cadas han ido generando en Europa las pr¨¢cticas liberales y socialdem¨®cratas. ?Es coherente etiquetar de izquierdas una propuesta semejante? Si el r¨®tulo naci¨® en Par¨ªs como una necesidad topogr¨¢fica, no lo despreciemos ahora que estamos en la era de la se?al¨¦ctica. Pero, en cuanto al fondo del asunto, la nueva fiscalidad que presenta el PSOE cumple sobradamente la premonici¨®n, anticipada por Marx respecto al socialismo democr¨¢tico de su tiempo: de que su vocaci¨®n podr¨ªa limitarse a perseguir los ideales igualitarios y democr¨¢ticos, tal como eran percibidos por la burgues¨ªa ilustrada.
Las izquierdas actuales saben y aceptan que el socialismo ha tenido una vida ef¨ªmera incluso como utop¨ªa, pero se consuelan exhibiendo leg¨ªtimamente las cotas de bienestar de las sociedades socialdem¨®cratas no alcanzadas por otros reg¨ªmenes. Han dicho un "no" definitivo a la igualdad en propiedad y riqueza, pero se esfuerzan con empe?o en equiparar a todos los ciudadanos en derechos civiles, pol¨ªticos y sociales. Convendr¨¢, sin embargo, que no olviden algunos de los riesgos que entra?a ese trueque hist¨®rico de igualdad econ¨®mica por igualdad jur¨ªdica. Ante todo, dos evidencias elementales: una, el dinero contin¨²a siendo una fuente espl¨¦ndida de derechos; y dos, la mejora del bienestar social cuesta dinero, el que unos tienen y otros no. La izquierda, en suma, habr¨¢ de vigilar que los derechos reconocidos a la ciudadan¨ªa sean algo m¨¢s que t¨ªtulos ret¨®ricos vac¨ªos de contenido. Porque sin dinero har¨ªamos de la igualdad democr¨¢tica la caricatura sobre la que ironizaba Anatole France al recordar que la ley, en su sublime equiparaci¨®n, proh¨ªbe por igual a necesitados y opulentos pernoctar debajo de los puentes.
Pedro Larrea es licenciado en Derecho y Ciencias Econ¨®micas.
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