La pregunta por Irak
Con ¨¢nimo de despertar a sus electores m¨¢s remolones, Zapatero le record¨® a Rajoy que todo empez¨® con la guerra de Irak. Su promesa de retirar las tropas fue factor determinante de su victoria en 2004. Por eso resulta sorprendente que no preguntara a Rajoy qu¨¦ har¨ªa si el presidente de Estados Unidos le pidiera que los soldados espa?oles volvieran a la guerra. Si, como ha argumentado el PP, la retirada hizo que Espa?a bajara varios pelda?os en el escalaf¨®n internacional y si, como Aznar predicaba, aquella guerra es determinante para la lucha contra el terrorismo y para el futuro de Occidente, lo coherente ser¨ªa que Rajoy se comprometiera a ponerse a las ¨®rdenes de la Casa Blanca para lo que haga falta. Pero Zapatero no se lo pregunt¨®.
?Por qu¨¦ no se lo pregunt¨®? Quiz¨¢ porque no le apetec¨ªa meterse en los vericuetos de la pol¨ªtica internacional. Es la gran ausente de la campa?a. Los estrategas de campa?a est¨¢n siempre convencidos de que la pol¨ªtica internacional pilla muy lejos a la gente y que no merece la pena gastar energ¨ªas en esta materia. Quiz¨¢ por eso se dan situaciones grotescas, como en los debates entre Obama y Clinton, en que se ha hablado m¨¢s de la peque?a Cuba que de China, cuando todo el mundo sabe que las relaciones EE UU-China determinar¨¢n lo que ocurra en el futuro pr¨®ximo. Pero los cubanos del exilio han tenido el acierto de convertir la cuesti¨®n cubana en un tema de pol¨ªtica interior. Por eso se habla de Cuba.
Espa?a est¨¢ en Europa. Y los temas europeos son dif¨ªciles de separar de la pol¨ªtica interior. Nuestras vidas est¨¢n reguladas en much¨ªsimas materias por reglamentos que vienen de Bruselas, la suerte de nuestra econom¨ªa y de nuestra moneda e incluso de nuestra seguridad est¨¢ ligada a Europa. O sea, Europa somos nosotros. A Europa le debemos una buena parte de nuestro crecimiento econ¨®mico, y, precisamente porque somos m¨¢s ricos, la Uni¨®n Europea nos va quitando las muletas con las que nos ayud¨® a prosperar. Despu¨¦s de haber hecho una in¨²til demostraci¨®n de europe¨ªsmo en un refer¨¦ndum que no ha servido para nada, parece como si los l¨ªderes pol¨ªticos espa?oles estuvieran atacados por un europesimismo paralizante. ?Ser¨¢ que se sienten incapaces de convencer a los ciudadanos de que, pese a frustraciones como el refer¨¦ndum, s¨®lo en Europa est¨¢ nuestra salvaci¨®n? Ni la cuesti¨®n turca, ni las relaciones con el Magreb, decisivas por tantas cosas, ni la amenazante pol¨ªtica rusa, ni este peligroso invento de Sarkozy llamado Uni¨®n Mediterr¨¢nea, parecen ser del inter¨¦s de nuestros candidatos.
Alfredo Pastor ha tra¨ªdo a Espa?a un debate muy en boga entre los economistas del mundo anglosaj¨®n: las grandes desigualdades como amenaza a la sostenibilidad de la econom¨ªa global. Tampoco interesa. Y, sin embargo, tiene muchas conexiones con la vida cotidiana de cada elector. Todo lo que sea una mirada m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras parece quedar fuera del campo de visi¨®n de nuestros candidatos. Lo ¨²nico que sabemos es que titular y aspirante est¨¢n de acuerdo en no reconocer a Kosovo. Como si Kosovo fuera el culpable del desastroso proceso de limpieza ¨¦tnica que empez¨® hace 20 a?os en Yugoslavia, con la lamentable aquiescencia de la comunidad internacional.
En Estados Unidos habr¨¢ cambio de presidente. Los dos anteriores presidentes espa?oles eran atlantistas confesos, aunque el atlantismo de Felipe Gonz¨¢lez fuera con reparos y el de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar de puro servilismo. Entramos en tiempos en que la emergencia de nuevas potencias augura una deriva hacia un sistema internacional m¨¢s multipolar. ?Qu¨¦ relaci¨®n quieren tener los dos candidatos con el Imperio? Ni Zapatero, por temor de Dios, tiene inter¨¦s en precisar su pol¨ªtica atl¨¢ntica, ni Rajoy se atreve a proclamar un atlantismo incondicional por miedo a perder votos.
En un gesto t¨ªpicamente aznarista, cuando Manuel Campo anunci¨® el apartado de pol¨ªtica internacional, Mariano Rajoy habl¨® de terrorismo. Es un reduccionismo que meti¨® a Espa?a en una guerra absurda y que s¨®lo genera miedo y confusi¨®n. Un miedo desproporcionado, porque no es ¨¦sta ni la mayor ni la principal amenaza que tiene el mundo. Y una confusi¨®n, deliberada por supuesto, porque evita afrontar seriamente las grandes fracturas del mundo contempor¨¢neo. Sobre esta confusi¨®n se ha construido todo el discurso de la seguridad, bajo liderazgo de la Administraci¨®n Bush, que est¨¢ da?ando seriamente las libertades en el primer mundo. La pregunta por las tropas espa?olas hubiese permitido profundizar en estas cuestiones. Pero Zapatero no la hizo. -
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