El autor con el que todos los traductores sue?an
En las notas que acompa?an a mis traducciones suelo referirme a un estado de desasosiego que se apodera de m¨ª antes de ponerme a traducir: por una parte, me inquieta la idea de pasar muchas horas solitarias dialogando con mi texto, con los enfados y satisfacciones que eso conlleva; por la otra, todo texto nos impone estrategias particulares, decisiones que implican al traductor en primera persona aunque deba permanecer invisible en todo momento detr¨¢s del texto. En este cuerpo a cuerpo con el texto es fundamental saber que el autor (aunque de lejos) nos acompa?a, nos anima, y Umberto Eco lo hace. Es el autor con el que todos los traductores sue?an: siempre nos presta la m¨¢xima disponibilidad posible, y la discusi¨®n es abierta y creativa, tanto en la resoluci¨®n de las dudas como en la b¨²squeda de soluciones posibles. Claramente, eso entra?a que uno puede tomarse la libertad de adoptar determinadas elecciones de traducci¨®n que podr¨ªamos definir arriesgadas. Si textualmente funcionan y se corresponden de alguna manera con lo que a ¨¦l le habr¨ªa gustado escribir, a Eco le encanta acogerlas.
En Decir casi lo mismo, mis dificultades de traducci¨®n resid¨ªan en el hecho de que no se habla s¨®lo de teor¨ªa, sino tambi¨¦n (y profusamente) de pr¨¢cticas traductoras, con ejemplos en muchas lenguas. ?Tiene sentido ofrecer una traducci¨®n de esas traducciones? Desde mi punto de vista, no; por lo cual decid¨ª a?adir experiencias afines o contrastantes realizadas en nuestra lengua. Pero eso llevaba a construir un texto ampliado que planteaba numerosos problemas de ritmo de lectura y, adem¨¢s, romp¨ªa el tono general de amable conversaci¨®n del libro, as¨ª como el peculiar estilo narrativo que adopta Eco en todos sus ensayos.
As¨ª pues, en un camino traductor bastante tortuoso, decid¨ª hacer toda una serie de interpolaciones textuales (impl¨ªcitas o expl¨ªcitas) orientadas a mantener los ritmos del texto, pensando en dos tipos de lector: un primer lector interesado en saber qu¨¦ es lo que dice Eco sobre la traducci¨®n, presumiblemente sin la intenci¨®n de demorarse en los ejemplos, pues se f¨ªa de la bondad de los ejemplos mismos; en definitiva, un lector de consumo r¨¢pido -sin que esto implique ning¨²n juicio de valor-. Y un segundo lector, interesado en profundizar y evaluar los modos de traducir que se le presentan, que desea poder volver sobre el texto.
Y una vez m¨¢s, Eco me ha acompa?ado en estas decisiones, observando divertido c¨®mo cada traducci¨®n de un libro suyo se convierte en un nuevo libro. -
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